POV. GEDEÓN. La madrugada aún no roza el horizonte cuando salgo del cuarto de baño. El reloj marcaba las cuatro y media, y todo en la casa que ocupamos desde el atentado en la mansión parece suspendido en una quietud artificial, como si el tiempo mismo contuviera el aliento. Cierro la puerta con cuidado, casi sin hacer ruido, aunque sé que Vivian duerme profundamente. La observó unos minutos antes de irme, aferrada a la sábana, como si su cuerpo temiera el frío que trae la ausencia. Su cabello está derramado sobre la almohada como tinta sobre un lienzo blanco, su respiración es pausada, ajena al mundo en el que yo vivo. No quiero dejarla. Pero hay cosas que no pueden esperar. Deslizo el abrigo sobre los hombros y bajo las escaleras sin encender ninguna luz. En la planta baja no encu