Capítulo 01

1190 Words
—Si quieres comenzar la maldita tercera guerra mundial sólo tienes que pedírselo a Corea del Norte, no ponernos a nosotros en una jaula para iguanas —dijo USA cruzándose de brazos dentro de aquél auto con algo de fastidio. ONU pisó el freno delante de una casa de dos pisos con mala apariencia y miró en dirección a Estados Unidos para darle más de sus típicos sermones. —No quiero comenzar la tercera guerra mundial, imbécil, lo único que quiero es que te comportes como un hombre responsable, ¿no ves que sólo pido que todos ustedes aprendan a tolerarse? —preguntó. —Yo no soy el que siempre está causando problemas en tus reuniones de porquería. —¿Ah, no? —cuestionó ONU con una mueca de enojo— claro, discúlpame, tú no haz hecho nada, ¿cierto? Eres un pan de Dios —usó un tomo sarcástico. Lo único que el estadounidense había hecho fue acusar a México de invadir su territorio, sancionar a Venezuela, causarle inflación a Argentina, acusar a Rusia de terrorista, o peor aún, insinuar que Alemania tiene planeado llevar un gobierno como el de Third Reich. —Ya entiendo qué pasa aquí —comenzó a decir USA quitándose sus lentes de sol y se preparó para bajar del auto con una mochila beige sobre sus hombros—, tú quieres que permita que esos latinos escandalosos me insulten públicamente en televisión sin hacer nada al respecto, ¿eh? —el norteamericano bajó del auto con una mueca de enojo dispuesto a no continuar esa conversación— Vete al diablo, ONU —dijo cerrando la puerta con fuerza. ONU suspiró y puso su auto en marcha, después de todo ya no podía hacer nada más para que USA se comportara como debía. Estados Unidos comenzó a caminar a través de la arena húmeda que había en la entrada de la casa. Maldijo por lo bajo pensando en como sus zapatos deportivos favoritos se llenaban de barro y también pensó en el porqué él estaba ahí condenado a vivir junto con otros cinco chicos más. Tal vez si USA y esos otros cinco chicos no hubieran comenzado a discutir en una de las importantes reuniones de ONU entonces no estarían «castigados» y obligados a vivir bajo el mismo techo para aprender a «comportarse como adultos profesionales», o algo así había dicho ONU mientras los regañaba. Suspiró con fastidio una vez llegó a la puerta de madera y revisó los bolsillos de sus jeans rasgados buscando la llave que la abría. Cuando finalmente la encontró abrió la cerradura y entró a la casa de mala gana encontrándose con Alemania sentado en las escaleras revisando su celular. Qué puntual. El alemán levantó la vista con una mueca de aburrimiento y bloqueó su celular para luego guardarlo dentro del bolsillo de su camisa. No se veía para nada feliz, y no lo estaba. —Hola —saludó secamente el estadounidense mientras cerraba la puerta tras él. —Púdrete —fue lo que dijo el alemán como respuesta. —Un placer hablar contigo, cuatro-ojos —dijo USA entrando a la cocina del lugar y con una mueca de cansancio dejó su mochila sobre la mesa. El norteamericano tuvo que viajar cuatro horas en auto para llegar a esa horrible casa y además tuvo que soportar a ONU esas cuatro horas regañándolo todo el camino. Lo único que quería a esas alturas era dormir y descansar en paz. Apoyó su cabeza sobre la mesa rendido y casi se duerme ahí por un momento sin quererlo. Alemania entró a la cocina y pasó de largo hasta el refrigerador ignorando a Estados Unidos. Se decepcionó mucho cuando vio que este estaba vacío. Ni siquiera había agua o cereales, simplemente nada. —¿Sabes quienes van a venir además de México? —preguntó USA con la mejilla pegada contra la madera de la mesa. —Creo que no has entendido que no quiero hablar contigo —dijo Alemania revisando las alacenas. —Creo que no has entendido que me importa una mierda. —Rusia está por llegar —se limitó a decir el alemán y de repente estornudó. Notó que había mucho polvo en esa casa, parecía que esta llevaba una eternidad sin inquilinos o visitas—. Seguramente Argentina viene en el mismo vuelo que México, lo más probable es que lleguen juntos. Y sobre Venezuela, no sé, nadie ha hablado con él desde la reunión. —¿Quién demonios es Argentina? —preguntó USA levantando la cabeza con una expresión confundida. —¿Quién demonios es Venezuela? No lo sé tarado, yo ni siquiera soy americano —dijo Alemania—. Los únicos americanos que conozco en persona son tú y Canadá. USA se quedó pensativo por un momento y suspiró pesadamente. Ya podía escuchar la irritante voz del mexicano en su oído diciendo: «el muro» «el muro» «el muro» una y otra vez sin parar. Unas llaves se escucharon desde la puerta principal de la casa y ambos chicos se giraron a mirar. —Ese debe ser él —Alemania se sentó delante de USA y apoyó sus codos sobre la mesa—. ¿Y bien? Avísale que estamos aquí —dijo. El estadounidense se llevó dos dedos a la boca y chifló con fuerza para llamar la atención de quien se encontraba en la puerta. —MALDITO GORDO CAPITALISTA —gritaron desde el salón y enseguida un chico usando un «ushanka» (es decir, un gorro ruso) se hizo presente en la cocina con una maleta de rueditas. —Yo también te quiero, comunista infeliz —dijo USA con una sonrisita odiosa. —¡Socialismo! ¡Mi gente vive en socialismo! —recalcó Rusia señalándolo con su índice. —Cierren la boca y díganme como mierda vamos a salir de esta casa infernal —interrumpió el alemán con ojos perezosos. —Alemania —saludó el ruso sin más. —Rusia —dijo el nombrado de la misma forma. —Tal vez deberíamos esperar a que Venezuela llegue para planear un buen escape —dijo el ruso rascando su brazo lleno de vendas. —¿Huh? —soltó Alemania sin entender. —Hablé con ONU y el sujeto lleva desaparecido desde que se enteró que tenía que venir a vivir aquí —contó Rusia—, nadie lo encuentra, ¡poof! Se esfumó del mapa. —Maldita cucaracha con suerte —susurró USA lo suficientemente fuerte como para que los otros dos chicos escucharan—. ¿Qué? ¿por qué me miran así? —El punto es —continuó contando el chico nórdico—, que hablé de esto con México y él me dijo que podía llamar al celular de Venezuela sin problemas. Cuando llegue podremos llamarlo y luego lo arrastramos aquí, porque si yo estoy aquí él también tiene que venir a sufrir. —¿Entonces quieres traer a Venezuela... para luego hacer que nos saque de aquí? —preguntó Alemania confundido—. Maldición, ese sujeto debe ser todo un criminal. —Eeeh, no. El plan es traer a Venezuela para convencerlo de convencer a México de sacarnos de aquí al estilo narcotraficante —dijo Rusia. USA achinó los ojos sin entender nada y entreabrió los labios a punto de decir algo, pero prefirió callarse. —¿No crees que te estás complicando un poco? —preguntó Alemania cruzándose de brazos. —Nah, el imbécil tiene razón —dijo USA después de analizarlo todo—. Si alguno de nosotros le pide ayuda a México, él no va a confiar en nosotros. Pero si uno de sus amigos latinos se lo pide, entonces aceptará. Mi duda es, ¿por qué Venezuela que está desaparecido? ¿No es más fácil convencer a Argentina que está en el mismo avión que México? —Hmm, Venezuela es más fácil de manipular —Rusia se alzó de hombros inocentemente. —Oh —se limitó a decir el norteamericano. —Bien, y mientras tanto... ¿qué? —preguntó el alemán. Él había sido el primero en llegar a la casa y ya llevaba más de una hora perdiendo el tiempo aburrido. —Nada —respondió Rusia—, sólo nos queda esperar.
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