Son las ocho en punto cuando Carol y yo entregamos nuestras invitaciones en la entrada que da acceso al Salón de Cristal, en el Crystal Tower Hotel. El enorme espacio, destinado específicamente para eventos de esta magnitud, me deja boquiabierta. Está decorado de forma exquisita siguiendo un patrón de cristales en todo lo que hay dentro: mesas, sillas, columnas, barras, lámparas y hasta el techo, que deja ver la oscura noche. Casi al final, una amplia plataforma sobresale y puedo ver un podio, donde supongo dará su discurso el nuevo dueño de todo. —Busquemos la mesa que nos toca —dice Carol, buscando en una pancarta de organización del evento, la zona de mesas donde están los números asignados para cada una—. Aquí estamos, vamos, es cerca de la plataforma, al parecer. Lo primero que pi