Michel Somerlanders
Observo por el balcón y miro hacia abajo, son como cinco metros ¿Será que me mato? ¿¡Porque porque tiene que ser tan alto !? Miro hacia bajo una vez más y escucho pasos, rápidamente entro en la habitación, abre la puerta y corro a acostarme en la cama para que no sospechen nada. Veo a Marcia, la nana de Brayiam, entra en la habitación y respiro un poco aliviada.
—Señora —me habla y trato de disimular mi disgusto por llamarme así —le traigo algo de comer —dice maternalmente mostrándome una bandeja y me doy cuenta que no puedo enojarme con ella, no es mala.
—Gracias por la intención, pero no tengo hambre —hablo cortante aunque sé que ella no lo merece, pero mi orgullo es más grande y no puedo aceptar la ayuda y la caridad de nadie, cuanto desearía no tener tanta hambre, pero no voy a comer, tengo dignidad. Cuando salga de aquí lo haré con la cabeza en alto y luego comeré, comeré mucho.
—Señorita no ha probado bocado se va a enfermar —en su voz se siente la preocupación, me agrada esta señora.
—Lo que quiero es morirme, desaparecer, que me tragué la tierra. —Susurro, pero logra escuchar, solo niega y mis ojos se cristalizan - ¿Puedes hablar con él? hacerlo reaccionar, que me deje ir -le digo. —Él tiene a su María. —Yo siempre cuento contigo María —graba el desayuno —ella le coqueteaba. Y se sonreían. Solo piensa en lo horroroso que es tenerme aquí teniendo otra. —Hablo con asco —no sé qué hice para que me quiera a mí. ¿Cómo quieres estar con alguien que no lo ama? ¿Que no desea estar aquí? —Pregunto mirándola, se ve triste.
—Señora, coma ¿Sí? —Suspira con pesadez.
- yo no puedo
—Él se va a enojar más, ya lo está. Todos estamos pagando los platos rotos, solo excusas. —María siempre ha querido algo con el patrón, pero el no, o por lo menos nada serio. Usted es la señora de esta casa, tiene que darse ese lugar, usted está por encima de ella, tiene que estar firme —asegura con firmeza.
—Yo solo quiero irme lejos de todo, hacer mi vida, empezar de cero sin todo este infierno - respiro hondo y Marcia pone la bandeja de comida cerca de mí.
—Señorita, él no la va a dejar ir —me asegura. La miro mal - ¿Cómo puedes decir ese tipo de cosas así de tranquila? No tienes corazón.
- ¿Cómo puede ser tan cruel? ¿Cómo puede estar de su lado? —Le digo enojada.
—Él no me escucha y tampoco quiero problemas. —Me mira con tristeza —Señora haga un esfuerzo —niego.
—Te puedes retirar —digo dándole la espalda— y llévate esa comida. No quiero nada —Le aseguro.
Levanta la charola con la comida y la veo salir de la habitación. Me miró en el espejo, tengo determinado. Me voy a largar de aquí, Brayiam está loco si cree que voy a aceptar este mundo, esta vida. Respiro hondo, acomodo mi vestido y mi maquillaje con tranquilidad, siempre hay que ver bien ante cualquier situación. Salgo una vez más al balcón.
***
Brayiam Grosbfiad.
- ¿Comió? —Pregunto con algo de impaciencia. Marcia niega con algo de temor a mi reacción. ¡Maldita sea! ¿Qué acaso quiere morirse de hambre?
—Señor esta situación me preocupa —me dice y niego con frustración —no probó bocado, esa niña quiere morirse de hambre. Me pidió que hablara con usted y la dejara ir… —No termina de hablar al ver mi cara de enojo. —Es una estúpida ¿No lo puede entender? ¿Tiene problemas de entendimiento? ¿Es difícil entender? que no se va a ir nunca ¡NUNCA!
—Yo más tarde le subo algo de comer —hablo para tranquilizarla, Marcia ya es una señora de edad y ha estado conmigo desde siempre.
—Señor, ella no reacciona a los golpes ni a los gritos, si le habla bien así mismo se comportara ella y deje de estar sonriéndole a María. —rápidamente alzo la mirada hacia ella ¿A qué va eso? En el desayuno…
— ¿Quién te dijo eso? —rápidamente miro… miro sin entender y sonrió.
—La señora dijo que para que la quiere aquí si tiene a María. Que siempre está ahí coqueteándole y sonriéndole —habla con molestia y no puedo evitar reír —así que dijo eso. Quién lo dirá, es más observadora de lo que aparenta.
—Puedes retirarte. —Así que dijiste eso Mi muñeca.
—Señor venga a ver las noticias. —Dijo uno de mis hombres sacándome de mis pensamientos.
Entro en la habitación de seguridad y veo que en las noticias están hablando de Aron Miller, la mierda esa. Están diciendo que es un soldado, que tiene corazón y que el amor de su vida está en Londres y lo va a buscar y no sé qué mierda más. Apago la televisión ¿Quién se cree? ¡Ella es mía! Volteo y veo en una de las pantallas de seguridad a Michel parada en el balcón mirando hacia abajo ¿Qué piensa hacer? ¿No estará intentando matarse? No, ella no es así. Primero me mata antes de matarse, me río al pensar esa estupidez ¿Qué piensa hacer? La observo, está muy pensativa y triste ¿Acaso es estúpida al no ver qué mi propuesta es lo mejor que va a tener en la vida? Paso las manos por mí cabeza, está mujer me saca de quicio, pero su belleza lo vale, con ese vestido se ve tan delicada e imponente a la vez, es tan bella y sexy, podría pasar por un ángel. Me limito a observar cada uno de sus movimientos, de un momento a otro la veo sonreír como si supiera que estoy viendo. No te dejaré ir, digo en mi mente, Me gustas tanto y me excitas tanto, como nunca una mujer lo ha hecho, se quita los tacones y no hay que ser adivino para saber lo que piensa hacer.
— ¿Señor la detenemos? —me preguntan. Niego, quiero ver que va hacer, me intriga, observo que tira los tacones ¿Eres capaz? Se pasa la baranda y mira al vacío. Salta, me asustó al ver que se lanza. Abro bien los ojos al observar que cae de pie, hasta atleta nos salió esta muñeca. Mira a la cámara y saca su dedo del medio y tira un beso, río divertido. Toma los tacones, se acomoda el vestido y sale corriendo, —Señor —dice mi hombre de confianza y sonrío, la sangre me está hirviendo.
—Aún sonrío. —Déjenla que se divierta cinco minutos. —me río, tienes carácter, tienes agallas, eso me excita tanto...Sonrío maliciosamente, me encanta cuando me retan. Ya no la veo, se ha alejado, veo como le coquetea a uno de mis hombres y el muy imbécil va a caer. — ¡Vamos ya! —Grito furioso al ver que estoy a punto de perderla.
Me subo en el carro con mis hombres detrás, soy un cazador nato y ella es mi presa.
—Conduce rápido —hablo molesto, no se va a ir. Llegamos hasta el segundo anillo de seguridad. Cuando Michel ve el auto sale corriendo y mira para todos lados, no tiene escapatoria.
***
Michel Somerlanders
Lo veo salir del auto y corro con todas mis fuerzas pero no sirve de nada, no tengo escapatoria, estoy rodeada de diez hombres armados, me apuntan y respiro agitadamente. ¡Maldición! Ya casi convencía a este imbécil de que me dejara salir.
— ¿Qué ibas a hacer? —Me pregunta Brayiam entre dientes y esa mirada de asesino me hace temblar. No digo nada y eso le molesta más, me agarra fuerte del brazo, trato de soltarme pero me sujeta con más fuerza. —Te gusta jugar —asegura. Pero aunque tengo miedo no se lo voy a demostrar, lo reto con la mirada. —Juguemos.
—Déjame ir —le pido una vez más, lo miro a los ojos, puedo ver que está furioso. ¡Me va a matar! ¡Hay dios… baja del cielo y rescátame!
—Ya basta —me mira mal y yo me quejo —vas a ver el resultado de tu juego —me amenaza.
Me suelta y me da un beso en la frente a la fuerza y lo empujó con todas mis fuerzas.
— ¡Ella es MI MUJER! ¡DE MI PROPIEDAD! —grita, haciendo que yo me sienta humillada. —Veo que todos asienten y se dirige al hombre con el que yo estaba coqueteando hace unos minutos, observo aterrada cuando saca un arma de detrás de su camisa y le apunta
—Señor lo siento —suplica el hombre preocupado y nervioso. Veo miedo en sus ojos. Brayiam está enfermó, es un asesino ¡dios! ¡Que no le vaya a ser nada! Que no lo vaya a matar.
—Él no tiene la culpa —digo temblando, me mira con tanta frialdad haciendo que retroceda, trata de tocar mi rostro y retrocedo más, su cara cambia, está más enojado que antes, se gira encarando al hombre.
— ¿Sabías que ella es MI MUJER? —Pregunta con una lentitud y tranquilidad terrorífica, el hombre asiente tragando en seco. —Y aun así no te importó —aclara mirándolo con furia y odio.
–Señor, lo siento, perdóneme, no va a volver a pasar —ruega. Me limito a observar, mientras siento que el corazón se me sale del pecho. —Me dejé llevar, es una mujer muy hermosa —me observa de reojo. Al decir esas palabras solo hace que el enojó de Brayiam crezca, grave error.
—Ese fue tu pecado —dice y es ahí cuando lo sé, sé perfectamente lo que va a pasar, aunque no lo quiero aceptar. Brayiam me mira con una sonrisa oscura, carga su arma.
—Señor por favor —dice mientras se arrodilla y suplica por su vida, Brayiam camina hacia el con una tranquilidad terrorífica.
—Por favor Brayiam —reacciono caminando rápidamente hacia él, lo sujeto del brazo y me mira. —Fue mi culpa, yo le coqueteaba para que me dejara ir. —Me mira a los ojos y niega. —Entonces mátame a mí y no a él —le digo —acaricia mi mejilla y yo no me alejó. Aguanto aunque quiera tenerle lejos.
—Cuando doy una orden se cumple. —su mirada cambia y se torna muy fría —Su muerte la vas a llevar en tu conciencia —me dice —trago en seco al escuchar eso.
—Hago lo que quieras, te lo juró —suplico con ojos cristalizados, casi llorando —no voy a tratar de escapar.
—Quise ser bueno y no lo viste, ahora verás otra parte de mí —me asegura y lo miro asustada.
—Por favor. —le mire suplicante, él me sonríe y le dispara a sangré fría. No puedo mirar. Arrebató una vida así como así. Observo como cae el hombre al piso, quedo en shock.
— ¿Ves lo que haces? ¿Ves lo que me haces hacer? —Me pregunta. —Es tu culpa —estoy tan impresionada que ni siquiera respiro. —Muñeca, mírame —no puedo apartar mi mirada del hombre en el suelo lleno de sangre. ¡Mírame! —Me grita, no logro reaccionar, siento como me sacude de los hombros y lo miro. —Respira. —estoy viendo el c*****r, mientras mis lágrimas caen. —Respira. —No puedo hacerlo y siento un dolor en mi pecho al no poder hacerlo. — ¡Respira! —Grita y respiro —tranquila —susurra y tiemblo, me abraza con fuerza, yo sigo viendo al muerto. Toma mi cara y la entierra en su pecho. No puedo dejar de llorar. —Mírame —me pide, lo veo a los ojos — ¿Nunca has visto un muerto? — me pregunta y niego.
—Pobre hombre —susurro llorando y temblando. —Eres un asesino —susurro. Me mira y asiente.
—Puedo ser tu príncipe o tu monstruo, eso siempre depende de ti. —Seré lo que tú quieras —asegura.
Me carga y entierro mi cara en su pecho llorando, subimos en el auto y él no me quita los ojos de encima, me agarra de la mano y yo trato de alejarme de él.
- ¡Eres un asesino! —Le digo.