Una mañana cuando llegamos al taller está lloviendo tan fuerte que atravesamos por recepción hasta el despacho. —Como llueve, ¿no jefe? Buenos días, Gina. —Hola, Ben —digo. Blake gruñe y se revuelve el pelo mojado. Dije que tendríamos que haber salido con paragüas. Me coge de la mano y me lleva hasta la puerta del despacho que conecta con este interior. Si no hubiera una tormenta tan intensa seguro que hubiéramos escuchado antes de abrir la puerta. —¡j***r! Cerramos la puerta enseguida y no sé si reirme o preocuparme de que me esén arrugando todos los papeles. —¿Y ahora qué? —dudo. —Yo te he dicho que era un día de mierda y tendríamos que habernos quedada en casa a follar como ellos. Estoy a punto de admitirle que tiene razón, pero se escucha el ajetreo dentro del despacho y