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El juego perverso del CEO: libro ll

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Después de renunciar a su empleo como secretaria del CEO, Isabella Sass decide esperar las vacaciones escolares para mudarse a España con su madre e hija y dejar atrás todos sus sentimientos y recuerdos con Alex, dando por hecho que no hay ni habrá otra oportunidad después de su ultima discusión.

Alexander Dimou, tras la fuerte discusión con Isa, queda muy abatido y sin saber qué hacer o cómo reaccionar después de aquello. Intenta comunicarse con ella para al menos disculparse, pero Isabella no parece querer saber ya nada de él.

Frente a esta nueva adversidad, Alex intenta remediar las cosas, pero Isa solo quiere irse lejos, no pensar en él y centrarse en ella, más allá de su trabajo de madre, sentir que puede hacer algo más mientras intenta distraerse y engañar las ganas que tiene de ver nuevamente a Alex; demasiadas cosas se oponen.

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·1·
¿Un…un sacrificio amarlo? Es lo único que he querido tanto después de Eva, me aferré a esos sentimientos por meses, a pesar de mis malditos errores, incluso si no lo volvía a ver, incluso… incluso si estaba con alguien más, no quería sacarlo de mi. Y justo ahora el pensar en desprenderme de ellos me duele tanto que no soy ni capaz de moverme. ¿Renunciar? Jamás había estado más segura de algo. Me había quedado allí por él, era cierto y una vez que él se marchó yo debí de hacer lo mismo, pero una parte de mí lo esperaba, una parte de mi quería que él supiera que yo seguía allí por si decidía buscarme, por si volvía, que yo lo estuviera esperando. Me alegraba que estuviera bien, más a ese Alex yo no lo reconocía, no por sus palabras, él ya no era el mismo. Habían muchos cambios en el, que no necesariamente eran malos. Retiré mis manos del volante, ahora recordaba que el coche era de la empresa y si ya iba a renunciar, tenía que entregarlo. No sería bueno sólo dejarlo aquí. Saqué todas mis cosas de él y las metí como pude en mi bolso, volví a entrar a la empresa y dejé la llave en recepción. Ahora si. No tenía porqué volver aquí. — ¡Isabella! — ¡mierda! Era Víctor. — Espera. —Seguí avanzando, fingiendo que no lo había escuchado, sentí sus pasos cerca y al final tomó mi brazo. — Isabella, estás casi corriendo. — Lo… lo siento, Víctor. Tengo prisa por irme. — ¿Que es lo que pasa? Te he visto saliendo muy alterada, pensé que no me daría tiempo a alcanzarte. ¿A donde vas? — He renunciado. — dije, volviendo a sentir mis lágrimas mojar mi rostro. — ¿Qué? ¿Por qué? ¿Que ha pasado? Dime, sabes que puedes confiar en mi. ¿Alguien te está molestando? — No es eso, es algo más personal. Ya no puedo seguir trabajando aquí. — ¿Es algo familiar? Al menos dime algo más. — Gracias. — sujeté bien mi bolso repleto de cosas y lo abracé desde la cintura. — Muchas gracias por todo, también por tu amistad. Disfruté mucho contigo, lamento si en algún momento te hice sufrir o sentir incómodo. — ¿Por qué te estás despidiendo? Hablemos sobre esto, tal vez hay algo que yo puedo arreglar. — Esto no. Me despido porque ya no nos volveremos a ver. Dale un beso a Selena de mi parte. — ¡Espera! Isabella… no te vayas así. — Tengo que marcharme ya, adiós. Tomé un taxi hasta mi casa, me tiré en mi cama, luego llamé a la niñera para cancelarle. Mi cama aun estaba llena de ropa, ropa que ya no necesitaría. La tiré toda a un lado y retiré mis zapatos, estaba cansada de nada y tan a la vez de todo. Tenía tantas ganas de un cambio, de marcharme, pero sin salir corriendo y sentir que huía. Necesitaba dejar todo atrás e intentar sentirme de una mejor manera, ahora mismo no me hacia bien ni a mi misma. Ya llorar no aliviaba nada y mientras las horas pasaban, esta sensación se iba intensificando, a tal punto que me dificultaba incluso cerrar los ojos. Mi madre me había llamado temprano, pero no había podido contestar y ahora todavía no tenia ganas de nada, pero ella insistía. — Isa, te he llamado antes de que te fueras al trabajo. — comenzó por intentar regañarme. — Mamá, no tuve mucho tiempo, por eso no respondí. — ¿Puedes hablar ahora o te llamo después del trabajo? ¿Llamaste a la niñera? — Si, pero le he cancelado, estoy en casa. — ¿En casa? ¿Y eso? ¿Por qué no fuiste al trabajo? ¿Te sientes bien? — He renunciado. — cada vez que decía la palabra, iba perdiendo todo el sentido y solo se quedaba en esas diez letras sin tomar ningún significado. — ¿Qué ha pasado? ¿Estas llorando? — Mamá, ¿Qué he hecho todos estos años? — ¿A qué te refieres? Estos últimos años has trabajado, te has ganado la vida para ti y Eva. ¿Qué es lo que preguntas exactamente? — Esa es la pregunta, ¿Qué he hecho estos ultimo años? Siento que he caminado mucho y justo ahora que me detengo, miro hacia atrás y a pesar de sentir que avanzaba, que recorría mucho, no he avanzado nada. Miro hacia atrás nuevamente y es como si solo hubiera dado unos pasos, ¿Por qué me siento tan agotada? He llegado a este punto y no quiero continuar. — ¿Pero que es lo que pasa a por tu cabeza, pequeña? Todo lo que has hecho es por Eva, no puedes decir que no avanzas, después del embarazo fuiste muy valiente, saliste adelante sin Erick, sin mi o sin el canalla de tu padre, has trabajado en un lugar y otro, sin quejarte, sin rechistar, no entraste a la universidad ni tuviste oportunidad de hacerlo, pero te has ganado bien la vida, has trabajado honradamente e incluso te atreviste a salir del país, esas no son cosas que cualquier madre soltera y sin el debido apoyo puede hacer y tu la has hecho, es lo que has logrado. Me siento muy orgullosa de ti y de la hermosa nieta que me has dado. Es cierto que para ti no has tenido mucho progreso, a los pocos meses de tener a Eva ya trabajas, no has parado desde entonces, se que tu vida social siempre ha sido escasa, al igual que tus relaciones amorosas, no haces las cosas de una joven de tu edad, pero esos son ciertos privilegios que se pierden al ser madre, sobre todo madre soltera y a esa edad. Si es ahí donde te sientes estancada, lamento decirte que no es algo que puedas cambiar con mucha facilidad. — Lo se, eso es lo que me derrumba, que no puedo cambiar mi estado actual. — ¿Quieres que vaya para allá? Podemos hacer algunas cosas y subir tus ánimos, intentar buscar algunas soluciones. Yo estaba pensado en vender la casa, con eso podrías permitirte un tiempo sin trabajar y sin consumir tus ahorros, podrías estudiar algo, prepararte en otra cosa. Se que no querrás ser siempre una secretaria, puedo cuidar de Eva mientras tu te preparas en lo que gustes. — No quiero que vendas la casa, es el único bien que tenemos. — Yo quiero estar cerca de ustedes dos, aquí ya no hago nada. Nada mas hice llegar y fue extrañarlas. — ¿Y si…vamos nosotras a vivir allí? No seria tan mala idea volver, yo no quiero seguir aquí, tampoco se si pueda. — Volver a España no sonaba tan mal. La idea no estaba concretada, solo se me acababa de ocurrir, pero no era tan mal. — ¿Qué te parece? — Diría que por mi esta bien, pero que te lo pensaras mejor, si es cambiar de sitio, puedes ir a donde quieras, en vez de regresar aquí, hace mas de un año que te fuiste, ¿por qué volver? — ¡Porqué no se que hacer! Se me acaban las opciones, no me llegan las ideas. — Alemania, sería una buena opción. Tu padre podría ayudarte si decidieras estudiar algo, siempre te lo dijo. — ¡Quería que abortara! No necesito su ayuda y menos se la pediré.— habíamos dejado de comunicarnos luego de que el se enteró de mi embarazo, y después de años sin verlo vino a exigirme que abortara. ¡Como si tuviera el derecho de exigirme nada!—No lo necesito. — No se trata de que lo necesites, solo míralo como un medio para un fin. — No me gusta Alemania, nunca me ha gustado.— pero eso no era del todo cierto. Lo único que no me gustaba de Alemania era mi padre. — Esta bien, Isabella. Te lo pondré de otro modo. Si tu padre se ofrece a ayudarte o tu aceptas al fin recibir su ayuda, no solo seria para ti, eso abarca mucho de Eva. Se que te hirió que el te pidiera eso, pero también es su nieta, y su reacción fue algo perturbador para ti, pero podrías intentar entenderlo, en ese momento el pensaba en ti, no en una futura criatura, vio ese embarazo como un obstáculo para tu futuro y su mejor opción era pedirte que abortaras. — No solo fue pedirme que abortara. Fue bastante tajante “¡O abortas o no recibirás un solo centavo de mi dinero, no tendrás mi ayuda.” ¿Crees que decir eso fue pensar en mi? Si tu no aceptaste su dinero, ¿por qué tengo que hacerlo yo? — No lo acepté porque no lo necesitaba, tenia a mis padres para ayudarme, el no me hizo falta, esa es la verdad. Nuestra separación fue limpia, cada quien tomó su camino. — Aun así, no quiero, me las he arreglado sola y no me ha ido tan mal. Voy a considerar el volver a España. Me tomaré unos días para pensarlo y luego te digo mi decisión. — ¿Por qué mejor no te vienes a pasar las fiestas después de que Eva tome las vacaciones por navidad? Puedes decidir si quedarte o no. Vente esos días, estarás más calmada, más despejada y así Eva podrá ver si le vuelve a gustar el lugar. No te precipites a nada. — Me lo pensaré, ahora voy a salir a tomar el aire fresco, siento que mi habitación me está dejando sin aliento. — Aguarda un momento, Isa. Por favor, piensa en lo de tu padre. ¿Quieres que te envíe su número de teléfono? — No hace falta, te prometo que he lo pensaré, pero no me hará cambiar de opinión. — Una cosa mas, se que eres muy reservada con tus cosas, pero no puedo evitar preguntarlo, ¿todo esto es por Alex?— guardé silencio, la mención de su nombre me erizaba la piel. — Puede, también es por mi. Hablamos después, recuerda esta tarde la videollamada con Eva. — Hasta luego. ——————— — ¡Alex! ¿Qué haces aquí?— Sienna bajó corriendo las escaleras al escucharlo llegar. Se tiró en sus brazos nada más estar a su lado.— Te ves algo pálido, ¿estas bien? — Si, voy a mi habitación.— contestó muy desanimado. — ¿Sales siempre a esta hora de trabajar? — No, mañana retomo el horario normal. — ¿Quieres salir? Podemos almorzar fuera. — comenzó a subir las escaleras junto con el. Llevaba puesto una sandalias, unos shorts blancos y una camisa a raya de mangas cortas, atada por encima del ombligo. — También tengo que comprar algo de ropa, empieza hacer frio y solo tengo unas o dos cosas cálidas. Ya que estas aquí temprano, podríamos ir juntos. — No se si hoy quiera salir de casa, lo siento. Hablamos mas tarde. — se detuvo frente a la puerta de su habitación. — ¿Puedo entrar contigo? — sujetó el borde del chaleco de Alex, tirando un poco de el. Alex miró la parte baja de la puerta, la que rozaba con el suelo, aún estaba la línea que dividía el pasillo de su habitación, mas no la necesitaba, ya no significaba nada. — Tengo algunas cosas en las que pensar, hablamos cuando yo salga, ¿si? — Esta bien, recuerda que no hay nada que nos divida. Siento que estas a punto de cerrarte otra vez. — No dejaré que pase. Descuida. — ¿Ha sido mucho el trabajo?— acarició sus mejillas, sintiendo un poco de miedo. El semblante de Alex estaba muy serio y ella temía que un primer día lo hubiera afectado. — No, ha estado bien, no es la gran cosa. Solo necesito entrar y cerrar mis ojos un rato. — Recuerda que estoy aquí. — No lo olvidaré. — abrió la puerta y se encerró en su habitación. Sacó su móvil, sin pensarlo mucho mas, escribió un mensaje a Isabella. “Siento mucho todo lo que dije hoy, fui un estúpido. ¿Podemos hablar? No eran esas las cosas que realmente quería decir. Todo lo que verdaderamente importa, todo lo que me he guardado todos estos meses para cuando te volviera a ver ¡Aun no te lo he dicho!” Se sentía muy avergonzado por las cosas que le había dicho, estaba en ese momento preso de los celos, se dejó llevar por esa emoción, dejando salir algunas cosas que se pudieron hablar de mejor manera, en una platica mas tranquila. Ahora Isabella había renunciado, todo era culpa de el y su rostro bañado en lágrimas no se salía de su mente. — Por favor, Isa, responde. — esperó unos minutos, luego otros más, dandole tiempo antes de apresurarse a llamar. Pero habían pasado veinte minutos desde que el envió el mensaje. Llamar. Cada vez que timbraba, su corazón se detenía, pasó el tiempo impuesto para ella descolgar la llamada y entró el buzón de voz. El colgó. Llamar. Sonó una vez, otra vez… — Hola. — ¡Isa! Has contestado. ¡Gracias! Solo…— ahora que ella estaba al teléfono, a el se le iban las palabras. — Dime donde estas, veámonos una vez mas. Necesito hablar contigo desesperadamente. Lo siento por lo de antes, hablaban mi celos, yo quería decir todo menos lo que dije. Aun tengo muchas cosas que hablar contigo, tengo muchas preguntas, necesito abrazarte una vez mas y quitar esta sensación de mi pecho. Por favor, veámonos. Ahora. — Deberíamos dejar que nos tranquilicemos. — ¡Yo estoy tranquilo! Muy tranquilo, puedo verte ahora. Y tu también te escuchas tranquila. Veámonos, Isa. Necesito verte ahora. Tenemos que hablar. — iba caminado por cada rincón de su habitación, estaba todo menos tranquilo. Ella no había vuelto a decir otra palabra. – Solo dime que si. — ¿Dónde nos vemos? — Donde tú quieras. — sostuvo la parte de su chaleco que se pegaba a su pecho, sentía que se ahogaba a la espera de ella. — Isa. — Estoy caminando cerca de mi casa, hay una cafetería cercana. Cuando llegue te envío la ubicación. ¿Puedes ir a una cafetería? — Puedo ir a donde tú quieras. — respondió con lentitud, feliz ante la idea de verla otra vez y también por poderle decir eso a Isa. — Te espero allí. — ella colgó. Alex se sentó en el borde de la cama a la espera de la ubicación. No le daba tiempo a cambiarse, así que tendría que irse con la misma ropa de la oficina. Cuando el mensaje llegó, salió corriendo de la habitación, Sienna estaba en el salon. — ¿A dónde vas?— preguntó , al verlo bajar con prisa las escaleras. — Tengo que ver a Isa. Almuerza sin mi. — Pero íbamos a salir mas tarde.— se quejó ella. — Te enviaré al chofer una vez que yo llegue, podrá salir si así lo deseas. — ella se colocó frente a la puerta. — Nos vemos mas tarde. No te aburras. — No lo haré. — el besó su frente y luego se marchó. Iba viendo en el teléfono los minutos que faltaban para llegar y el punto mientras el coche avanzaba. Miró su chaleco y su camisa blanca, pensando en que tal vez si debió de cambiarse por lo menos de prisa. Pero no creía tener suficiente tiempo para eso. — Hemos llegado. Se habían detenido frente a una cafetería que hacia esquina con un banco. Miró nervioso y la vio sentada junto a la ventana. Abrió la puerta algo ansioso, ella lo estaba mirando.

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