Tania llegó al castillo y Alexander bostezó – mamá, ¿cuánto tiempo nos quedaremos? – Solo un par de horas cariño, el tiempo que me tome cortarle las bolas a tu padre. Alexander tembló y se apartó sintiendo pena por su papá. – Díganle al rey que quiero verlo – cruzó los brazos con enfado – y que tiene cinco minutos para aparecer o lo haré llorar. A su lado Alexander quiso dar otro paso atrás, tenía doce años esa primavera y gracias a su último periodo de crecimiento se veía de quince, lo cual aprovechaba para sonreírle a las sirvientas del castillo. – Alexander Eliseo, te estoy viendo. Era imposible a menos que su madre tuviera ojos en la espalda, pero no se atrevió a desconfiar. Cinco minutos con cuarenta y cinco segundos después llegó Elliot Diaval y miró a su esposa. – Así que...