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El precio de mi error

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Blurb

Rachel Adams es una joven que trabaja para una compañía de limpieza que se encarga de proporcionar servicios a diversas empresas. Solían trabajar de noche, luego que los empleados se iban.

Una noche, mientras dejaba la oficina del CEO de último, por ser la más fácil de limpiar, se topa con este allí, el cual le dificulta su trabajo.

Temerosa por no ser regañada , hace todo con mucho cuidado y más a fondo, cuando no era realmente necesario, haciendo que se pasara su hora de salida.

Al terminar, va al baño a cambiarse, pero cuando está en el ascensor, se topa con el CEO, quien no la reconoce y la toma como una empleada de su empresa, invitándola a una fiesta, mientras desconoce que ella es la de limpieza.

En aquella fiesta, todo se sale de control con aquellos dos cuerpos que desde el primer minuto ya se deseaban, pasando toda la noche en su habitación sin bajar a la fiesta.

¿Descubrirá el CEO que ella es la de limpieza o seguirá pensando que Rachel es parte de la empresa?

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Prefacio.
Rachel Adams trabaja hace dos años para una compañía de limpieza que se encarga de los servicios de otras empresas. Se encargan de limpiar una vez que los empleados de dichas empresas ya se habían retirado. Era un trabajo relativamente fácil, no era como limpiar hoteles, que tenías que estar constantemente limpiando, allí solo era una vez al día y se trataba de personas adultas, sentadas detrás de un escritorio con la vista en un ordenador, es decir, no es que ensucien muchas cosas. Para algunos eventos también eran solicitados. Pagaban decente, le daba tiempo para terminar su curso técnico de peluquería y quedaba con muchas horas libres. Para toda la empresa solo habían diez mujeres asignadas allí, lo normal era que te asignaran a una empresa y ya no te cambiaran, a menos que lo solicitaras. Siempre te tocaban las mismas oficinas, cada día. No había variación, de acuerdo al tamaño de la empresa se repartían entre las diez empleadas. Cuando dieron casi las nueve de la noche, Rachel pasó por la última oficina, esta siempre la dejaba para último, pues casi nunca tenía nada sucio, así que era la más rápida de realizar. Abrió la puerta llevándose tremendo susto, al ver que el CEO todavía estaba allí. Se suponía que no había nada. — ¡Lo siento!— se disculpó enérgicamente para que este no se enojara por la intromisión. — No sabia que aún había alguien en la oficina.- el susto le había cortado la voz y con lo miedosa que era ella pues fue mucho peor. — Esta bien, pasa. Cuidado con lo que tocas. — dijo este, sin molestarse en levantar la mirada. Ella entró como de costumbre, solo que esta vez tendría que limpiar mas a fondo, pues el CEO estaba presente. Se encargó de despolvar cada cosa por mínima que fuera, barrió el suelo varias veces y cambió la bolsa de la papelera que apenas tenía nada dentro. El hombre iba vestido de manera muy elegante, pero ella ni se atrevió a mirarlo, solo observaba sus pies, había visto una foto colgada de él, pero en persona jamas lo había visto. Comenzó a limpiar el piso, la silla de este estaba en medio, ella mantenía la cabeza baja y no se atrevía a hablarle, necesitaba que el se moviera, se las arregló para hacerlo sin molestarlo y al final cuando ella ya se iba, el se puso de pie y encendiendo todas las luces de la oficina, apartó la silla y vio que había un poco de agua aún sin secar. Ella lo observó también. — Discúlpeme, señor. Ahora mismo lo hago bien. — su voz le salía un poco ronca por los nervios, no quería que pusieran ninguna queja en contra de ella. Se apresuró a secarlo y después se fue, dejando al hombre en su oficina. Cuando corrió para cambiarse, las demás mujeres ya se habían marchado, no le gustaba quedarse sola en aquella empresa, le daba un poco de grima. Tomó su bolso y se dirigió al ascensor. Se había peinado y maquillado, llevaba un vestido blanco de vuelo con escote y unos tacones medio alto. Vio que alguien iba hacia el ascensor y ella lo detuvo, para que esa persona también entrara, olvidando que allí solo quedaban ellos dos, es decir, aquella otra persona era el CEO. — Buenas noches. — saludó el, con amabilidad una vez que entró. – Gracias por detenerlo. — Buenas noches. — se acurrucó en una esquina sin acercarse a él. — ¿Trabajando hasta tarde?— preguntó, dándose la vuelta para mirarla mientras el ascensor bajaba. — la puerta de la entrada ya no se abrirá, tienes que tener más cuidado, ahora tendrás que salir por el garaje. — Oh, no tenia idea. — se había pasado de la hora de salida gracias a él, por limpiar tan a fondo cuando todo estaba limpio. Abrazó su bolso y desvió la mirada. — ¿Vas a tomar un taxi? ¿A dónde vas? — Tomaré un taxi en la entrada. Voy a casa. — Rachel sabía que el no sabía que ella era la que hace poco estaba limpiando, pues su actitud había cambiado considerablemente hacia ella y el aspecto de Rachel tampoco era el mismo. La ropa hacia mucha diferencia con el informe que usaba en su trabajo. — Parece como si fueras a una fiesta. — miró su sexi vestido. — ¿Quieres ir a una fiesta? Esta noche organizo una en mi casa y tu pareces estar lista para ir. ¿Conoces a Tony? — Tony. — repitió ella, sin tener idea de quién era o porqué estaban mantenido una conversación, entonces se puso a pensar. — Tony, Tony. ¡El de contabilidad! — dijo al fin, recordando su nombre en una de las oficinas que ella limpiaba. — Ese, hoy es su cumpleaños y hemos organizado algo con algunas personas de la empresa. Oficialmente estas invitada. ¿Por qué no te vienes conmigo? — No lo se, no conozco a nadie allí.— y la idea era a muy absurda. — ¿Cómo que no? Algún rostro tendrás conocido, y si en dado caso no es así, estoy yo. Te haré compañía toda la noche, cuando te quieras ir te llevaré a tu casa. Insisto. — Está bien. Iré con usted.— aceptó, reconsiderando y sin pensárselo mucho mas. — ¡Por favor! Llámame Esteve. — pidió con una sonrisa. — Esteve.— repitió ella. Mirándolo por primera vez a la cara, observando que aquella foto que había visto de él no le hacía juicio. Sus ojos eran más claros, su rostro tenía una expresión firme pero no malhumorada y era alto y corpulento. Se quedó pensando en cuantos años tendría él que ya ocupaba un puesto tan importante. Aquella barba adornaba de forma perfecta su rostro, en combinación con el color rubio de su pelo. — ¿Cuál es tu nombre?— se acercó a ella poniendo una mano sobre la pared justo al lado de ella. — Rachel. — Contestó nerviosa pero algo acalorada, su cercanía la deslumbraba. — Rachel.— Esteve se fue acercando hasta quedar completamente a su lado, el ascensor se abrió y él salió primero. Allí solo quedaba un coche y los dos caminaron hacia allá.— Rachel, me gusta tu nombre. Rachel. —le abrió la puerta del coche y ella entró. Las piernas le temblaban un poco, sabía que no debía hacer aquello, iría a una fiesta como si también fuera una empleada más de la empresa, cuando no lo era. Solo era la de limpieza. Esteve subió, arrancó el coche y encendió la música; iba bailando un poco, con los hombros y la cabeza. — Eres un poco callada, recuerda que vas a una fiesta. ¿Cuántos años tienes? — Veinticuatro. — Yo tengo veintisiete. Tu pelo es muy lindo. — observó el rizo que tenía ella en su pelo. — Nos están esperando. Voy acelerar un poco más, no te asustes, Rachel. — Si, señor. — recordó que debía de usar su nombre. — Esteve. Esteve aceleró su Aston Martin Víctor negro verdoso mientras Rachel se sujetaba al asiento. Las curvas las tomaba con poca delicadeza y Rachel iba cada vez más asustada, su cuerpo inclinándose de un lado a otro con cada movimiento. Hasta que al fin llegaron. — Pensé que iba a morir. — escuchó su voz, dándose cuenta que no lo dijo en su mente, sino en voz alta. — Lo siento, teníamos prisa por llegar. Como verás…. La fiesta ya ha empezado. Rachel bajó del auto como pudo, había mucha música en el jardín que estaba al lado del garaje y personas por todos lados, luces de colores, pelotas en el aire, burbujas y todos con un trago en la mano, las mujeres corrían de un lado a otro en bikini mientras se le echaba agua con pistolas y todo parecía muy animado. Realmente era una fiesta como a la que nunca Rachel había asistido. — ¡Ven! —la llevó de la mano hasta el área de la piscina, donde habían más concentraciones de personas.— ¡Chicos, esta es mi invitada, Rachel!— había un grupo de personas riendo y tomando a la que Esteve se acercó y la presentó. Probablemente compañeros de trabajo o el mismo cumpleañero. — Hola. — solo dijo eso. No conocía a ninguno de esos rostro, ni ellos a ella. — Ven, tengo que cambiarme. — dentro de la casa estaba igual, llena de personas, él sujetaba su mano derecha y la llevaba caminando a su lado al tiempo que saludaba a personas en el camino. Cuando subieron al segundo nivel, allí estaba todo en más calma. — Esta es mi habitación. Voy a quitarme esto y a ponerme algo más cómodo. —empezó a quitarse la chaqueta y cuando iba por la camisa, ella se dio la vuelta. — ¡Tranquila! Si me vas a ver en bañador y es lo mismo. — No es lo mismo. — Siéntate en la cama, iré al baño y me cambió allí, así no te incomodo. — Gracias. Esteve salió del baño con el bañado puesto. Se sentó junto a ella y colocó una mano sobre su pierna desnuda. — Ese vestido blanco te queda muy sensual, pero creo que he llegado a la conclusión de que te quedaría mucho mejor si te lo quitas. — se fue acercando a su oído susurrándole esas palabras, su mano iba subiendo por su pierna hasta quedar debajo del vestido. — ¿Quieres ponerte un bañador? — N-No. Creo que no. — cerró los ojos sintiendo su aliento chocar contra su cuello. — No tengo bañador.- anunció. — Es una pena. —colocó una mano sobre su mejilla, girando su rostro en su dirección, con una sola idea en la cabeza desde que había visto sus labios. —¿Puedo besarte? — No lo sé, no creo que eso esté bien. — pero los labios de Rachel se separaron diciendo otra cosa y Esteve se acercó, capturándolos en un beso que a ella le fue difícil seguirle el ritmo, quedando sin aliento mucho antes que el. Su cuerpo fue cayendo gradualmente sobre la cama y el comenzó a deslizar las mangas de su vestido por sus brazos. — Si quieres que me detenga, solo tienes que decirlo, en cualquier momento. — ella movió la cabeza, comprendiendo y el continuó, dejando el pecho de Rachel desnudo. Volvió a besarla estaba vez con más delicadeza y después depositó muchos besos en su cuello, Rachel se mordía los labios para no soltar gemidos. Pero le estaba costando. Una mano de Esteve se deslizaba por su pierna, cada vez más arriba, hasta que se topó con su ropa interior y comenzó a deslizarla. El ruido de la música llegaba hasta su habitación.— ¿Estas nerviosa?— preguntó, ahora besando sus pechos. — No. — pero si que lo estaba. Las cosas iban sucediendo con tanta prisa que apenas iba asimilando, mientras su cuerpo se sentía muy bien con las manos de Esteve sobre el. — Tus manos tiemblan, ¿quieres que pare? ¿Es tu primera vez? — No y no.— insistió, temiendo arruinarlo por sus nervios, había empezado aquello y no quería que él se detuviera, lo deseaba. — Esta bien. Vamos hacer que te relajes un poco. — tiró de sus brazos haciendo que se volviera a sentar, se puso de pie y terminó de retirar la ropa interior de ella que se había quedado a medio camino. Se volvió a sentar y la ayudó a sentarse sobre sus piernas, echó su pelo hacia atrás y comenzó a besar su cuello y a dar suaves chupones en el, esta vez Rachel no pudo acallar los gemidos que salían de sus labios ante las caricias de Esteve. Sus pechos estaban desnudos y el iba tocándolos. Pasados unos pocos minutos, el la recostó a él y bajó su mano derecha dentro del vestido, acariciando su vientre y después tocando delicadamente su vagina que ya estaba humedecida. Rachel se aferró a sus hombros algo tensa, nerviosa pero muy excitada. Sabía que lo que hacía no era propio de ella, pero quería hacerlo, se sentía bien con aquella fugaz mentira y el apuesto CEO que no sabía que ella era la de la limpieza. En aquel momento solo lo deseaba, seguir con la atención de él puesta en ella y sintiéndose importante, por lo menos en aquel momento. Cerró los ojos, sintiendo los dedos de Esteve hacer maravillas, sin introducirse en su interior, ella comenzó a querer más y sus gemidos hacían que Esteve también quisiera lo mismo. — Rachel, ahora tengo que estar dentro de ti. ¿Tengo tu consentimiento? — S-Si. “Diez mil veces si” Esteve extendió su mano sacando un preservativo de la mesita de noche, ella se inclinó y el sacó su pene y se lo colocó. Sujetó la cintura de Rachel con una mano y con la otra la guió hasta su erección. Ella comenzó a bajar mientras se lo iba introduciendo. Tomaba apoyo con sus piernas en la cama y de los hombros de él, moviéndose con todo el pene de Esteve en su interior. Sus gemidos se fueron alzando, haciendo un poco de competencia con la música que entraba a la habitación, sus pechos eran sujetados por las manos de Esteve y la joven Rachel tardó poco en correrse, debido a la profundidad, el roce que proporcionaba aquella posición y las manos de Esteve acariciándola, el siguiente fue el mientras ella reposaba sobre su pecho. Rachel se retiró de el y se acostó sobre la cama, extendió su mano a la mesita y tomando el siguiente preservativo. Esteve retiró el que llevaba puesto y se unió a ella en la cama. — Eres demasiado sensual. — terminó de retirarle el vestido y pasados unos pocos minutos besándose se volvió a colocar el nuevo preservativo. Era tanta la atracción física que hubo inmediatamente entre los dos, que sencillamente no podían parar, repitiendo una y otra vez, con intervalos de reposo, hasta que la música se detuvo, se escuchó el silencio en la casa y los dos cuerpos reposaban sobre la cama. Cuando el sol empezaba a salir, Rachel se removió en la cama, despertando a Esteve. Este, al ver su cuerpo desnudo sobre su cama, recordando cada cosa que habían hecho la noche anterior, no puedo detener su erección, tomando uno de sus pechos en su boca y haciendo que el primer sonido de Rachel al despertar fuera un gemido. Su cuerpo se cernió sobre el de ella, separando sus piernas con las suyas, abrió el cajón donde estaban los preservativos y ya no habían. No quedaba ni uno. Rachel se quedó observando su rostro pensativo y miró hacia el cajón, notando lo mismo que el. No habían mas preservativos. Se miraron por un segundo y después de este ya se estaban besando. Olvidándose completamente de la protección. Cuando Rachel volvió a su realidad, ya eran casi las doce del medio día, miércoles. — ¡Dios! Voy tarde. — se puso de pie casi tirándose de la cama, toda desnuda. Esteve, quien ya llevaba rato despierto solo mirándola dormir, la aprisionó en sus brazos sin dejarla moverse. — Rachel.— decía su nombre con cierto tono de voz que hacía que la joven se le erizara la piel, perdiéndose otra vez en su mentira. — Ya es tarde, no llegarías hoy al trabajo ni aunque quisieras y creo que no quieres. — Pero… — Soy tu jefe, no pasará nada por un día que faltes, quédate conmigo, al menos hasta el almuerzo. — No…puedo. Lo siento. Debo de intentar llegar aunque sea tarde.— no trabajaba para él, por lo que no era eso lo que le mortificaba. Nunca había llegado a su casa, no había llamado a nadie. Solo había ido aquella fiesta mientras quedaba embobada de aquel apuesto hombre. — Está bien, supongo que nos veremos en el trabajo. Buscó su vestido con la mirada mientras sentía como le crujía la espalda. La noche había sido tremendamente activa y Esteve había estado a la altura de un semental y ella no se había dejado cansar por el, debían de estar agotados los dos. Tomó su ropa, sus cosas y se vistió allí mismo. — Ha sido una noche… tremenda. — dijo, junto a la puerta, lista para salir. — Lo ha sido. La fiesta la tuvimos nosotros aquí dentro, en esta habitación. — tomó su calzoncillo y abrió la puerta del baño. — ¿Quieres darte una ducha? — Ya me voy.— contestó convencida. — No lo creo. Tendrías que caminar kilómetros para llegar a la carretera principal, si llamas a un taxi puedo darte la ubicación, pero incluso eso te daría tiempo para bañarte, desayunar, platicar y darnos un par de besos mas. — se acercó a ella para convencerla. —Yo te llevaré a tu casa. Tenemos tiempo de tomar una ducha juntos y comer algo, estoy segura que tu también has quemado mucha energía. Solo sería un rato mas, ¿Qué puedes perder? Rachel miró su bolso y la mano que le extendía Esteve, se dirigió a la cama y puso sus cosas allí, después se retiró el vestido, caminó hacia él y entró al baño primero, retiró sus bragas y se metió a la ducha, dejando caer el agua fría por su piel antes de que el entrara. Esteve no tardó mucho, solo que se quedó observando embelesado mientras ella esparcía el jabón por su cuerpo, frotaba sus senos y después sus partes mas intimas. Esteve hizo una entrada triunfal, posicionándose inmediatamente detrás de ella, moviéndola hacia adelante con el peso de su cuerpo, logrando que ella se sujetara de la pared que tenia en frente. Sintió el agua fresca caer por su cara y recorrer todo su cuerpo, atrapó los pechos de ella desde atrás e inmediatamente bajó una mano hasta su vagina, el jabón que había allí se fue esparciendo por su mano y mezclándose con otras cosas. — No tenemos protección. – dijo, entre jadeos y suspiros. Sus manos se pegaban a la pared y Rachel cerró los ojos, sin poder creer cuanto aún lo deseaba. — Antes tampoco la tuvimos, no hay mucha diferencia ahora. ¿Quieres que solo use mis dedos?— Rachel se quedó pensando en la propuesta, sujetando la mano de el allí para que siguiera haciendo aquello. El los introdujo en su interior para demostrarle que de aquella manera también podría complacerla si así ella lo decidía. Su trasero se movía con él, inclinándose hacia atrás, sería difícil para Esteve solo usar los dedos cuando Rachel se frotaba contra él de esa manera. — No. — se decidió al fin. Con los dedos no le bastaba, sobre todo sintiendo la erección de él detrás de ella. El tocó su trasero abandonando sus pechos, las piernas de Rachel fueron separándose hasta que había un buen espacio para el. — Entonces, esto es un sí.— pidió confirmación. — S—Si. No perdió mucho tiempo en deslizarse en su interior. ¿Cuántas veces iban? No tenían idea y tampoco era que importara mucho, solo no parecían cansarse de aquello, pero ¿Quién podía? Cuando Esteve estaba siendo un amante tan arrollador en cada sentido de aquella hermosa palabra, se mantenía pendiente a sus gestos, movimientos y seguía el curso de sus deseos, haciendo que Rachel, solo con un solo gesto, lo guiara hacia donde ella quería. Y ella, disfrutando al máximo con afán de todo lo que Esteve le daba mientras la llenaba hasta no poder pensar y solo querer mas. Sus piernas comenzaron a temblar después de la segunda ronda en la ducha. Esteve lavó su parte intima y luego la envolvió en una toalla, llevándola a la cama sobres sus brazos. Habían sido pocas las horas que los dos habían dormido, la noche la habían pasado bastante despiertos recibiendo placer uno del otro y la mañana no tuvo mucho de diferente, solo que solo se durmió ella. Esteve se fue al salon a trabajar desde su ordenador. Cuando Rachel despertó, su estómago rugía de hambre; su cuerpo había descansado bastante y tenia cierta alegría en el rostro. — Dormilona. — dijo Esteve, dandole tremendo susto. Miró por la ventana viendo como el sol ya iba cayendo, buscó con la mirada su bolso y sacó su celular. Tenia setenta llamadas perdidas de su padre, con quien vivía — Tengo que irme. — ya no tenia sentido levantarse con prisa, lo hecho, hecho estaba. Iba tarde, había preocupado a su papá y ya casi empezaba su turno de trabajo, en unas pocas horas. También había faltado a su curso de peluquería. Tomó su ropa y se vistió, todavía su estomago rugía, haciendo mucho ruido. — Te llevaré a tu casa. — La miró sin comprender como era que no había visto a aquella maravillosa mujer antes. — Solo debes de dejarme donde pueda tomar un taxi, tengo que ir a otro lado. — Puedo llevarte a donde sea que tengas que ir. — Gracias, pero solo necesito tomar un taxi. — Esta bien, Rachel. – salió de la habitación abrazándola, sintiéndose extremadamente cómodo con ella y deseando que ella se volviera a quedar a dormir, pues ella se veía perfectamente bien sobre su cama, sobre sus brazos, sobre su cuerpo, incluso en su baño. Besó sus labios antes de dejarla en la parada de taxi. — Gracias por traerme.—agradeció, teniendo que soltar sus labios. — Solo dime que nos volveremos a ver , por favor. Así sea para tomar un café o lo que sea.—sujetó su mano y la besó. — La he pasado muy bien contigo, no me ignores en la empresa, ¿si? — Esta bien, Esteve. — Dame tu número, lo necesito. — Rachel dudó unos segundos, pero al final se lo dio. —Hasta mañana Rachel. — Hasta mañana. Tomó un taxi directo a la empresa mientras llamaba a su padre. — ¿Estas bien? ¿Te ha pasado algo? — Lo siento, papá. No quise preocuparte, me olvidé de avisarte que no dormía en casa. Discúlpame. — ¿Duermes hoy aquí? — Si. — Hablamos cuando llegues. — y colgó. Se puso su uniforme, ya un poco arrugado por estar todo el día dentro de su bolso. — Rachel, ayer tardaste mucho. ¿Todo bien? — Ni siquiera me avisaron que ya se iban. Saben que me da grima quedarme sola allí. — Y tu sabes la hora de salida, no te retrases. — Eso intento. Ayer tuve una pequeña complicación — aunque no fue tan pequeña, fue bastante grande y duró toda la noche y parte de la mañana. —¿tienes algo de comer? Muero de hambre. — Solo unas galletas. — Comería lo que sea. Maia se fue a su área de oficinas que tenia que limpiar y Rachel a la suya, comiendo galletas durante el camino. Cuando llegó a la oficina del CEO, recorrió con sus manos la silla donde el se sentaba, miró con más detenimiento sus cosas y se vio por un momento en su mundo, cuando sabía que no pertenecía a el. Pero estar de visitas no estaba tan mal. Todos los derechos reservados. Novela registrada bajo el número 2112029955488 Prohibido su copia. Disponible de forma exclusiva en Sueñovela/ Dreame.

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