Capítulo 8

1273 Words
POV CLARA Salto en la silla cuando veo a mi jefe venir hacia mí y escondo el boceto que estaba haciendo con rapidez. Hace minutos, una especie de creatividad impulsiva llegó hacia mí por arte de magia y tuve que dibujar, pero me frustra no poder hacer una sola línea sin que mi mano tiemble. —Señor Selton, ¿necesita algo? —inquiero con tono avergonzado. Él se para frente a mi escritorio y me mira con profundidad, sus ojos verdes están más oscuros que de costumbre y me recorre un escalofrío por la espalda mientras evito devolverle la mirada. Este hombre me parece bastante curioso y, al mismo tiempo, tiene un aura tan intimidante que me da miedo. —Yo… eh… un café —titubea, soltando un bufido frustrado. —¿Solo eso? —pregunto, arqueando las cejas. Él asiente rápidamente. —Sí, perdón, lo voy a buscar yo, Clara. No te voy a molestar por esa tontería —agrega, y sale disparado hacia el ascensor. Frunzo el ceño y lo observo hasta que desaparece de mi vista. Siento que quería decirme algo más, pero no se animó. ¿Será algo relacionado a Valeria? Quizás quería confirmar que está en una relación con ella. Chasqueo la lengua y vuelvo a sacar mi boceto. Como siempre, dibujo un lobo, inspirada en el ambiente de esta empresa, pero esta vez es diferente. Suelo plasmar lobos normales, en manadas o solitarios, pero hoy mi imaginación vuela y estoy dibujando un lobo gigante, con pelaje n***o y de matices plateadas, con unos ojos verdes increíblemente espectaculares. Me río para mis adentros, creo que podría ser mi jefe, sin duda. Sigo dibujando, cada trazo me ayuda a liberar la tensión acumulada. El lobo que emerge en mi hoja parece casi real, como si sus ojos verdes estuvieran mirándome fijamente, tal como los de Hernán hace unos minutos. La idea me hace sonreír, pero también me pone nerviosa. ¿Qué hay en él que me hace sentir así? Pero entonces, mis manos empiezan a temblar, algo que ocurre desde el accidente con mis padres. La frustración se apodera de mí mientras intento hacer un trazo preciso y mi mano tiembla incontrolablemente. La línea sale torcida, arruinando la perfección que estaba buscando. —¡Maldita sea! —murmuro entre dientes, sintiendo una oleada de desesperación. Apretando los dientes, trato de calmarme y volver a intentarlo, pero el temblor sigue ahí, recordándome constantemente lo que perdí aquel día. Mi frustración crece con cada trazo fallido, y finalmente suelto el lápiz con un suspiro de derrota. —Clara, ¿estás bien? —La voz de Hernán me hace saltar de la silla. Levanto la vista y lo veo parado frente a mi escritorio, mirándome con preocupación. No me había dado cuenta de su regreso. —Sí, solo... estaba dibujando un poco, pero no me está saliendo bien —admito, tratando de no sonar demasiado afectada. —¿Puedo verlo? —pregunta, extendiendo una mano hacia el papel. Titubeo un momento antes de entregárselo. Observa el dibujo con atención, sus ojos recorren cada línea. —Es un lobo impresionante —comenta, mirándome con una leve sonrisa. Noto satisfacción en su rostro—. Tienes mucho talento, Clara. —Gracias —murmuro, sintiéndome un poco más tranquila, pero todavía frustrada por mis manos temblorosas. Hernán deja el dibujo sobre mi escritorio y me mira con seriedad. —Sé que has pasado por mucho, y entiendo que puede ser difícil. Si necesitas tiempo o ayuda con algo, por favor, dímelo. Su empatía y preocupación genuina me tocan profundamente. Asiento, tratando de no dejar que las lágrimas se acumulen en mis ojos. —Gracias, señor Selton. Lo tendré en cuenta. Hernán se da la vuelta para irse, pero antes de hacerlo, se detiene y me mira una vez más. —¿De dónde sacaste la imagen de ese lobo? —cuestiona con interés. —Yo… solo lo imaginé —confieso, encogiéndome de hombros. Sus ojos me examinan con una mezcla de curiosidad y algo más que no sé reconocer. —Quiero que sea el nuevo logo de la empresa —expresa de repente, con tono serio y seguro. Me atraganto con mi propia saliva de la sorpresa. —Pero, señor… —Tómate tu tiempo para terminarlo, Clara, no te sientas presionada. Creo que ese lobo es el que mejor representa a la empresa —me interrumpe, con una sonrisa socarrona. Siento mis mejillas arder de vergüenza, pero termino asintiendo y esbozo una pequeña sonrisa. —Me alegra que le guste —respondo en un murmullo—. Trataré de terminarlo cuanto antes. —No hay apuro —dice—. De verdad, hazlo a tu ritmo. Asiento nuevamente, tratando de contener la mezcla de emociones que me invaden. Hernán me dedica una última mirada antes de regresar a su oficina. Siento una mezcla de alivio y presión. Por un lado, me alegra que Hernán aprecie mi trabajo, pero por el otro, me preocupa no poder cumplir con sus expectativas debido a mis manos temblorosas. Respiro profundamente, intentando calmarme y enfocarme en la tarea. Tomo el lápiz de nuevo y, con más cuidado, empiezo a trabajar en los detalles del lobo. Mientras dibujo, me pierdo en el proceso, encontrando una especie de paz en cada línea y sombra que agrego. Sin darme cuenta, paso una hora trabajando, sumergida en mi propio mundo. El sonido del teléfono me saca de mi concentración. Es un mensaje de Valeria. “Clara, necesito que prepares los informes para la reunión de mañana a primera hora. No falles”. Frunzo el ceño ante la brusquedad del mensaje, pero rápidamente dejo el dibujo a un lado y me pongo a trabajar en los informes. La eficiencia es clave, especialmente con Valeria supervisando. Después de un par de horas, termino el trabajo y lo reviso cuidadosamente antes de enviarlo. Mi mente vuelve al dibujo mientras guardo mis cosas para irme a casa. Miro el lobo que he dibujado. Hay algo en él, algo más que simple creatividad. Es como si una parte de mí estuviera tratando de comunicar algo a través del arte, algo que aun no comprendo del todo. Llego a casa, cansada, pero con una extraña sensación de satisfacción. El apartamento pequeño y acogedor que comparto con mi prima es mi refugio, un lugar donde puedo relajarme y dejar de lado las preocupaciones del día. Sin embargo, la imagen del lobo sigue rondando mi mente, y la mirada intensa de Hernán cuando vio el dibujo también. Decido darme un baño caliente para relajarme. Marina no está, así que seguramente me acueste temprano hoy. Mientras el agua corre, reflexiono sobre el día y sobre Hernán. Hay algo en él que no puedo entender completamente, una conexión que siento cada vez que está cerca. La forma en que se preocupa por mí, la manera en que habló sobre el dibujo, todo parece más personal de lo que debería ser entre un jefe y su secretaria. Salgo del baño y me pongo el pijama, lista para descansar. Pero justo cuando estoy a punto de apagar la luz, mi teléfono vibra de nuevo. Es un mensaje de Hernán. “Clara, quería decirte que el dibujo es increíble. No te preocupes por nada, solo sigue haciendo lo que mejor sabes hacer. Buenas noches”. Sonrío al leer el mensaje, sintiéndome un poco más tranquila. Apago la luz y me acurruco en la cama, dejando que el cansancio del día me arrastre al sueño. Mientras cierro los ojos, la imagen del lobo sigue en mi mente, junto con la inexplicable conexión que siento con Hernán.
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