El Heredero

Eirian y Orión se fueron a su luna de miel. La familia y los invitados regresaron al interior del hotel. Rynold y Suyen sabían que aún no estaba todo listo, en unos meses más su hija daría a luz a un nuevo Futtaim, aquel niño o niña sería criado bajo la estela de la primera familia. Debían hablar con Eirian y Orión cuando regresaran de su luna de miel, eso implicaba visitarlos en Nueva York. —¿Cress qué todos estén de acuerdo?— le preguntó Rynold a su esposa. —Yo espero que sí, además supongo que Julián no querrá criarlo— le dijo Suyen—. Es algo fuerte para él lo que sucedió con su primo. Sabes que es hijo único y Marcus era como su hermano. —Todas las familias tienen problemas— dijo el mayor. —Sí, pero la nuestra se lleva los honores— le habló su mujer con molestia. Rynold dio un suspiro y fue por unas copas de vino. Mientras que los invitados regresaban a sus habitaciones, los chicos quisieron quedarse un poco más. Los abuelos de Orión regresaron a su dormitorio con Irma. —¿Cuándo regresarán a Nueva York?— les preguntó Carly con algo de tristeza, realmente iba a echar de menos a Amanda. —En dos días más— le dijo Dilan. —La próxima semana las niñas entran a clases— dijo Kendall mirando a su hija. —Y tú también— le dijo Nicholas a Carly—. Debes prepararte para la universidad. Julián y Yerko estaban algo callados, más Julián que poco a poco se le pasaba el calor del alcohol. El pelinegro comenzaba a ver más claramente lo que había hecho con el detective, no era que se arrepintiera, pero realmente no se creía lo que había hecho. Para su asombro le había gustado. —De todas maneras vendré para las vacaciones— le dijo Amanda a la pelinegra. —¿Está bien don Julián?. Tiene la cara algo pálida— le habló Kendall. Julián espabiló. —Estoy bien, es sólo que me quedé en el limbo— le dijo el pelinegro al guardaespaldas. —Más bien te quedaste pensando en alguna conversación interesante que tuviste— le sonrió Carly—. Al menos ya no te ves tan deprimido. —¿Estabas deprimido?— le preguntó Nicholas—. Oh vamos, no debes ponerte así por las bodas, los recuerdos malos déjalos en el pasado— puso su mano alrededor del cuello de André. —Y ustedes supongo que ahora comenzarán a ver los detalles de su boda— les sonrió Dilan—. Después de todo agarraste el ramo bendecido por Orión. Los demás se pusieron a reír, pero miraron atentos a la parejita. —Supongo que no hay que apurarse con eso— dijo André algo nervioso, realmente no se veía casado y con un hijo. Ahora que su suegro sabía seguramente también lo apuraría con el asunto de un heredero. —No hay que apurarse, pero tampoco lo haré a largo plazo— le dijo Nicholas a su novio—. Yo me haré cargo de todos los preparativos. —Cuenta conmigo— sonrió Carly. —Conmigo también— le dijo Julián a su cuñado. —Gracias— les sonrió Nicho. Belén se había quedado dormida en brazos de su padre. —¿Te acompaño a la habitación?— le preguntó Yerko con un tono algo dulce. Todos miraron a ambos hombres. —Que bueno es nuestro querido detective— le sonrió Nicholas. Yerko cayó en cuanta que debía ser algo menos evidente, Julián se tensó levemente. —No digas disparates— le dijo el pelinegro a su cuñado—. Me iré a descansar. Nos vemos mañana— Julián se levantó de su asiento. Yerko se despidió y siguió a Julián. —Bien, es hora de regresar a las habitaciones— les dijo Kendall a las tres niñas. Éstas suspiraron e hicieron caso. Los demás se levantaron de sus asientos y regresaron a sus pisos. Mientras la noche avanzaba, el auto que llevó a los recién casados se detenía en el pequeño puerto de la isla. Ahí los esperaba el yate de Eirian que los llevaría a dar un paseo por los hermosos mares, y así conocer algunos países de interés para ambos. —¿Es éste el yate que usó Julián?— le preguntó Orión a su esposo. —Así es— le dijo el rubio—. Pero no tienes porque acordarte de eso— lo reprendió suavemente—. Es nuestra luna de miel, amor. —Lo siento, era sólo una pregunta— le sonrió el castaño. Eirian echó a andar el yate mientras su novio bajaba a cubierta en busca de champán y dos copas. Luego Orión se reunió con su esposo. —Bien amor— le dijo el castaño dándole el champán. Eirian lo abrió haciendo que el licor saliera de la botella, sirvió las copas. Luego dejó la botella a un lado, Orión le sonreía. —Brindemos por nuestro nuevo comienzo— le dijo el rubio chocando los cristales. —Por nuestro nuevo comienzo— sonrió su esposo. Bajo la luz de la luna bebieron de la suave champán e hicieron el amor sobre la cubierta mientras el yate avanzaba por el ancho mar. Un nuevo día comenzaba y la familia se disponía a regresar a la ciudad, Carly sabía que le quedaban sólo horas para estar con Amanda y las niñas. Iban de regreso en el enorme yate de Rynold. —Chicas que les parece si llegando a la mansión salimos a almorzar, después de todo el tiempo ya está corriendo— les dijo Carly. Estaban desayunando sobre cubierta. —Hagamos varios recuerdos— le dijo Amanda con una sonrisa. —Ya no hablen así que voy a llorar— les pidió Antonella con rostro triste. Debby le acarició la espalda. —Dijo Amanda que volverá para las vacaciones, nosotras también podemos volver— le dijo su amiga. —¿Y pediremos el dinero a nuestras madres?— le preguntó Pía—. Que no se te olvide que hemos venido gracias al tío Kendall, y no vamos a estar tomadas de sus costillas. Debby guardó silencio. —Sí quieren venir sólo tienen que coordinar con Kendall y nosotros les regalaremos los pasajes— les sonrió Nicholas—. Carly estará feliz de verlas. Las cinco chicas se miraron felices y le dieron las gracias al rubio. —Julián— le dijo Suyen al pelinegro, éste la quedó mirando—. Con Rynold venderemos tu actual casa, mientras compramos otra te quedarás con nosotros en la mansión. El pelinegro la quedó mirando y asintió. —Muchas gracias— le dijo. —No hay que darlas— dijo la mujer— Después de todo fue mí hija la que te faltó. Julián guardó silencio. —Detective— le dijo Rynold—. ¿Cree que haya alguna posiblidad de tener una reunión con mi hija?. Todos se quedaron en silencio. —Supongo que no habrá problemas en hablarlo con el magistrado— le dijo Yerko—. Podemos concertar la cita cuando usted me avise. —Muchas gracias— dijo Rynold. El detective miró a Julián. El pelinegro intuía que su suegro querría hablar con Linsai por el tema del bebé. Además debían hablarlo con Marcus, después de todo el tipo estaba vivo y era el padre de esa criatura. Al terminar de desayunar, algunos se fueron a cubierta a mirar la costa mientras regresaban al puerto. Julián estaba en uno de los dormitorios dejando a Belén sobre la cama, la pequeña se había quedado dormida tarde con el asunto de la fiesta por lo que aún no sacaba el bien el sueño. De pronto golpearon la puerta y abrieron. —¿Puedo pasar?— preguntaron de pronto. El pelinegro miró hacia la puerta viendo a Yerko. —Claro— le dijo terminando de acomodar a Belén, la pequeña dormía. El detective cerró la puerta y se sentó a su lado. —Supongo que llegando a la ciudad regresaré a mi departamento— le dijo Yerko. —¿Por qué no te quedas a comer?— preguntó Julián. De alguna manera no quería que se fuera. Yerko le regaló una sonrisa y se acercó dándole un tierno beso, luego se alejó. —Creo que hoy deberías estar con tu familia para que terminen de ver bien todos los detalles faltantes. Te prometo que te estaré llamando— le dijo el detective. Julián asintió con algo de pesar, realmente se sentía más contenido cuando tenía a Yerko de su lado. Se quedaron un rato más conversando, colocándose de acuerdo en lo que harían durante la semana. Después de unas horas llegaban al puerto de Emiratos. Bajaron del yate y se dirigieron a los vehículos que los esperaban. Nicholas, André y Carly regresarían a su casa más tarde por lo que se dirigieron también a la mansión principal. Yerko fue dejado en su departamento. Finalmente llegaban a la gran casa, Rynold y Suyen fueron con Kendall, Nicholas y Julián a su oficina, necesitaban hablar de algo importante. Amanda y Carly se fue a dar un baño al igual que las chicas, después de todo saldrían a almorzar afuera. Los abuelos de Orión fueron al living, Irma fue a dejar las cosas a la habitación. André y Dilan se encontraban en la sala principal. —¿De qué crees que quieran hablar?— le preguntó André al pelirrojo—. No creo que de mi matrimonio. —Por ahora no creo que hablen de eso— le dijo Dilan—. La verdad me inclino a pensar que hablarán del hijo de Linsai, se supone que quedará en manos de los abuelos. —No me calza que lo crien el señor Rynold y la señora Suyen— dijo el pelinegro—. Él está enfermo y ella sólo puede cuidarlo, y hacerse cargo de un bebé es demasiado. Dilan guardó silencio por unos segundos y luego abrió los ojos como plato, una idea pasó por su cabeza y viendo las circunstancias no le parecía una locura. —André, ¿tú crees qué?. El pelinegro sólo miró a Dilan y asintió, ambos estaban pensando en lo mismo y no sabían si los recién casados estarían de acuerdo con ello.