Capítulo 2

1457 Words
Un caballero alto, de gallarda figura, cabello negro y ojos verdes se adentro en mi oficina, conforme avanzaba hacia mí, note que las facciones de su rostro eran de formidable perfección, aunque poseía una cicatriz que comenzaba desde su frente y atravesaba su nariz bajando hasta el extremo de su mejilla izquierda. Mantenía una mirada rígida, estrictamente disciplinada. Era fascinante como su simple presencia perturbo mis sentidos, me sentía intimidada pero no solo eso, su imagen, a pesar de ser hermosa inspiraba temor. Trague saliva y me puse de pie instintivamente para recibirlo. — ¡Majestad!— pronuncio en un gran tono austero haciendo una reverencia ante mí y volviendo a enderezarse. Mi piel se erizo al escuchar lo profunda y masculina que resultaba ser su voz—Agradezco infinitamente que se tomara la molestia de recibirme, es para mí un honor conocerla finalmente. — ¿Usted no me conocía?—cuestione realmente sorprendida. —Conocía muy bien el nombre de la reina de Athos, majestad, pero no había tenido la oportunidad de conocerla en persona, ni siquiera el día de la coronación. Lamentablemente en aquella época mi difunta esposa convalecía y no me fue posible asistir a la ceremonia. La expresión del general cambio de un momento a otro, aquella mirada severa se convirtió en una mirada melancólica durante unos segundos, quizás recordando a su esposa. —Lamento la muerte de su esposa general, no puedo imaginar el dolor de su pérdida pero por favor permítame manifestarle mis condolencias a pesar del tiempo que ya ha transcurrido desde su fallecimiento. Aclaro su garganta y volvió a recomponerse. Coloco una mano en el pecho y agacho la mirada. —Mi perdida sin duda no es nada a comparación de la suya majestad. Por favor reciba mis condolencias y mis disculpas por no encontrarme en servicio cuando mi país así lo requería. Si tan solo yo hubiese estado presente tal vez el rey Fitzwilliam no hubiera fallecido. Me culpo por ello y por favor perdóneme. Su nombre, el escuchar nuevamente su nombre lastimaba profundamente la herida que aun estaba en mi corazón. Suspire y respondí: —General Vasiliev por favor no se culpe por lo ocurrido, fue un hecho terriblemente lamentable pero usted podría ser la última persona en la tierra a quien yo podría culpar por la muerte de mi esposo pero agradezco la intención que ha tenido al demostrarme sus condolencias. El caballero alzo la vista y la fijo en mí y tan solo por un segundo mostro una mueca algo parecida a una sonrisa, estaba aliviado de escuchar mis palabras. —Espero no haberla ofendido... —En lo absoluto general, pero por ahora solo puedo pensar en lo beneficioso que será para el reino contar con su presencia en el frente de batalla. —Estoy de acuerdo con ello majestad, peleare por el bien común de nuestro reino y vengare la muerte del rey en su nombre y en nombre del príncipe. —Tome asiento por favor— dije señalando el asiento frente a mi escritorio. El general Vasiliev se aproximo obedeciendo mi sugerencia. Saque de uno de los cajones de mi escritorio algunos documentos oficiales que el general debía firmar antes de tomar el absoluto control del ejército. Se mantuvo callado mientras le explicaba la razón del porque debía firmar. —Solo es en caso de que usted llegue a fallecer en batalla, se le retribuirá a su familia o a algún pariente cercano. —Estoy seguro que regresare con vida majestad—dijo determinado. Sus palabras me recordaban a William— Debo regresar por el bien de mis hijas. —Si tiene hijas entonces debe pensar en su bienestar ¿Puedo atreverme a preguntarle cuáles son sus nombres? —La mayor se llama Margaret, tiene siete años y la menor se llama Luisa, tiene cuatro años. Ellas son lo único que tengo y yo soy lo único que les queda majestad, creo que podrá comprender que han perdido a su madre y si yo muero nadie más se apiadara de ellas. El que usted les dé una retribución por mi servicio, solo llamara a la gente hipócrita que seguramente querrá aprovecharse de la ausencia de sus padres. Así que estoy determinado a volver y cuidar de mis hijas— pronuncio rígidamente, pero podía comprenderlo. Quizás ya había pensando en todas las posibilidades que pudiesen ocurrirles a sus hijas. El corazón se me hizo pequeño al escuchar sus edades. No imaginaba cuán grande era su dolor, habían perdido a su madre a tan corta edad y ahora su padre debía marchar a la guerra. —¿Quién cuida de sus hijas en este momento? —Una vieja amiga de mi difunta esposa, hace tiempo se desempeñaba como doncella de una joven aristócrata pero fue despedida por un infortunio descuido de su parte. Mi esposa la contrato como sirvienta en nuestra casa y mis hijas le tomaron cierto afecto hasta que mi esposa falleció. Me sentí avergonzada y mire al suelo. No sabía que decir, había preguntado cosas que no eran de mi incumbencia. —Comprendo—dije después de un tiempo—Espero no haberlo incomodado con mis preguntas general Vasiliev. —En lo absoluto majestad y por favor no debe darle excesiva importancia a los sucesos que acontecen en mi vida—expreso can tal seriedad dejándome un tanto perpleja. Más tarde continuó firmando los documentos sobre mi escritorio. —¿Es todo majestad? —Si, por ahora. Levantó la vista, su mirada era fría, casi inexpresiva pero yo había visto algo en sus ojos que a diario veía en los míos. Había dolor, mucho dolor y también soledad. Sus hijas eran su tesoro pero también tenía un deber que cumplir con el reino, así como yo, pero desgraciadamente teníamos otra cosa en común, él había perdido a su esposa. Y cuando alguien muy cercano a ti muere, se lleva una parte de ti consigo. Y media parte de tu alma, así como tú corazón muere con esa persona. Y lo sabia porque yo también me sentía de la misma manera. Por primera vez en mucho tiempo me sentí mejor de cierta manera, porque tontamente crei que yo podría ser la persona más desdichada en todo el reino porque ya no volvería a ver al amor de mi vida y sin embargo olvide que allá afuera, las personas también sienten y también sufren y no solo yo había perdido a un ser amado, pero quizás en todo este tiempo lo único que deseaba era que alguien sintiera mi propio dolor. Se reincorporó tomando una posición recta y rígida. Me miro una vez más y tan solo un segundo después hizo una reverencia. —Entonces me retiro majestad. Con su permiso. Caminó un par de pasos haciendo reverencia y después se reincorporó y giro hacia la puerta. La abrio y la cerro una vez que se marchó. Finalmente suspire estaba algo avergonzada y también un tanto perturbada por la presencia del general. No solo era su actitud reservada si no que aquella cicatriz enorme en su rostro influía inmensamente en mi curiosidad. Días más tarde, el ánimo en el palacio se sentía un poco mejor con la llegada del general Lorian Vasiliev. Apesar de su obvia falta de interés por la emoción que todo el mundo sentía gracias a él. Había esperanza una vez más, un líder para un ejército que necesitaba uno y pronto comenzaron a escucharse rumores, chismes e historias referente a su persona. Historias que hablaban sobre sus grandes hazañas incluso sobre cómo se había realizado esa cicatriz. Después de haber escuchado esa historia no podía quedarme con los brazos cruzados, quería saber todo acerca de ello, pues se decía que a causa de William, el general Lorian había recibido aquella marca de por vida sobre su rostro. Me dirigia hacia el despacho del consejero Burckhardt, y entonces  mientras caminaba por el pasillo observé por lo grandes ventanales que el general Lorian caminaba y observaba los jardines. El piso desde donde yo le observaba estaba muy alto  pero estaba segura que era el general Lorian, podía reconocer esa amplia espalda y esa posición tan recta, jamás había conocido a alguien como él, ni siquiera William podría compararsele. Y entonces en un acto repentino levanto la vista como si mirara hacia mi, pero era imposible que pudiera observarme, sin embargo me quedé unos momentos así, especulando en mi mente si él en verdad era como todo el mundo lo veía. O quizás él era más de lo que aparentaba. Yo no podría definir al general como un hombre  inflexible o arrogante, un hombre que se preocupa por sus hijas no puede ser llamado como desalmado o al menos muchos le dicen así.
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