Despierto sintiéndome mucho mejor, el brazo no me duele y me siento completamente descansado, siento la adrenalina pasando por mis venas, estoy seguro que si pudiera, iría a pelear. —Buenos días, amorcito —me saluda Ainhoa muy risueña, trae un bandeja con el desayuno. —Buenos días, vidita —contesto. Quiero que desayunemos aquí, y después me encargaré de ayudarte con la ducha. —Vaya, que buen plan. —Lo sé, es realmente bueno, tanto que le dije a Lupita que se podía tomar el día. —¿Lupita? —Si amor, así se llama la chica que se encarga de la cabaña. —No lo sabía. —¿No habías venido antes? —Si, pero no había hablado mucho con ella, es muy seria. —No lo es, pero creo que ustedes la imponen un poco. —¿Nosotros? —Si, los hermanos Watford, son imponentes. La acerco a mí y le doy un