El agua caliente me abraza como un susurro tibio que intenta persuadirme de quedarme en este lugar fuera del tiempo. Estoy hundida hasta el cuello en la bañera de mármol, rodeada de espuma perfumada con lavanda y vainilla, cierro los ojos y dejo que el vapor me envuelva los sentidos. Las luces tenues de las velas parpadean suavemente, creando sombras danzantes que se mueven con la lentitud de mis pensamientos.
Han sido días tranquilos. Sospechosamente tranquilos. Y no porque no los haya disfrutado, sino porque mi instinto se revuelve bajo la superficie como un animal que sabe que algo se avecina. La calma siempre es bella, sí. Pero también es traicionera. Es la inhalación antes del grito. El segundo exacto antes de que estalle una tormenta.
Deslizo mi mano por el brazo, donde la herida d
