CAPÍTULO 23.

2925 Words

El ruido del coliseo aún resuena en mis oídos cuando dejamos el ligar por una de las salidas laterales, ocultas a los ojos de la mayoría. No quise mirar atrás. Dos peleas más habían sido suficientes para dejarme claro lo desagradable que es todo dentro. Ya no siento el frío de las profundidades del coliseo, donde las luces rojas lamían los muros y la sangre se mezclaba con el sudor y los vítores de la multitud. Siento náuseas, pero no físicas. Son más bien un rechazo profundo, visceral, como si el alma me gritara que lo que había presenciado no debía existir… y, sin embargo, existe. Y no solamente eso. Es aplaudido, venerado, mercadeado. Al lado mío, Gedeón camina con esa tranquilidad que solo puede tener a alguien que no se impresiona por nada. O que ya ha visto tanto, que el umbral del

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