Descubrí en el espejo nuevamente a la joven reina que alguna vez fui, mis mejillas lucían coloradas gracias al poco maquillaje que la condesa, a pesar del tiempo y la situación conservo. Arreglo mi cabello con un pequeño broche en forma de una gardenia blanca, casualmente mi flor favorita. Tal vez ya no deslumbraba como antes, este vestido ni siquiera se podía comparar con los antiguos vestidos de finas telas, que relucían en detalles elegantes y ostentosos encajes de seda. Pero si, la veía de nuevo, esa mujer de apariencia frágil pero de mirada justa y señorial estaba ahí frente a mí, lo único que nos separa era un sentimiento de angustia. Ahora debía salir y enfrentarme a mi destino. —Una guerra no cambiara su belleza, majestad— a la condesa pareció satisfacerle el resultado de la trans