Donovan Bristol ¿Cómo pude ser tan idiota y dejar mi puerta de oficina sin seguro? Me cuestiono caminando como león enjaulado en mi propio lugar de trabajo, no sé cómo voy a mirar a la señorita Berlusconi a la cara después de semejante espectáculo que le he brindado y aparte de que me pase al ser grosero con ella quien no tiene la culpa de que mis medicamentos me hagan excitarme. Suspiro y paso una mano por mi cabello provocando que este se desordene totalmente. El sonido de mi teléfono provoca que lleve mi mirada hasta este, camino a mi escritorio y lo tomó para descolgar la llamada sin mirar de quien se trata. —Hijo mío, — «Justo ahora tenías que llamarme, madre» —¿Qué pasa? Estoy muy ocupado en la oficina, se breve, —pido sentándome en mi sillón. —Me quedare por unos días en la