Un objetivo movible con una pequeña cabeza redonda que giraba de izquierda a derecha en reconocimiento antes de bajar y reanudar sus acciones, ojos que miraban en busca de aquello que alertaba su instinto y un pelaje suave y brillante. Varios segundos después, su instinto se calmó y comió apresuradamente. Golpe. Una sola piedra lanzada a gran velocidad impactó en el punto preciso para hacer más daño y su presa cayó al suelo. – Buen trabajo – sentenció Mariana. – ¡Ángel! – ¡Mamá!, mira le di. Había un momento para sentirse orgullosa de su hijo y ese no lo era – Ángel, podrías decirme qué te hizo la ardilla. – Estaba ahí. – ¿Y no crees que ella sintió mucho dolor? Los ojos almendrados del niño de seis años giraron hacia el cuerpo de la ardilla que seguía tirado sobre el césped, su