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Traición de Sangre

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Blurb

Alastor es uno de los vampiros originales, dirige ciudad Sur. Es un ser cruel que no respeta a los humanos. Él y su prometida Alanna son iguales, seres sin corazón que disfrutan torturando y matando.

La noche del cumpleaños de Alanna es raptada por los humanos y sometida a un experimento de Alquimia en el que logran matar su parte vampiro, con la intención de devolverla a Alastor como uno de los seres que más desprecia.

Ciudad norte es dirigida por Kellan, el hermano de Alastor, pero en nada se parecen. En ciudad norte conviven vampiros y humanos con reglas y leyes, la vida se respeta, sea humana o no.

Un vampiro cruel incapaz de aceptar la realidad.

Un hermano que luchará hasta el final por el amor de su vida, al que hasta ese momento creía imposible.

Una humana hundida y rota.

¿Desencadenará en una guerra entre vampiros y humanos? ¿O entre hermanos por una mujer?

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Nada es lo que parece
Alanna vivía en Ciudad sur, dirigida por Alastor, uno de los hermanos originales, que también era su prometido. Se habían conocido antes de convertirse en vampiros. Cuando el mundo era joven y ellos inexpertos. Una noche, algo ocurrió, terrible y mortal para sus vidas humanas, despertaron convertidos en lo que los humanos que hoy en día convivían con ellos pensaban que eran, unos monstruos, pero ellos saben lo que son; seres superiores y como tal su deber es dirigir a la sociedad. - ¿Estás lista? La fiesta comenzará en pocos minutos - Alastor se acercó por detrás, enroscó los brazos alrededor de su cintura y susurró en su oído de forma sugerente. Estaban hechos el uno para el otro, se podría decir que eran iguales. Los ojos de Alana tenían un tono violeta que solo poseían las primeras mujeres, la melena castaña le llegaba hasta la cintura, un lunar característico al lado del ojo izquierdo que aumentaba su belleza, tenía un cuerpo estilizado y perfecto que solo los vampiros poseían. - ¿Qué me vas a regalar este año? - Preguntó frunciendo los labios como una niña mimada. Alastor estaba profundamente enamorado de ella y sabía que era lo que más le gustaba, en realidad los dos compartían la misma crueldad hacia los humanos. - Tu regalo está en el sótano - Insinuó. Alanna sabía lo que era y eso la emocionó. Un rico humano con el que jugar. Cada año Alastor dejaba que jugara con uno de ellos como quisiera. Todos los vampiros de Ciudad sur estaban en la fiesta de cumpleaños de Alanna. Este año había decidido asistir Kellan, hermano de Alastor, que dirigía ciudad norte. La vida para los vampiros era muy parecida en las dos ciudades, pero la de los humanos cambiaba completamente. Kellan era compasivo, le gustaba vivir en paz y respetar a todos, mientras que Alastor era cruel y dirigía con mano de hierro. Alanna se quedó sola para terminar de arreglarse. Se puso los tacones cuando la puerta se abrió de golpe. Baltasar entró sin llamar, siempre lo hacía, no era nada nuevo. Habían sido amigos casi desde que tenía memoria, pertenecía al grupo dedicado a mantener el orden en la ciudad, pero desde hacía un tiempo se distanciaron. Alanna no sabía que había ocurrido, pero tampoco le importaba demasiado, tenía cosas más importantes en las que pensar. - ¿Qué ocurre? - Preguntó levantándose sobre sus tacones de aguja. Baltasar caminó hasta ella con ese aspecto militar que lo caracterizaba. La rodeó y fue directamente hacia el balcón. Descorrió el pestillo y salió fuera. La noche estaba iluminada por una enorme Luna llena, los edificios de la ciudad regalaban a la vista un paisaje precioso, pero ninguno era tan impresionante como el de los originales. Alanna salió fuera junto a su amigo Baltasar. Esta noche se estaba comportando un poco raro. Ya no era el hombre atento que solía ser, se había convertido en alguien frío y distante, pero estaba más raro que de costumbre. - Si te pasa algo solo dilo, llego tarde. ¿No se da cuenta de que no tengo tiempo para sus tonterías? Lleva meses sin querer decirme que le ocurre y justo esta noche decide ponerse en plan misterioso. Baltasar cerró los ojos un instante, conteniendo la rabia que sentía. Después, despacio, casi a cámara lenta se volvió hacia la que una vez había sido su amiga. - No eres consciente de lo que hiciste - Podía parecer que era una pregunta, pero había sido una afirmación. Alanna puso los ojos en blanco, estaba perdiendo la paciencia, cualquier otro día podían discutir sobre que era eso tan grave que había hecho, pero hoy le daba igual. - No tengo tiempo para esto, mejor hablamos mañana - Comenzó a caminar hacia la salida para ir a la fiesta. Solo pudo dar un par de pasos antes de que Baltasar la agarrara por detrás. Con una mano le tapó la boca y con la otra la inmovilizó por completo. Los dos eran igual de antiguos y fuertes, pero Baltasar era militar y sabía pelear. - Mataste a Vega, la muchacha humana que te pedí que perdonaras - gruñó lleno de rabia - Ha llegado el momento de que pagues. En cuanto terminó de hablar le giró el cuello en un ángulo extraño y se escuchó un crujido que llenó toda la habitación. Arrastró el cuerpo de Alanna hasta el balcón. Cualquiera podría decir que estaba muerta, pero no era así, un vampiro era difícil de matar, casi imposible, pero una herida lo suficientemente grave como para matar a un humano, podía dejarlos fuera de combate un rato. La dejó tirada en el suelo y se asomó. Los hombres escalaban casi sin problemas por la fachada del edificio. Aunque Baltasar era vampiro, desde la muerte de Vega, su lealtad había cambiado, ahora luchaba para defender a los humanos. - No tenemos mucho tiempo. Atadla - El primero de los hombres que alcanzaron el balcón saltó sobre la barandilla. Lo primero que hicieron fue rodear el cuerpo de Alanna con una cuerda para poder descender por la fachada igual que habían llegado, pero con la prometida del original, Alastor se creía el rey de Ciudad sur. Un ser intocable que estaba a punto de recibir el mayor golpe de su vida. Los demás la inmovilizaron con cadenas por si despertaba, aunque unas simples esposas de hierro poco podrían hacer. - Gracias por tu ayuda - Le dijo a Baltasar. - Si necesitáis algo más solo tenéis que decírmelo. Ayudaré en todo lo que pueda - Dijo con sinceridad. No querían perder más tiempo, así que comenzaron a descolgarse por la fachada con el cuerpo de Alanna colgando inerte. Al llegar abajo, una furgoneta negra los esperaba. Debían hacer lo que tenían preparado antes de que despertarse, sino sería imposible y todos morirían. La furgoneta los dejó al comienzo de unas escaleras que daban al metro. Tuvieron que descender. Iban armados y preparados, pero todo eso solo servía para que pensaran que tenían alguna posibilidad de sobrevivir si los pillaban. De momento los vampiros no tenían ni una sola debilidad. Ni la luz del Sol, ni el ajo, ni crucifijos, nada. Solo tenían una última cosa para probar y habían tenido que recurrir a la alquimia y a la magia. Saltaron a las vías del tren, que habían preparado para que esa noche cambiara la ruta y avanzaron en medio de la oscuridad. Llegaron a un pasaje que reconocían perfectamente, habían usado la puerta escondida que había en él un millar de veces. Una vez dentro por fin comenzaron a ver mejor. Poco a poco habían mejorado el lugar, ahora ya tenían preparada una red eléctrica que les permitía tener luz. - Ya estais aquí ¿la traéis? - Como única contestación Máel tiró el cuerpo de Alanna al suelo frente a todos. No tenía respeto por esa vampira, le daba igual si le hacía daño o si con un poco de suerte la mataba. - Te dije que lo haría - Mael estaba al mando y si decía que podía hacer algo, es que podía. La colocaron sobre una camilla. Enroscaron la cadena sujetando sus pies y sus manos. Los hombres que habían escalado el edificio más alto de la ciudad la noche que estaba llena de vampiros estaban pegado a la pared, alejados de esa mujer cruel. Un hombre mayor se acercó, se puso bien las gafas y abrió uno de los libros que llenaban la mesa. Pasaba el dedo por las líneas para no perder ningún detalle, mientras Mael no le quitaba el ojo al vampiro inconsciente que había sobre la camilla. - Debería darse prisa, no creo que duerma durante mucho más tiempo. El anciano asintió. Cogió la única daga que descansaba sobre la mesa. Era dorada con tonos rojizos. Abrió tres pequeñas cajas que contenían polvos de distintos colores, y fue esparciéndolos encima de la daga mientras hablaba en voz baja. Nadie podía escuchar sus palabras, pero él estaba muy concentrado. Un par de minutos después un halo luminoso envolvió la daga. Se acercó a Alanna, levantó los brazos y los bajó clavándola directamente en su corazón. La vampiresa abrió los ojos al momento, sorprendida y asustada. Le dolía la herida que le había hecho, pero ese dolor comenzó a esparcirse por todo su cuerpo, como si fueran tejiendo finas telarañas. - ¡¿Qué habéis hecho?! - Gritó resolviéndose sin poder soltarse - ¡os mataré a todos, bastardos! Por más que luchaba no podía liberarse del agarre. Incluso Mael que había corrido a agarrarla, pudo contener sus movimiento cada vez más erráticos y lentos. El pecho de Alanna subió con fuerza, se flexionó convirtiendo su columna en un medio arco. Una luz cegadora salió de la herida. Solo el anciano continuaba haciendo su trabajo, los demás hombres estaban en estado de Shock y Mael seguía sujetándola aunque la fuerza de la luz podía con él. En cuanto la luz desapareció, el cuerpo de Alanna cayó sobre la camilla, innerte. El anciano sacó el cuchillo y se agachó para ver la herida que para sorpresa de todos no se curaba. Alanna estaba viva, pero ahora era una humana. Estaban deseando comprobar que haría con ella Alastor, el hombre que la amaba con todas sus fuerzas, el mismo que odiaba a los humanos con la misma intensidad. Por primera vez habían conseguido golpear a los vampiros de verdad. Los hombres de la habitación se miraban entre sí con una enorme sonrisa en el rostro. - Comienza la guerra - Dijo Mael triunfante.

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