Al abrir sus ojos, las imágenes de la noche pasada y todo lo que había dicho llegaron como rayo para atormentar la paz de la mañana. Se sentó y frunció sus labios, miró hacia sus costados y no había nadie. "Idiota, idiota y mil veces idiota", repitió en su cabeza mientras se daba en la cabeza con una palma. La idea desde un principio era mantenerse al margen de la vida de Katia, no pensar cosas contra su líder y llevar sus sentimientos solamente en su interior; jamás compartirlos, jamás declararlos. Pero ya estaba hecho, ya había dicho todo gracias a que se dejó llevar por los dulces efectos del alcohol, sin embargo, sabía qué haría para remediarlo. La puerta sonó y miró hacia ella, creía saber quién era. —Adelante. Una cabeza pelinegra se asomó tras la puerta, era Samuel. —Pasa, no