Ahora no.
Y no había vuelto a hablarme. Supe que ya no quería nada conmigo. Así que lo acepté después de que vi unas fotos en i********: con una chica un mes después.
Había estado llorando después de nuestra última conversación porque hizo que me sintiera realmente mal que el pensara que no era yo la de las fotos. Lo entendía, claro que lo hacía.
También me sentía estúpida por haberle enviado todas esas fotos comprometedoras. Me sentía como si él solo me quisiera para eso. Hasta que me dijo que me quería y mi corazón empezó a bombear descontrolado.
Cuando le dije que lo quería, no mentía. Me había enamorado de Brad, o así lo sentía. Lo echaba de menos, mucho.
Echaba de menos que se preocupara por mí, que me llamara, que me contara como le había ido el día o simplemente que habláramos de trivialidades. Le había contado «casi» todo a Brad. Sabía cómo había sido mi vida y yo como había sido la suya. Le había confesado cosas que nadie más sabía y... todo se había quedado ahí.
Nuestros secretos, las fotos y mi corazón.
Había pasado casi un año de eso. Un año en el que los primeros meses lo había echado de menos. Un año en el que él a veces le daba like a mis fotos en i********:. Pero nada más.
Estaba en casa de mamá, sentada en el sofá viendo la tv, o haciendo que la veía. El año pasado no había podido volver a casa porque había estado trabajando todo el verano para poder seguir pagando el alquiler.
— ¿Qué te pasa? - me preguntó.
Me encogí de hombros mientras murmuraba un «nada». La relación con mi madre no era la mejor. Ella había intentado hacer de madre conmigo, pero no había funcionado.
— ¿Es por ese chico?
Fruncí el ceño - ¿Qué chico?
— El de Ohio. Tu hermana me lo ha contado.
Claro, que raro que mi hermana no cerrara el pico.
— No.
— Tu hermana me dijo que habías cambiado, que habías dejado de ser tan seria. ¿Ya no hablas con él? Aunque yo no creo mucho en las relaciones a distancia.
— No. - me levanté del sofá.
— ¿Por qué? - quiso saber.
— Cosas mías - cogí el paquete de cigarrillos y salí a la puerta de casa necesitando un poco de aire.
Miré con odio la casa donde vivían mis abuelos, que era justo en frente. Había vivido en esa casa cinco años, los cuales habían sido los peores. Mis tíos antiguamente, vivían en la casa que ahora mi madre vivía. Se la habían dejado y ellos se habían mudado a otra más grande.
No dudé en tocar mi mejilla mientras los recuerdos de lo que pasó se acumulaban en mi cabeza. A pesar de que ya habían pasado quince años.
Recordaba como mi hermana y yo salíamos llorando de esa casa para refugiarnos en casa de mi tía. Cómo él perdió la cordura un día cuando yo estaba sola en casa.
Un coche paró frente a mi casa y sonreí cuando vi el pelo rubio de mi prima.
Sonreí al verla y tiré el cigarrillo en el cenicero que allí casi siempre había.
Mi prima siempre había destacado por su bonito pelo, sus ojos y su estilo. Siempre que necesitaba algo de ropa para salir, iba a su casa y me probaba todo lo que tenía. Sus padres estaban muy bien económicamente y a ella no le faltaba de nada.
— ¿Cómo está mi pequeña pirata? - subió los escalones del porche.
— Vete a la mierda - le sonreí para después abrazarla. - ¿Cómo estás? - le pregunté después de abrazarla.
— Bien, todo bien. - se encogió de hombros.
— ¿Lo superaste ya? - dije refiriéndome a su amor platónico.
Ella suspiró y negó con la cabeza, sentándose en el primer escalón. La imite.
— Es la primera vez que me enamoraba de alguien así, y estoy jodida - negó con la cabeza.
— Oh vamos, Lucy, puedes tener al chico que quieras, y a él también.
Ella negó con la cabeza - Ni siquiera se ha fijado en mí - arrugó la nariz. - En fin, ¿Qué tal tú por Pennsylvania?
— Cómo siempre - me encogí de hombros.
— ¿Y qué tal con Brad? - Negué con la cabeza. - ¿Ya no habláis? ¿Por qué?
— Él quería que nos conociéramos y supongo que yo no estaba preparada.
Omití lo demás.
— ¡Oh vamos! Ese hombre es el más sexy que he visto en mi vida. Deberías de olvidar de una vez por todas tus inseguridades. Eres preciosa tal y como eres. Deberías de dejar de atormentarte por el pasado y dejar de mirar esa estúpida casa - dijo refiriéndose a la casa de en frente.
— Si, debería - murmuré.
— ¿Querías a Brad?
Aguanté el aire y lo solté. - Sí. Tiene novia ya.
— ¿En serio?
— Claro. Tiene que hacer su vida, no iba a estar esperándome toda la vida.
— Enséñamela.
Saqué mi móvil del bolsillo y no tardé en entrar en el i********: de la chica.
— Es fea - soltó. - Aunque tiene un cuerpazo. j***r.
Uní mis labios en una fina línea y le solté la noticia a mi hermana. - Me han cogido para hacer el máster en Columbus.
Ella dejó de stalkear a esa chica y me miró. - El destino - susurró. Rodé los ojos - En serio, Scarlett. Eso es el destino - sonrió.
Ambas miramos a casa de la abuela cuando la puerta se abrió. Salió la abuela, que nos saludó con la mano. Mi prima y yo levantamos la mano en modo de saludo y bajamos la mano cuando vimos aparecer a Charlie, mi abuelo.
— ¿Quieres venir a Ohio conmigo a buscar piso?
— Esa es la mejor proposición que he escuchado en mi vida - sonreí y supe que sería divertido ir con ella.
Era principios de Septiembre y estaba disfrutando de Columbus con Lucy. Ella estaba emocionada por salir de noche pero yo estaba demasiado cansada como para seguir su fiesta. Había estado tres días allí y llamé al último número que me quedaba.
Esperé pacientemente hasta que un hombre me cogió el teléfono. - Hola, me llamo Scarlett y estoy interesada en el piso de alquiler.
— Hola Scarlett. ¿Eres estudiante?
— Sí.
— Bien, en la casa ya hay una chica.
— Bien, perfecto.
— ¿Quedamos dentro de una hora para verlo?
— Perfecto, allí estaré.
Lucy removió su café y le dio un sorbo - No beberé más en mi vida.
Reí - Tú y yo sabemos que eso es mentira.
— Si, bueno - puso una mano en su frente.
Bebí de mi café y sentí la mirada curiosa de Lucy sobre mí. - Sonríe - la miré y vi que su móvil apuntaba hacia mí. Removí mi pelo y sonreí. - Preciosa.
— Tonterías - moví mi mano con desdén.
— ¿No te gustaría que él supiera que estás aquí?
— ¿Para qué?
Entré en i********: y la primera foto que salió fue de él y su novia. Se la enseñé a mi prima y esta hizo una mueca. - Iré al servicio. - me levanté dejándola a ella allí.
Me refresqué la nuca y me miré en el espejo. ¿Para qué iba a avisarlo? A pesar de que ya no hablaba con él, sentía algo. Amor, cariño... ¿Quién sabe?
Mi prima había subido la foto que me había hecho a mi i********: mientras que me duchaba. Había puesto la ubicación y un pie de foto tal como «Columbus mood»
Para que mentir, estuve pendiente de si Brad le daba like a la foto o si se conectaba. Nada.
Quedé con Gerard para que me enseñara el piso. Hombre de sesenta años, con malas pulgas. Mi prima hizo una mueca cuando ese hombre nos habló con ese tono de voz que te dan ganas de salir corriendo y hablar con alguien agradable. Subimos al tercer piso por el ascensor y a la izquierda.
El hombre llamó al timbre y nadie abrió. - Bueno, voy a tener que entrar - dijo.
La casa tenía una pequeña entrada y en frente estaba la puerta de la cocina. Me explicó todo lo que tenía y lo que no. El salón contaba de dos sofás, uno más grande que otro y de una televisión mediana. Había una mesa en medio y según él, la chica sse había encargado de poner los cuadros que allí había.
El salón era grande, también tenía una mesa para poder comer. Las habitaciones se encontraban en un pequeño pasillo, junto al baño. Había un plato de ducha y mi habitación sería la que estaba al principio del pasillo.
Después de decirme el precio del alquiler, acepté y firmamos el contrato.
Me senté en mi cama y llamé a mi padre. Mordí mi labio mientras los pitidos sonaban en mi oído.
— ¿Sí?
— Hola papá. ¿Cómo estás?
— Bien ¿Y tú?
— Bien, aquí estoy haciendo la comida. ¿Encontraste piso en Ohio ya?
— Sí. Por eso te llamaba, si podías ayudarme a hacer la mudanza.
Mi padre se quedó callado un momento. - ¿Tu madre no puede? - rodé los ojos.
— Ese día trabaja.
— Claro que sí, faltaría más. Tu madre nunca ha cogido un día libre por ti. Ni siquiera para acompañarte a un médico.
Suspiré - Papá...
— Está bien, está bien. Dime hora y día.
Colgué el teléfono y no tardé en abrir la maleta para meter la ropa.
Después de varios días, estaba metiendo mis maletas en el maletero de mi padre mientras que este metía varias cajas.
Mi madre me dio mi almohada y se la di a mi padre para después despedirme de ella.
— Llámame cuando llegues.
— Vale, ¡Adiós! - me despedí con la mano y me monté en el asiento del copiloto.
Me puse mis auriculares cuando salimos del pueblo, ya que mi padre iba escuchando las noticias por la radio. Bostecé y me recosté en el asiento para dormir algo. Eran las seis de la mañana y nos quedaba un largo camino.
Me quité las gafas de sol cuando me desperté. Miré a mi padre y vi que estábamos entrando en una gasolinera. - ¿Dónde estamos?
— Llegando, compraré café. ¿Quieres uno?
— No me gusta el café - murmuré - Un batido o zumo está bien.
Este asintió. Bajó del coche y bostecé. Richard, mi padre, era bombero. Mi padre intentaba ser un buen padre, pero no sabía cómo hacerlo. Mis padres me habían tenido con diecisiete y dieciocho años y no había funcionado. Me habían tenido tomando precauciones. No estuve en sus planes. Mi hermana fue él bebe que mejoraría la pareja. No lo fue. Se separaron a los tres años de nacer mi hermana.
Mi padre me dio el zumo y su café para que lo sostuviera. - Y bien - dijo - ¿Cómo te va... todo? - me miró de reojo. Esta situación me recordaba a Charlie y Bella en Crepúsculo, y era tan incómoda como se narraba en el libro.
— Bien - me encogí de hombros y le di un sorbo a mi zumo.
— Y de... ¿Chicos? - carraspeó.
— Estoy centrada en mis estudios.
— Bien, eso está bien - pareció tranquilo.
Mi hermana era más abierta que yo y era capaz de hacer que mi padre no se sintiera incómodo con alguna de nosotras.
Cuando llegamos a Columbus, quise besar el suelo. Odiaba los viajes incómodos y silenciosos, y este lo había sido. Abrí el portal y papá puso una de las cajas en la puerta. Sacamos todo del coche y lo dejamos en el portal para después subirlo el piso. Papá observó mi nuevo "hogar" con una mueca.
— No está mal.
— No.
— ¿Cuánto pagas por esto? - preguntó. Lo miré.
Mi padre había dejado de pasarle la pensión a mi madre cuando cumplí los dieciocho y no ha vuelto a preocuparse por mi economía, por lo que tenía que hacer malabares para seguir estudiando, ya que mi madre no tenía un trabajo con un buen sueldo.
— Doscientos cincuenta dolores, más el internet.
Mi padre silbó. - Vaya, ¿Y cómo vas a conseguir ese dinero? ¿Te lo pasa tu madre?
Dejé una caja en el suelo de mi habitación y lo miré - ¿Por qué te preocupas de eso ahora?
Mi padre me miró sabiendo que llevaba razón. - Si necesitas dinero, pídemelo. Tengo que irme, si no salgo ya, no llegaré a trabajar.
Salió de la habitación y lo seguí. - ¿Conoces ya a tu compañera de piso?
— Aún no. - dije quedándome en la puerta.
— Bueno, espero que te lleves bien con ella, y... cuídate - me abrazó y lo abracé de vuelta.
¿Qué era el amor? No lo sabía.
Entré en casa y cerré la puerta. Decidí meter la comida que había hecho en la nevera. La abrí y vi batidos de proteínas, verduras y cosas saludables. Escogí una balda del frigorífico y metí todo lo que traía, que no era mucho. Menos mal que mamá me había comprado la comida. Fui a la habitación y acomodé las cosas. Me llevé todo el día sola en casa. Mi compañera de piso no apareció. Ni siquiera para cenar.
Apagué aburrida la televisión y me fui a la habitación. Me tumbé en la cama y miré al techo. Cogí el móvil y entré en i********:.
La primera foto que me salió fue de él.
Cerré i********: y decidí dormir, deseando que el día de mañana fuera mejor que el de hoy. Deseando que mi compañera de piso no fuese rara y que nos lleváramos bien. Deseando que Brad me hablara, pero eso no iba a suceder.
Me desperté y miré la hora en el móvil. Las ocho menos cuarto de la mañana. Sin ganas, me levanté. Era sábado y tenía que ir a buscar trabajo. Así daba una vuelta por la ciudad y la conocía. Esperaba no perderme mucho.
Bostecé y me levanté, estirándome antes. Abrí las cortinas y vi que mis vistas eran otro edificio. Me puse las zapatillas y arrastré los pies hasta la cocina. Llevaba una camiseta de los bomberos de Michigan y unos pantalones cortos que utilizaba para dormir.
Fui a la cocina y decidí echarme un vaso de leche. No solía desayunar mucho por las mañanas, no como mi hermana, que si no la paraba, era capaz de comerse la despensa entera. Lo mejor era que no engordaba por mucho que comiera.
Abrí el mueble de arriba para guardar el vaso que había utilizado y el plato de anoche. - Buenos días - giré la cabeza y me di con la madera.
— Ay - dejé el plato en el fregadero y puse mis manos mojadas a un lado de mi frente, donde yo me había clavado el pico de la puerta - j***r - murmuré.
— Lo siento, no pretendía asustarte. - escuché el congelador cerrarse y miré que esas manos tatuadas llevaban una bolsa de guisantes.
Levanté mi rostro y lo miré. Sus ojos verdes me miraban y me sentí intimidada y confusa.
— No puede ser - murmuré.
Brad frunció el ceño - ¡Hola! - escuché la voz de una chica y pude ver a la novia de Brad en la puerta de la cocina. - Tú debes de ser Scarlett.
Tierra trágame. ¿Por qué el destino era tan malo conmigo?
Brad me miró sorprendido y me examinó, su mirada se quedó parada en mi mejilla izquierda.
— Hola - le sonreí a la chica - No se tu nombre - mentí. Por supuesto que lo sabía. Había estado stalkeandola a menudo.
— Soy Madison. - Ella iba metida en un bonito conjunto para hacer deporte. - Siento no haber estado aquí. ¿Llegaste ayer?
— Sí - le sonreí.
— Bien - miró a Brad. - ¿Qué haces con los guisantes?
— Ella se ha dado un golpe con el mueble.
— Oh, ¿Estás bien?
— Perfectamente.
Brad dejó los guisantes en la encimera a mi lado y aguanté la respiración. - Vamos, Madison. Antes de que haga más calor. - salió de la cocina.
— Se llama Brad, y hoy se ha despertado con el pie izquierdo. ¡Después nos vemos, Scarlett! - dijo feliz saliendo de la cocina.
— Adiós - conseguí murmurar antes de acordarme de todos mis antepasados por tener tan mala suerte.
Me apoyé en la encimera y respiré nerviosa. No sabía cómo sentirme. Salí de la cocina y cuando entré al salón, escuché la puerta de casa y me giré, viendo a Brad aparecer. Me quedé mirándolo con el corazón latiendo fuerte cuando él cogió mi brazo y me acercó a su cuerpo.
— ¿Qué haces aquí? - preguntó en voz baja.
— Me cogieron aquí para hacer el máster - me apresuré a decir.
Brad me miró y volvió a mirar a mi mejilla izquierda, donde tenía esa horrible cicatriz. - ¿Por esto no querías verme? ¿Por esta cicatriz? - levantó la mano para tocarla y moví mi rostro para que no lo hiciera.
No contesté y Brad me examinó.
— Tenemos muchas cosas de las que hablar - me soltó y se giró para volver a salir, dando un portazo
Cuando escuché la puerta cerrarse, fui a mi habitación, cerré el seguro y me refugié allí.
Cogí mi móvil y busqué el número de Lucy. Estaba sentada en el suelo, con mi espalda apoyada en la cama.
— ¡Hola! Por fin llamas. ¿Qué tal Ohio?
— Lo he visto - murmuré.
— ¿¡Lo viste!? - dijo emocionada y sorprendida.
— Su novia es mi compañera de piso.
— Eso es el destino y tener muy mala suerte, prima. - Cerré los ojos. - ¿Estás bien? ¿Qué te dijo?
— Me preguntó que qué hacía aquí y que teníamos cosas de las que hablar.
Decidí colgar porque mi voz se quebraba y toqué la cicatriz de mi mejilla sintiendo de nuevo el miedo y el dolor que había sentido.
Todas esas voces que de pequeña se habían metido conmigo diciéndome que ahora daba miedo porque tenía una horrible cicatriz y todas esas veces que había sido con personajes de película de terror, todo eso estaba en mi cabeza ahora.