Luego de ese día Leandro se esforzaba cada día por conquistar a Anna, le contaba cada una de las actividades que hacía. No volvió a llevar a una mujer ni a frecuentarlas, trataba de darle un detalle cada día. Esta vez se había levantado temprano para darle una sorpresa. Con una bandeja en sus manos llevaba el desayuno para la habitación de ella, en una esquina de la bandeja repisa una hermosa rosa blanca. Como pudo abrió la puerta con sumo cuidado para no despertarla antes de tiempo. Cerró la puerta luego de entrar, acomodó la bandeja en el buró. Se sentó en una orilla de la cama y empezó a sobarle el cabello mientras susurraba su nombre. —Anna, despierta —Dijo besando sus labios. —Hmm —suspiró ella removiéndose. Despacio abrió sus ojos y sonrió al verle. —Buenos días —murm