Él lucía un vestuario impecable; y es que combinar un pantalón clásico con un blazer en tono azulado, a esto sumarle esa camisa blanca con estampado casi invisible que marcaban su torso, y finalmente, luciendo unos zapatos elegantes de color cuero oscuro, eso lograba toda la impresión de cualquiera.
Lucia perfecto, incluso para quien no tenía buen ojo; a esto se tenía que añadirle su encanto natural, tenía un no-sé-que indescriptible, una belleza indiscutible, provocativa. Ellos siempre destacaban por eso, por ser seres indudablemente atractivos.
“Es tan perfecto”, pensó mientras suspiraba.
“O simplemente podríamos resumirlo en que era tu tipo de chico”, le recordó su yo interior.
“Bueno, también eso”, le se respondió así misma. Como de costumbre.
No estaba al tanto de si otras personas tenían la costumbre de hacer lo que ella, nunca le había tomado gran importancia y tampoco se había cuestionado el hablar con esa vocecita que algunas veces le hacía ver la realidad de la cual muchas veces Rachel era ausente. Ella lo tomaba como un “mini yo” y dejaba de hacerse cuestiones.
Por otro lado, el muchacho que se encontraba frente ella aún la miraba confundido, no sabía que decir exactamente, esperaba muchas cosas, menos esta, ver a una loca frente a él. Miro hacía la puerta para asegurarse de que era la correcta, tenía esperanzas de que se haya confundido, aunque eso nunca le había pasado; Sin embargo, toda esperanza se perdió cuando el número de puerta afirmo su pequeña inseguridad. La miro, una vez más, de arriba a abajo.
“Hay algo mal en esto”, pensó revisándola de pies a cabeza.
Ella, seguía con el traje manchado de cerveza y sucio por el polvo, descalza, pues se había sacado los zapatos lista para ir a ducharse unos minutos antes que tocaran el timbre; también tenía el cabello por todos lados, como si recién se hubiera levantado después de una noche de parranda. Y por supuesto, como toda una buena admiradora de la belleza, estaba babeando.
Eso lo fastidió aún más.
— ¿Este es el departamento de la señorita Rachel Steven? — preguntó después de acabar su trabajo de escaneo. Ella asintió levemente sin limpiarse la pequeña baba que se pronunciaba por su labio inferior— ¿Se encuentra aquí? — volvió a asentir.
“¿Es qué las ratas han comido su lengua?”, la criticó para sí mismo.
— ¿Qué sucede Chi? — una rubia hermosa y bien vestida mujer entro en su campo de visión.
“Debe ser ella”, suspiró aliviado.
— ¿Es Ud. la señorita Rachel Steven? — preguntó el hombre.
No es que discriminara a las personas, en realidad ni les tomaba en cuenta; pero sería más lógico pensar que aquella rubia era la dueña de este lugar, pues sin contar que tenía buena presencia, tenía esa aura de autoridad, de saber lo que hacía como él y sus rasgos físicos eran similares: rubia, ojos entre azulados, altura y porte. A diferencia de la otra, ella era lo opuesto. No había muchas posibilidades de que ella sea la tan hablada hija del Rey de la oscuridad.
— Mucho gusto— estrecho sus delicadas manos, él las recibió— me llamo Krystel McCall— él frunció levemente las cejas, confuso. Ella sonrió y se deshizo del saludo— y ella es Rachel Steven, la dueña de este departamento— para ese momento, Rachel ya lo miraba mal y toda su burbuja momentánea se había esfumado por completo, no le fue de buen gusto que aquel hombre, la tratase como si fuese nada. ¿Qué culpa tenía ella de que le hayan avisado a último momento?
“El primero en mi lista negra”, aseguró completamente fastidia.
“Pero, si no tienes de esas listas”, le recordó esa vocecita interna.
Bufó aún más fastidiada. En realidad, sentía decepción y pena por ella como por el resto, todos siempre terminaban rompiendo su burbuja de armonía de la misma forma en que él lo acaba de hacer, con esas miradas de grandeza, haciéndola sentir menos; él era el claro ejemplo de como la habían visto todo este tiempo las personas a su alrededor, si es que alguna vez la habían notado en principio.
Después de aclarar los malos entendidos previos, los tres se encontraban sentados en los sillones de la sala. Rachel y aquel joven de quién aún no sabían ni el nombre, se estaban frente a frente, mientras Krystel se sentaba a la izquierda de su amiga, en sillón de uno.
— Aún no nos has dicho cuál es tu nombre— comenzó la rubia.
— Oh, cierto lo había olvidado, me disculpo por aquello. Mi nombre es Erick Whitemore. — sonrió levemente— Cualquier cosa que deseen saber, todo acerca de mí está en el documento que supongo ya tendrá en sus manos— la rubia asintió.
— Tengo una pregunta— habló inesperadamente Rachel quien lucía aún con su último atuendo, por decisión propia. Su amiga frunció levemente el ceño no entendiendo por qué querer hacer preguntas, a su amiga no le gustaba hacer eso, todo ese tipo de cosas se lo dejaba a ella.
Teniendo en cuenta que tampoco había hecho el esfuerzo de explicar por qué se encontraba vestida así; incluso cuando Krystel trato de hacerlo por ella, Rachel la detuvo. No entendía por qué esa actitud hacía la persona que prácticamente le estaba salvando el pellejo.
— Todo lo que deseen saber esta en perfil— repitió algo incómodo el hombre.
— No creo que la pregunta que voy a hacer este en estos papeles. — continuó convencida.
— Como desee— dijo respetuoso— ¿Cuál es su pregunta?
— ¿Porque si es un hombre millonario, como lo confirma en estos papeles, está compartiendo un cuarto con una desconocida? Digo, Ud. puede comprarse un departamento y, es más, tiene varios. Entonces, ¿porque vivir en un departamento compartido? — ella no sospechaba absolutamente nada, solo quería que se incomodara todo lo que pudiera; y lo había logrado.
La incomodidad de Whitemore se podía sentir en el lugar; él mismo no sabía cómo responder adecuadamente a la pregunta, sabía que el problema no era la respuesta, sino que había hecho un enemigo a quien suponía debía proteger. Por el poco conocimiento que tenía sobre los humanos sospechaba que la muchacha no dejaría de inmiscuirse en sus asuntos hasta encontrar algo malo que tachara su impecable perfil.
Eso era malo, él lo sabía. Debía actuar rápido.
— ¿Me está diciendo Ud. que por el hecho de ser millonario no puedo alquilar un departamento? No creo que se me niegue compartir una habitación, así mismo sí Ud. ya no está interesada en hacer el trato puede decírmelo en este momento, porque no es el único departamento que se está alquilando.
Esa era su mejor armar, amedrentar a su oponente. Siempre funcionaba.
— Esta esquivando mi pregunta Sr. Whitemore— dijo ella sin inmutarse por todo aquel discurso recitado.
Su amiga trago en seco, “¿Por qué carajos Rachel estaba jodiendo la única posibilidad de solucionar todos sus problemas?”, quiso saber.
— Solo puedo decir que son asuntos personales— respondió serio, pues su plan de amedrentar no le había funcionado.
Definitivamente esa muchachita sería una piedra en el zapato.
— ¿Qué tipo de asuntos? — quiso profundizar a costa de la mirada de súplica por parte de su amiga — No es que me guste meterme en asunto ajenos, pero tal vez aquellos asuntos me perjudiquen— aclaró de inmediato.
— No lo harán, puedo asegurarlo— afirmó cansado. Ella estaba dispuesta a seguir con su cuestionario, pero Krystel interrumpió aquello.
— Lo siento tanto, ella es así cuando está nerviosa. — su voz amable adorno el lugar— Por favor olvide este mal momento.
— No se preocupe— le sonrió tratando de tranquilizarla.
Sabía por lo que estaban pasando, y asumía la angustia que sentía aquella joven que lo miraba amable. Realmente, no tendrían nada que agradecerle a él, de todas formas, no fue él quien estaba pagando esa gran cantidad. Él daría ni un solo pedazo de pan a un humano, no lo había hecho hasta ahora, era parte de sus principios.
Él solo obedecía las ordenes que le habían sido dadas por su Rey.
— Bien, siguiendo el protocolo, debemos firmar este acuerdo, por favor revise el documento— prosiguió Krystel.
— Un momento— dijo a punto de firmar, dejo el lapicero a un lado, sobre la mesita de centro. Krystel estaba, muy nerviosa, tal vez el hombre se había arrepentido por el mal trato de su amiga, pero luego le daría un buen discurso de cómo comportarse delante de otras personas— quiero poner algunas reglas— el muchacho se veía muy decidido.
Rachel le miro levantando una ceja.
“Pero ¿quién se cree este?”, pensó sin decirlo en voz alta.