Para mí, sólo había dos tipos de debilidades: las físicas y las emocionales. Ambas poderosas y capaces de paralizar al cuerpo humano, ambas de las cuales solía sufrir desde niña y que poco a poco había aprendido a vencer: mi asma y el miedo. Por experiencia propia, sabía que podía vencer mis miedos y ser más fuerte cada día, pero cuando era mi cuerpo quien amenazaba con paralizarse, sólo quedaba tomarme una pausa en mi vida… —Definitivamente —decidió el doctor, mientras guardaba sus instrumentos—. Ese pequeño desmayo fue una recaída. —¿Una recaída? —preguntó Adam a mi lado, preocupado, mientras me ayudaba a vestirme. Con el pasar del tiempo, me había acostumbrado a las manos del chico pasando por mi cuerpo sin el más absoluto deseo, cosa que me hacía sentir más segura. —Sí, nada gr