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CAUTIVADA POR EL VAQUERO MILLONARIO

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Blurb

Samantha Hoffman tiene la vida perfecta ante todos.

Tiene una familia respetada, es una talentosa Influencer, y tiene el esposo “perfecto”

Lo que todos ignoran, es que su vida es una total farsa y la realidad le supera un día al despertar con la noticia de que su esposo ha cometido una gran estafa, y ella es señalada como su cómplice.

Ante los eventos desafortunados que desencadenó el delito cometido por el hombre que le "juró" votos en el altar, Samantha huye gracias a la rápida acción de su hermana, mientras la misma intenta demostrar su inocencia.

Lo que ella menos esperaba era llegar a un remoto pueblo en Kentucky.

Mucho menos estaba en sus planes, conocer al tosco y malhumorado Luke Green, un vaquero y antiguo SEAL de los Estados Unidos. Y no cualquier vaquero, sino un semental bastante sexy e imponente que, a pesar de ser un Adonis, es todo lo contrario a ella.

Bien dicen por ahí que los polos opuestos se atraen, pero para alguien como Luke Green, que nunca había escuchado a alguien jurar por “Dior” menos prometer por “Chanel” eso fue suficiente para odiar a Samantha. Solo bastaron pocas palabras para considerarla frívola y materialista. Y aunque al principio no la tolera, poco a poco, descubre que debajo de toda la belleza y altanería, existe una mujer con un hermoso corazón. Pero, lo que no sabe es que Samantha guarda secretos, secretos que él tal vez no está dispuesto a comprender.

Ambos aprenderán, que las apariencias engañan.

Él, la hará ver la vida de otra manera.

Ella, le enseñará a no juzgar un libro por su portada.

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Capítulo 1: Acusada.
Cautivada por el Vaquero Millonario. Las luces del salón me molestan, los presentes me observan con curiosidad y con gestos algo altivos. Sin embargo, no me amilano y me yergo mientras avanzo por el mismo. —Sonríe, cariño —susurra a mi lado mi esposo Thomas cuando entramos a la gala que está llevándose a cabo en el observatorio Griffith. Miro alrededor y me encuentro con los ojos de mi padre. Este asiente de manera grata al vernos llegar. —Qué bien que ya están aquí —espeta cuando estamos a su lado y dejo un beso en su mejilla. —Estaba trabajando. —Sí. Grabando uno de tus videítos —dice en modo despectivo Thomas. Lo atravieso con la mirada. A él le parece despectivo que tenga una carrera en los medios que es exitosa, y no necesite del apellido de mi familia para figurar en los medios. —Deberías dejar de perder el tiempo en eso y darme un nieto — murmura papá que nos fulmina con la mirada a ambos —No me estoy haciendo joven. Hannah y tú no piensan en esta familia —. Dice refiriéndose a mi hermana mayor. Me enderezo ante sus palabras y Thomas ríe nervioso. —Cuando mi linda mujer deje de jugar con la cámara, ese día puede que te demos un nieto. Es el turno de papá de verme mal. —Tienes un deber familiar —me muerdo la lengua para no soltar lo que pienso. —Franco, mi vida —interviene mi madre —las mujeres ahora piensan en más que ser madres y esposas. «Gracias, mamá.» Mi madre, Eloísa Hoffman es unos quince años menor que mi padre. Y, ya tiene cincuenta años. Los allegados les daban un par de años casados; mi madre ha aguantado poco más de treinta. Papá mira a ambas direcciones y nos fulmina con la mirada. —Vaya estupidez, Eloísa —replica antes de alejarse. Mi mamá me da una sonrisa suave antes de seguir a su esposo. —Perfecto —susurro. Uno de los camareros se acerca y tomo una copa de champán. —Es tu culpa —replica Thomas cuando nos quedamos solos. Lo miro sin perder mi sonrisa, lo último que deseo es ser la comidilla de todos, para ellos Thomas y yo somos perfectos el uno para el otro. —¿Mi culpa? —repito, —¿Por qué no le dices a mi padre que entre nosotros no hay sexo? —se remueve incómodo ante mis palabras. —Que ya tienes cubierto ese ítem con Louis que, por cierto, es tu amante desde antes que nos casáramos. —Cállate —sisea, antes de darme una sonrisa cínica —¿Te dan celos? Bufo. —Ya quisieras, solo lo sacó a colación para que nunca vuelvas a culparme por no tener un hijo. Menos, despreciar mi trabajo —. Continúo —Eso, no lo vuelvas a hacer si no quieres quedar en ridículo. —Samantha. —Te recuerdo, que si nos casamos fue porque mi padre me presionó para que aceptara tu proposición. Te he dado poder, posición, mientras tú solo me has dado una vida de miseria y fallas, esposo. Con toda la dignidad de una reina que soy, me alejo por otra copa. Mi vida era una completa mentira. Me había casado hace tres años con Thomas para darle gusto a mi padre, él era su mano derecha en el negocio. Me dejé envolver por Thomas que es veinte años mayor que yo, se sintió bien poder tener la atención de alguien, Thomas dijo lo que quería escuchar, y yo quería salir del yugo de mi padre. Pero me equivoqué. Thomas y papá lo tramaron todo; así que, fracasé y me encontré encerrada en un matrimonio sin amor donde éramos tres. Fui una maldita ingenua. Entre en un matrimonio donde no hay respeto, amistad, mucho menos compresión; me encontré la sorpresa que su asistente y amigo, Louis, no era más que su pareja. Saber que mi marido es gay, me descolocó. Hubiera preferido la verdad desde el inicio, no me merecía encontrarle en nuestra cama con él. Eso puso mi vida en un punto donde quería dejarlo todo. Alejarme de mi padre, de Thomas y de la vida perfecta que debo aparentar frente a todos. «Una Hoffman debe ser perfecta. No se mete en problemas y siempre se ve impecable.» A veces solo quisiera desaparecer. Franco Hoffman, mi padre. Es un reconocido hombre de negocios y un miembro activo dentro de la industria metalúrgica. Siendo uno de los más importantes fabricantes de componentes electrónicos en el mundo. Tengo dinero, una vida de lujos, extravagancias, pero lo único que me importa es ser feliz. «Bueno, al menos mi madre, mi hermana y mi trabajo me dan algo de eso.» Suspiro alejando los pensamientos de mi mísera vida. Queriendo pasarla bien esta noche, tomo una copa de champán de uno de los camareros y avanzo por el lugar. Mi sonrisa se expande de alegría cuando veo a mi hermana, entrar al salón ataviada con un elegante vestido negro, con escote corazón y su mala cara. Tiene la facilidad de ignorar las miradas de los hombres que aprecian su belleza. Hannah odia estas frivolidades. Es una excelente abogada y tiene un carácter impetuoso que le pone los pelos de punta a nuestro padre. Camina hasta mí sin mirar a nadie. —¡Por amor de Dior Hannah, te ves hermosa! —digo antes de tomar un sorbo de mi copa. Ella me regala una sonrisa torcida ante mis palabras. —Te ves como una puta diosa, —dice antes de darme un ligero abrazo. Dejo salir un suspiro de satisfacción. —Sabes que amo llamar la atención. Me alejo unos centímetros y la estudio, — deja de arrugar tu entrecejo, no queremos que se marquen esas líneas. Ella solo ríe ante mis palabras. —Lo sé, Sam. Gracias por recordármelo. Su cabello castaño está en un perfecto recogido y sus ojos grises revolotean por el lugar. Sé que busca. Bueno, a quien busca. —Se alejó enojado por mi retraso —cuchicheo refiriéndome a papá. —Si te armo problema a ti, imagina lo que me dirá a mí —resopla. —Por cierto, ¿dónde estabas? —entrecierro los ojos con curiosidad. Un camarero llega en ese momento, mi hermana toma una copa y sorbe. —Vi a un viejo amigo y se nos fue el tiempo —dice sin perder su seriedad. —¿Un amigo con derecho a roce? —. Inquiero moviendo mis cejas de manera sugestiva. Ella bufa. —No. Él y yo nunca hemos traspasado la línea. Además, hace un par de años se divorcio —comenta y veo que titubea —Dariel y yo nos conocimos en la universidad, ahora vive dedicado a su rancho. —Vale —murmuro, pero no me pasa la expresión de su rostro. —Pero, cuéntame tú. ¿Qué tal mi flamante cuñado? —Mira alrededor y sigo su mirada para verle junto a una pareja hablando y divirtiéndose. —Ya ves, se la pasa de pipa. —Murmuro —, entre el trabajo con papá y la fundación, casi no lo veo. Mi hermana niega con exasperación. —Sam, ¿qué esperas para darle una patada en el trasero a ese imbécil? Hago una mueca. —Lo he pensado. Pero, estoy comenzando las negociaciones para ser imagen en la próxima colección de Balenciaga y eso sería un sueño hecho realidad. Mi hermana me regala una sonrisa genuina. Mi contenido es dedicado a la moda, maquillaje. Las marcas me envían sus diseños, productos y gracias a los millones de seguidores los hacía tendencia en el mercado. Para algunos era frívolo, para mí era un trabajo arduo. Solo que mi esposo y papá lo denigraban, ellos piensan que era una cabeza hueca. —¿Cómo vas con tu marca? Parpadeo ante su pregunta y sonrío con emoción. —Ya estamos registrados y tengo un diseñador trabajando en los bocetos de la cubierta para los productos. —Habías tardado mucho en sacar tu propia colección de maquillaje, pero sé que va a ser un éxito. Cruzo los dedos y ella ríe. Soy consciente que somos muy diferentes. Pero sin duda, somos unidas y daríamos lo que fuera por la otra. Ella entrelaza nuestros brazos. —Esta noche quiero embriagarme que me dices —espeta —¿Te unes? —Salud por eso hermana —, respondo antes de levantar mi copa y dar un gran sorbo. … Me remuevo en la cama y ahogo un gemido lastimero cuando mi cabeza protesta. Mi hermana y yo decidimos pasar una noche divertida sin importar que tan mal pudiera verlo nuestro padre que estaba muy enojado. «Sé quiénes serán sus víctimas del próximo sermón.» Tendré que matarme con el ejercicio y de seguro mi entrenador Rob, no tendrá piedad. Solo recuerdo que Thomas me ayudo a llegar a mi cama antes de irse a la suya. El sonido de mi móvil llena la habitación y me doy cuenta de que es el culpable de que haya salido de mi sueño. —¿Es en serio? —susurro a nadie. Me quito el antifaz del rostro y me siento en la cama. —¿Hola? —¡¿Dónde estás?! Mi hermana se escucha alterada —En mi cama —frunzo el ceño. Ella maldice como camionero. —¡Por Valentino, niña! Qué boquita. —Sam, esto es serio —me corta — ¿Has visto las noticias? —¿Qué? No. —¡Hazlo! —me grita. Alargo la mano, tomo el iPad en mi mesa de noche y veo las noticias. Todos los portales reseñan lo mismo. ¡ESCÁNDALO!! La Influencer Samantha Hoffman y su esposo son sospechosos de lavado de dinero a través de su fundación. El mundo bajo mis pies desaparece. —¿Qué? —susurro sintiendo que el estómago se me revuelve. —¿Sabías algo? —. La escucho preguntar. —¡No! —Grito poniéndome de pie —Hannah, sabes que no necesito de eso para lograr mis propósitos —aprieto mi mano enterrando las uñas en la palma de la misma —ese hijo de perra ha manchado mi imagen. Silva sorprendida. —Para que sueltes una palabra de alto impacto debe ser cierto. Ella sabe que no maldigo. —Hannah. Créelo —susurro —lo juro por Chanel y Valentino. Suspira. —Te creo. Camino de un lado al otro mientras hablo con mi hermana. —Debo ir a la policía. —Si vas, te van a detener si no es que ya están en camino. El medio se filtra en mi interior. —Hagamos algo, recoge un poco de ropa y tus documentos, estoy llegando a tu casa. —Pero… Miro alrededor de mi habitación. —Estoy de camino. Llego cinco. —Hannah. —¡Mueve el culo, Samantha! ¿Quieres ir a prisión? Me congelo unos segundos. —Con lo mal que me sienta el naranja. —¡Sam! Asiento aunque no me vea. —Voy, voy. Cuelgo y corro a mi armario para sacar un poco de ropa. Tomo la maleta más grande y empiezo a arrojar todo lo que pueda necesitar, cuando creo que estoy lista, hago lo mismo con mi bolso de viaje y, por último, corro a la caja fuerte donde consigo efectivo y documentos. Algo lame mi pie y volteo para tomar a Chanel, mi perrita Pomerania, color blanco que me regalo mi madre hace dos años y que se ha convertido en mi fiel compañera. Me pongo de pie con ella y el resto antes de ir por su bolso. —Tú y yo iremos a dar un paseo —susurro. —¡Sam! Ahogo un grito, pero me calmo cuando reconozco la voz de mi hermana. —¡Aquí! Mis ojos se llenan de lágrimas cuando entra a mi habitación. —Andando, he encontrado una salida—, mira mis manos —no puedes traerla Niego. —No me voy sin Chanel. —Entonces mueve el trasero que tengo que sacarte de aquí. Ella se encarga de Chanel y yo me cambio rápidamente por un conjunto deportivo antes de salir. Con el alma en vilo dejo mi hogar y aunque estoy enojada y quisiera que Thomas me diera una explicación, sé que no la tendré. El muy cobarde de seguro ya huyo. —¿A dónde vamos? —Miro a mi hermana mientras conduce. —Recuerdas a mi amigo —murmura —, del que te hable anoche. —¿Sí? —Bien, tiene un avión privado y te sacará de LA. —¡Pero sabrán que soy yo! Me da una mirada rápida antes de volver al frente. —Sí, bueno, he movido algunas influencias y el encargado de checar el vuelo y los pasajeros ya lo hizo y no aparece ninguna Samantha. —¡Eso es ilegal y te puedes meter en un delito! Frena haciendo que el cinturón se me clave en el pecho. Sus ojos claros me miran con seriedad. —Es lo mejor que tengo, papá no responde las llamadas. No me extraña. —¿Mamá? —Olvídala, por ahora no puede saber nada. —Vale —susurro. No tardamos en llegar al hangar privado y como dice mi hermana, no hay nadie para checar los pasajeros, el piloto está listo y un hombre alto, de cabello oscuro, que va vestido con vaqueros y botas, sale del mismo. —Guau —susurro mientras mi hermana tira de mi maleta y yo tomo a Chanel —¿Hannah? —No lo mires como un caramelo, —me advierte con severidad. Sonrío para picarla. —¿Está vetado? Lo piensa unos segundos antes de asentir. —Pero él no lo sabe —inquiero con una sonrisa. —Samantha… —Ya, pero está hecho un bombón. Resopla antes de tirar de mi maleta. —Dariel, gracias por hacer esto por mí, — él la estudia unos segundos antes de asentir y darle una sonrisa a mi hermana que la deja hecha un charco en el suelo. Este me mira por encima de su hombro y sus ojos oscuros me estudian. —No tenemos tiempo, tu hermana me ha contado todo. No sé a cuenta de que ayuda a mi hermana, pero es mi salvación ahora mismo. —Gracias —susurro mirando a los lados. Se acerca a mí y me tiende la mano. —Dariel Anderson —le devuelvo el apretón. —Samantha. —Un gusto Samantha, sube. Camino hasta ella, pero me detengo junto a mi hermana. Nos miramos y antes de echarme a llorar, la abrazo con fiereza. —Todo va a estar bien, voy a demostrar tu inocencia. —Te amo Hannah, gracias por todo. —Sube y cuídate mucho. Acaricia a Chanel que está en su bolso antes de alejarse. Sin haber asimilado bien todo, subo al avión y mientras la misma recorre la pista sé que mi vida no volverá a ser igual. *****//***** Cuando al fin aterrizamos no tengo idea de donde estamos, solo sé que estoy dolorida, hambrienta y enojada con Thomas. —Bien, este es el plan —habla el hombre llamado Dariel —. No puedes contarle a alguien sobre ti. —¿A quién podría decirle? —lo miro con incredulidad. —Solo es un recordatorio, ¿acaso nunca has escuchado ese viejo refrán que reza; pueblo chico infierno grande? Sonríe de manera enigmática. —¿Qué? Miro por la ventanilla sin dejar de acariciar a Chanel. —Si fuera tú, me cambiaría de ropa. Miro mi atuendo de pantalón y chaqueta rosa. —No le veo nada de malo. Se ríe entre dientes. —Si tú lo dices —espeta antes de darse media vuelta y bajar. Sin más que hacer, me pongo de pie y le sigo. Me detengo en lo alto de la escalera y veo… Nada. Lo único que puedo ver es la torre de control y en la pista hay un pickup con un hombre esperando. —¿No se supone que debemos pasar por una revisión? —digo haciendo que Dariel se detenga en al pie de la escalera. Niega antes de ponerse su sombrero vaquero. —En Berea saben que es mi avión el que ha aterrizado —responde como si eso lo explicara todo. —¿Berea? —Bienvenida a Kentucky. Abro la boca, pero no sale ningún sonido. ¿Estoy en medio de un pueblo de Kentucky? Me siento como un Gucci en medio de un mercado chino… Jesús. Bajo las escalinatas del avión y cuando mis zapatos pisan el pavimento me dirijo a la camioneta que espera, al tiempo que el chico que supongo es el chofer, sube las maletas a la pickup. Pero es evidente que me mira con curiosidad. —Jefe, ¿de dónde sacaste a la Barbie Malibú? Jadeo ante sus palabras susurradas en un tono muy marcado. —Jeff, cállate y sube el equipaje. —Mi nombre es Samantha y no soy ninguna Barbie —espeto mientras me mantengo erguida con Chanel en brazos. Me estudia de pies a cabeza antes de asentir. —Claro, lo siento—, dice en tono solemne. Con eso se aleja mientras yo subo a la parte trasera camioneta antes de que alguien más pueda verme. No demoramos mucho es dejar la pista y como bien dijo Dariel, nadie le detiene. —¿Alguna novedad en el rancho? —Luna tuvo su potro esta mañana —anuncia —. Savannah aseguró que está bien. Apenas soy consciente de lo que hablan mientras veo tierras de lado a lado. —Hermoso, ¿cierto? Parpadeo y miro al frente para encontrar la mirada del hombre llamado Jeff. —No se compara como un amanecer en Florencia, pero no me quejo. Dariel se ríe y el hombre a su lado me mira sin entender. —Samantha es sobrina de Marian. ¿Que? Abro los ojos sin saber de qué habla. Me mira por el retrovisor. —Jeff es mi capataz. —¿Marian? —. Repite con incredulidad el mencionado. Mientras hablan, entramos a un camino de tierra y no tardo mucho en ver una enorme verja que dice Rancho "El Dorado." Subimos un sendero y me encuentro con una casa estilo rancho de grandes columnas bordeada por árboles. Jeff es el primero en bajar y solo quedamos Dariel y yo. —Recuerda que eres la sobrina de Marian, mi cocinera. Asiento. Al bajar de la camioneta sigo a Dariel hasta el interior donde espera una mujer pequeña de mediana edad y cabello castaño. Ella me estudia unos segundos y Dariel se adelanta hasta ella. —Marian, no preguntes, pero ella es tu sobrina —dice sorprendiendo a la mujer. —¿Perdón? —Inquiere y de reojo veo a Jeff entrar llevando el equipaje. Libero a Chanel y me arrojo a los brazos de la mujer. —Tía, ¡te he extrañado tanto! —Exclamo antes de bajar la voz—, solo finja —susurro. Ella asiente antes de darme un abrazo algo torpe. —Marian, no sabía que tenías una sobrina —Jeff habla. —Ya ves —murmura en tono algo desconcertado. Escucho cómo el capataz se retira mientras observo alrededor. Camino un poco y me percato del entorno. El piso de mármol, los techos altos y la decoración en tonos neutro contrastan con la luz que entra por los ventanales en la estancia. Frente a la chimenea se encuentran dos sofás de cuero sobre una alfombra mullida que hacen más acogedor el lugar. Una de las puertas corredizas está abierta y es por donde veo que Chanel sale. —Permiso —murmuro Sigo a mi perrita que corre como si fuera un animalito sin clase. —Chanel —la llamo y avanzo por el lugar, pero ella toma un desvío, así que la sigo. Atravieso una cerca y salgo a campo abierto, cuando cruzo por donde ella ha corrido encuentro establos y me detengo en seco cuando la encuentro con un perro que salta a su alrededor. —Perro malo —, digo señalándole con severidad —aléjate de mí Chanel —es un chucho blanco con negro y salta mientras Chanel adopta una posición sumisa. —¡No, señorita! —La regaño en tono serio antes de acercarme con la intención de salvarla cuando el perro salta asustándome. Todo pasa rápido, pierdo el equilibrio al intentar escapar y caigo sobre una especie de tina ahogando un grito. Emerjo jadeando, con el cabello pegado al rostro y miro alrededor. —¿Estás bien? Veo en dirección de la voz y me quedo muda cuando encuentro a un hombre llevando solo jeans, botas y sombrero vaquero. ¡Dios! Qué hombre, ¿es real? Sus ojos azules brillan con diversión mientras me ve en la tina. Me enderezo, aparto el cabello de mi rostro con delicadeza y señalo al animal. —Esa bestia me atacó. —¿Draco? —inquiere y mira al animal que ronda a Chanel. — ¡Aléjate de mí Chanel, chucho pulgoso! —Él no tiene pulgas y veo a tu perrita muy dispuesta. Chapoteo en el agua e intento salir, pero es inútil. —Tú debes ser la chica de la que Jeff esta hablando —niega —por cierto, estás en el bebedero de los caballos. Chillo y hago una mueca de repulsión. Alargo mi mano y el hombre da un par de pasos acercándose antes de tenderme la suya. La tomo y miro al perro. —Deberían castrarlo o tenerlo adiestrado, de seguro es igual de bestia que su dueño —farfullo antes de volver a caer al agua de los bebederos cuando el hombre me suelta. —¡Aahh! ¡¿Qué te sucede?! —Yo soy el bestia que no ha educado a su perro. Señor… ¿Por qué a mí? —Y, por cierto, —continúa en tono burlón —tu perra, fina, fina, no se ve —se ríe cuando Chanel pasa por delante del perro restregando su colita. Hago una mueca de horror. —¡No! Hundo mis zapatos en el bebedero y me pongo de pie bajo la atenta mirada del hombre. Indignada, tomo a Chanel ignorando el ladrido del chucho. —Draco, aquí. Le oigo decir en tono firme. Vaya, al fin. Observo a Chanel que gime. —Niña mala —susurro. De nada sirvieron las clases con César Millán. Miro al perro que ladra y doy un paso atrás. —¿Qué ha ocurrido, Luke? —Jeff aparece y mira la escena. —Un malentendido, Jeff… Así que la bestia tiene nombre. Luke… Mmm, lindo y sexy. Niego ante ese pensamiento y con los labios temblando por el frío que estoy sintiendo, respondo: —Pasa, que esta bestia no tiene modales. —Es un perro —, habla el hombre llamado Luke. —No me refería al cuadrúpedo. Frunce el ceño y yo le devuelvo la mirada. —Samantha… —Déjala Jeff— el hombre interrumpe al capataz y saca de sus vaqueros una correa antes de ponérsela al border collie. Se aleja sin darme una segunda mirada. —Bonita bienvenida —Murmuro sin dejar de ver la espalda ancha del vaquero cubierta con una camiseta. Chanel lloriquea en mis brazos y me doy cuenta de que no estoy sola. Jeff me observa con una mezcla de curiosidad y diversión. —¿Qué? Niega y levanta las manos. Con la poca dignidad que me queda me alejo de este, pero no sin antes escuchar su risa. —¿A dónde vine a parar? —. Cuchicheo.

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