Hace semanas que sus mañanas eran más dulces y los días parecían ser dignos de disfrutar, finalmente y luego de muchas cosas Katia podía volver a sentirse viva y a sonreír por eso. Esa tarde estuvo sola en la inmensa mansión de ese clan, sintiéndose inmensamente a gusto por estar disfrutando del silencio de ese gran y extrañamente cálido inmueble, sintiendo de fondo el sonido del agua de la pileta del delfín en el patio. Se había encargado de abrir el ventanal del salón principal para poder oír la naturaleza afuera, usando eso como música mientras bailaba en el caño. Pensó que hacía días no lo usaba para nadie, y comenzaba a extrañar que Franco la admirara por lo que era capaz de hacer en ese tubo de fierro, aquel que le dio el primer pase de jugada para llegar al área de la sensibilid