7

2498 Words
Scarlett   Miré mi móvil, donde tenía doce llamadas perdidas de Lucy. La llamé y ella no tardó en cogerme el teléfono. - ¿Qué ocurre? -      Charlie ha vuelto a beber... - el aire se quedó atrapado en mi garganta - Le pegó a la abuela. -      ¿Ella está con ustedes? - me senté en el sofá. -      No. Sigue en su casa con ese borracho. A saber lo que le habrá vuelto a incitar a la bebida. Me quedé callada - Iré a ver a la abuela cuando pueda coger unos días libres. -      Vale. Te echa de menos. No la has visto mucho desde lo que pasó. Ni quería verla mientras ese hombre estuviera en esa casa. La visita de Alan me cogió por sorpresa, asi que allí estaba, esperando pacientemente a que el chico hablara. Me miró y le sonreí. - Estoy cansado de Charlotte. -      ¿Y eso? Se os ve enamorados. -      Me tiene harto con sus celos. Ni siquiera puedo hablar contigo sin que ella se ponga celosa, o con Hibat. Ella es mi amiga desde hace muchos años y ni siquiera puedo acercarme a ella. -      ¿La quieres? -      Sí, bueno - movió su cabeza de lado a lado. - No lo sé. Creo que ya estoy con ella por estar. -      ¿Y por qué no la dejas? - sugerí. Alan sonrió - No es tan fácil. Fruncí el ceño. ¿Por qué no? -      ¿No? -      Llevamos muchos años juntos. -      ¿Y? -      Nunca has estado en una relación, ¿No? Escuché la puerta de casa abrirse y miré extrañada hacia el pasillo para ver quién era. Madison se había ido hace un día, no la esperaba hasta la semana que viene. Mi sorpresa fue cuando vi a Brad. Fue a hablar pero sus ojos nos recorrieron a Alan y a mí, quedándose más tiempo en Alan. -      ¿Se puede saber por qué no has llamado y has utilizado la llave? Es más, ¿Qué haces tú con una llave? -      Es de Madison - dijo lentamente jugando con las llaves. - Hola - saludó a Alan. Este le respondió al saludo y Brad me miró. - Arréglate, te invito a cenar. Alan se levantó - Ya hablamos otro día. -      No - tiré de su brazo para sentarlo y me levanté. - Vamos a terminar de hablar y tú - señalé a Brad - Te vas a esperar - lo empujé al pasillo y volví con Alan. - No - suspiré - Nunca he estado en una relación. Lo del hipster, no contaba. Alan sonrió de lado - Te acostumbras a la rutina y a estar con la persona - se encogió de hombros. - No quiero hacerle daño. Lo comprendía, lo de que no quería hacerle daño, claro. -      ¿Y vas a estar toda la vida así por pena? Alan me miró sorprendido ante mi pregunta. - Tienes razón. Ya veré lo que haré. Gracias Scarlett. Me despedí de Alan y me dirigí decidida a la habitación de Madison, pero el no estaba allí. Fui a mi habitación y empujé la puerta despacio para ver a Brad husmeando en mis cosas. - ¿Qué estás haciendo? - Él ni siquiera se sobresaltó. -      He visto tus pechos tapados por tus manos - se giró con un sujetador mio en la mano - Y ver el tamaño de este sujetador reaviva mis ganas de verlos. Me apresuré a quitarle el sujetador y le di en su mano. - ¿Sabe tu novia que deseas verles el pecho a otras chicas? -      No - metió las manos en sus bolsillos - Pero ella no se va a enterar, ¿Verdad? -      Claro que no. -      No puedo ser tu amiga si me dices eso. -      ¿Decirte el que? -      ¡Si estás todo el tiempo hablándome sucio! - exasperé. -      Oh, bueno - Brad se tumbó en mi cama. Abrí mi armario - Y tampoco puedes entrar en casa sin mi permiso si Madison no está. -      ¿No? -      ¡No! - Cerré mi armario - Y no sé por qué estoy buscando algo que ponerme cuando no pienso ir a cenar contigo. -      ¿Por qué estás enfadada todo el tiempo? - se levantó de la cama. -      No estoy enfadada todo el tiempo. -      Las personas con depresión están serias y enfadadas todo el tiempo - me examinó. Me quedé callada mirando sus ojos verdes - ¿Alguna cosa más, Doctor? - alcé una ceja. -      Es el cumpleaños de Stella. Quiero que me acompañes, le agradaría conocerte más - dicho esto, Brad salió de la habitación, cerrando la puerta. Me apoyé en el armario y cerré los ojos. Antes de venir Alan, había estado discutiendo con mamá por el tema del dinero. Quería que le enviara trescientos dólares para ayudarle a pagar las cosas de la casa. Solo me quedaban cuatro cientos dólares para pasar el mes. Cuando le ingresara el dinero, solo tendría cien y apenas estábamos a principios.   Decidí vestirme, sabiendo que Brad me estaría esperando en el salón. Me miré al espejo y decidí maquillarme. Arreglada y con mi bolso colgado, salí. Brad estaba viendo la televisión y cuando aparecí a su lado, me miró fijamente. - Muy guapa, es increíble lo que hace el maquillaje. -      Vaya, gracias, Brad. Tú sí que sabes subirle el autoestima a una mujer - Caminé hacia la puerta, escuchando el resonar de mis botas de tacón. -      Sabes que no lo decía en ese sentido - me siguió. Bajamos por el ascensor y cuando salimos al portal, caminé a su lado, hacia su coche. El camino al sitio donde se organizaba la cena lo hicimos en silencio. La palabra depresión seguía rondando mi cabeza. No tenía depresión, solo estaba agobiada, eso era todo. La noche no tardó en ponerse sobre la ciudad. Miré por la ventana mientras una canción de Nicki Minaj sonaba. Stella y su novio, Taylor, estaban esperándonos en la entrada. Junto con un chico que había visto en alguna foto con Brad, y una chica con cuerpo de infarto. Me alegraba que Stella fuera como yo. Después de presentarme a todos y de que Stella me mirara con felicidad, entramos y nos sentamos. Dando comienzo a esa cena entre amigos donde yo no encajaba. Stella estaba a mi lado y Brad al otro. Ella no tardó en girarse hacia mí y empezar a darme conversación. Me había contado parte de su historia y yo le había contado lo poco que había de la mía. -      Brad puede llegar a ser imbécil - me dijo en voz baja - Pero le gustas. Espero que deje a esa arrogante novia suya. - arrugó la nariz. - No dejaba de hablar de ti cuando hablabais. -      ¿Brad? Stella asintió sonriente - No sé qué está haciendo ahora. Lo vi triste cuando dejasteis de hablar, después conoció a la chica deportiva. Lamí mis labios - No le gusto a Brad. Stella frunció el ceño y dejó pasar la conversación. Me llevé pensativa la mayoría del tiempo e incluso después en el coche. Me sentía triste y no sabía por qué. - ¿Que te ocurre? - miré a Brad. -      Nada. -      Has estado muy pensativa - me encogí de hombros y abrí la ventana del coche. -      ¿Podrías conducir un poco más? No quiero ir a casa. -      Claro. Apoyé mi cabeza en la puerta y deje que el viento diera en mi cara. Brad había salido de Columbus, para conducir por la carretera e iba a una velocidad moderada.   Me dejé llevar por mis malos recuerdos y mis pensamientos negativos. No sé cuánto tiempo se llevó conduciendo, pero para cuando llegamos de nuevo a Columbus, tenía la cara tan fría que podía pasar por un vampiro de Crepúsculo. -      Te acompañaré a casa - dijo al aparcar. Me colgué el bolso y empecé a caminar hacia el portal cuando Brad se puso a mi lado. - Stella es muy simpática - le dije. -      Lo es. Apenas has comido. -      No tenía mucha hambre, comí algo antes de que Alan llegara. Brad sacó las llaves del portal y me dejó entrar a mí para luego entrar él. Esperamos el ascensor. Lo que quedaba hacia casa, lo hicimos en silencio. Brad entró y lo miré, sabiendo que quería decirme algo. - Gracias por venir - asentí. - No te veo muy buena cara. - dio un par de zancadas hasta ponerse frente a mí para tocar mi frente. -      Estoy cansada, eso es todo. - Brad puso su mano en mi mejilla y con su dedo pulgar, rozó debajo de mi ojo, donde seguramente, una mancha grisácea se extendía. Mis ojeras. Brad frunció el ceño y me miró a los ojos para luego mirar a mis labios entre abiertos, que por cierto, se me estaban secando. Pasé mi lengua por ellos y Brad acercó su rostro a mí mientras seguíamos mirándonos. Si me acercara un poco, podría poner mis labios sobre los suyos, pero no lo hice, y él tampoco. -      Scarlett... - susurró pesadamente antes de separarse de mí. - Descansa. -      Gracias - me giré derrotada, caminando por el pequeño pasillo hasta mi habitación. Encendí la luz y dejé el bolso en el escritorio. Apenas pude dormir esa noche y me dediqué a deambular por el pequeño piso. Cuando ya estaba desesperada, me tomé una pastilla para dormir y ni siquiera sé si me dio tiempo a llegar a la cama. Estaba vistiéndome a la velocidad del rayo porque ya llegaba tarde a trabajar. Vi que Brad había dejado las llaves de Madison encima de la mesa y sonreí. Bajé por las escaleras poniéndome una cola y cuando salí a la calle, alguien me agarró el brazo, haciendo que mi corazón latiera con fuerza ante el susto. -      j***r, que susto, Brad - dije poniendo la mano en mi corazón. -      Es la última vez que te hecho cuenta. ¿Por qué no me abrías la puta puerta? He estado horas llamando, preocupado. -      Brad, llego tarde, no tengo tiempo - tiré de él. Necesitaba llegar a la parada del autobús. Me ignoró - Hasta que comprendí que quizás me estabas evitando. - apretó su mandíbula. - ¿Es que ya no me quieres? - ladeó su cabeza, observándome. -      No lo sé, Brad. ¿Me quieres tú? Después de eso, salí corriendo a la parada del autobús.   Ni siquiera cogí ropa para irme a Michigan. Cogí el autobús después de que mi jefa me negara el lunes como día libre. Mientras iba en el autobús, le envié un mensaje a Brad.   "Voy a Michigan por motivos familiares. La llave de Madison la tiene el vecino."   "¿Ahora? Podrías haber esperado a mañana, es de noche. ¿Está todo bien?"   "Sí"   Cuando llegué a Michigan después de horas allí sentada, Lucy estaba esperándome en la estación. Nos abrazamos y la noté asustada cuando me habló. -      La abuela insistió en verte. - la miré - Quizás tiene miedo de Charlie y quiere despedirse de todos. -      No digas eso - miré por la ventana. - Iré mañana a hablar con ella, cuando Charlie salga de casa. -      Ella está golpeada, Scarlett. No quiere denunciarlo. Mamá se quedó sorprendida al verme allí, y me regañó por haberme gastado dinero en ir para allá. Si ella no me pidiera tanto dinero, ahora no estaría yo así. Me dijo que la abuela estaba bien, pero como siempre, su percepción de la realidad no era como el de los demás. Ella seguía viviendo en un mundo de sol y arco iris, ignorando todo lo que sucedía. La abuela tenía un ojo morado y su brazo vendado. Después de abrazarla con cuidado me senté en una silla, sintiéndome incómoda en esa casa. Me había llevado diez minutos debatiendo si debería entrar o no. -      Que alegría verte - me sonrió. - Ojalá nos hubiéramos visto en otras condiciones. - cogió mi mano. -      ¿Por qué otra vez, abuela? Ella soltó mi mano y limpió sus lágrimas con un pañuelo de papel. - No lo sé - dijo con la voz temblorosa. - Llegó borracho y-- La puerta se escuchó y me levanté tensa de la silla. Charlie no tardó en aparecer y nos miró con detenimiento. Sus ojos estaban caídos y vidriosos. Había estado bebiendo. - ¿Otra vez dando pena, Julie? - dijo de forma amenazante. - Y tú - me señaló - No tienes derecho a entrar en mí casa y hacer llorar a mi mujer. -      ¡Charlie! - la abuela se levantó para ponerse delante de mí y el la empujó cuando yo empecé a correr, cómo mi madre había hecho ese día. Pasé por debajo de la mesa para poder dirigirme a la salida mientras escuchaba a mi abuela llorar y a Charlie maldecirme.   Mi abuelo consiguió alcanzarme y chocar mi cuerpo contra la pared, donde había un reloj. Mi abuela gritó para que me soltara y él me empujó donde estaba la silla donde me había sentado. Fui de boca hacia la silla y jadeé. Me levanté mientras mi abuela lo sujetaba y yo pude salir corriendo. No tardé en coger el autobús de vuelta antes de pedirle a papá dinero para pagar aunque sea el alquiler. Me sentía fatigada y abrumada por los acontecimientos. Llegué el lunes a casa antes de ir a la Universidad. Me duché mientras el té que me había preparado se enfriaba. Salí de la ducha y saqué de mi cartera el dinero para el alquiler, sabiendo que si lo llevaba encima, me lo gastaría en algo de comer. Me había traído algo de comida de casa y con eso tiraría durante lo que quedaba de mes. Dejé el dinero debajo de una figura de cerámica y salí corriendo a clases. Hibat me invitó a desayunar, cosa que agradecí, pero que no me sentó nada bien. Alan seguía con Charlotte e Hibat seguía odiándola por consumir a su mejor amigo. - Tienes muy mala cara, dijo Alan. - ¿Te encuentras bien? - puso una mano en mi hombro. -      Ella siempre tiene mala cara - dijo Charlotte. La ignoré - No he estado durmiendo mucho. Cuando llegué al trabajo y no vi allí a nadie, me temí lo peor. Mi jefa me miró con tristeza. - Lo siento, Scarlett. No doy para pagar todo esto, no viene tanta gente como debería y estoy endeudada hasta el cuello. No tenía trabajo. Me despedí de mi de la que antes era mi jefa y salí al frío de la calle. Cerré los ojos. Todo había ido tan bien durante un tiempo que no me podía creer que mi suerte estuviera cayendo de nuevo. Caminé a casa sin tener dinero para coger el bus. Caminé con la cabeza gacha sin saber qué hacer. Buscaría otro trabajo, pero no tendría el dinero a tiempo para pagar el mes siguiente. Llegué a casa con ganas de pagarle el alquiler al dueño y acostarme. Sentía una pesadez en mi estómago y las náuseas en mi garganta. Abrí la puerta y entré en casa. Escuchaba ruido en la habitación de Madison. Fui a coger el dinero y no estaba. Fruncí el ceño y fui a la habitación de Madison. Entré sin llamar y vi que Brad la tenía acorralada en su armario y que ambos se besaban con pasión, hasta que me miraron. -      ¿No sabes llamar? -      Donde está el dinero para el alquiler que estaba en el mueble. -      Ah, ¿Era tuyo? Pues lo cogí para comprar alcohol. Mañana es mi cumpleaños. Me quedé mirando a Madison, no sabiendo que hacer con mi vida en ese momento. Si matarla e ir a la cárcel, o tirarme en el suelo a llorar.  
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD