Maldición

1975 Words
Ese mismo sábado, a las nueve de la mañana Percival despertó, estaba cansado, bajó a la cocina, tomó un plato, lo llenó con leche, cereal y desayunó mientras miraba su celular. Su turno comenzaba tarde y terminaba en la noche, no tenía prisa por llegar. El resto de la casa estaba en silencio, su papá debía estar en el trabajo, su madre en la tienda, su hermano en la escuela, su tío en la oficina y su tía jamás estaba despierta antes del mediodía. Subió a alistarse y más tarde salió de casa rumbo a su trabajo, su estación seguía tal y como la dejó, se puso una diadema para responder llamadas y abrió una segunda pantalla en el monitor de su computadora para hacer una búsqueda de imagen con la fotografía del hombre que amenazó a Lilith la noche anterior. Durante varios minutos el programa buscó en todas las capturas almacenadas y lanzó un mensaje: “sin resultados”, golpeó el escritorio con los dedos y cambió su enfoque para concentrarse en todas las personas que pasaron más de veinte segundos delante de la cámara. – Esto tomará un largo tiempo – pensó en voz alta. – ¡Disculpe! – Sigo con usted, me dice que el detector no enciende, tiene un modelo Cassy, esos funcionan con pilas de corriente mágica, abra el soporte y dígame sí las pilas están puestas. – Me cree estúpida. Percival se rascó la nuca – una disculpa, a veces para ahorrar batería se coloca una tira de plástico que evita el contacto directo de las pilas con el mecanismo. – Ya le dije que no sirve, necesito que lo cambien por uno que realmente funcione. – Sí, entiendo, para que pueda llenar el formulario, podría por favor revisar y decirme sí tiene puesta la tira de plástico. Hubo una larga pausa y repentinamente, colgaron la llamada. Percival se quedó sin palabras y siguió revisando mientras atendía llamadas de quejas. No había vacantes en el área de ingeniería, aceptar el puesto en el equipo de soporte era la única forma de trabajar en una empresa de artefactos mágicos, porque sería el primero en saber sí había una vacante y aplicar para ella. Pensó que era una buena idea, pero en su primera semana alguien le dijo “renuncia o estarás aquí para siempre” Sonó como una amenaza, pero seis meses después, buscar en un archivo el rostro de la persona que fue a la tienda de antigüedades, era la única forma de sentir que hacía algo útil con su tiempo. ***** El sábado por la mañana Lucios Bonel regresó a casa con su esposo, Lilith se quedó en la sala para esperarlo y lo abrazó en cuanto la vio. – Tío, ¡me estás asfixiando! – se quejó por la fuerza de ese abrazo. Lucios le dio un beso en la frente – me da gusto ver que estás bien, siento mucho todo lo que pasó y… – suspiró – decidí cerrar la tienda, venderé todo, los libros, las pinturas y quizá convierta el lugar en una posada. – ¡Qué! – O un restaurante, Derek y yo lo discutimos y pensamos que podría ser un buen proyecto para el futuro. Todos los recuerdos de Lilith en la tienda comenzaban y terminaban con su tío, él invirtió todos sus ahorros, pagó las deudas, limpiaba los pisos para no gastar en un servicio de limpieza, reparaba las tuberías, cambiaba focos y hacía todo con o sin magia, lo más importante era mantenerla siempre abierta. – Amas esa tienda, ¿por qué? El rostro de Paul volvió a su mente, ella estaba en el mostrador, su lugar seguro y él sostenía un cuchillo mientras le decía “apuesto a que tu tío valora tu vida más que a esa pintura, ¿no lo crees?” – Fue mi decisión – dijo su tío Lucios e inesperadamente, miró hacia la izquierda. Lilith giró, detrás de ella estaba su madre – no es justo – lloró – esa tienda lo es todo para mi tío, no puedes hacerle esto. – Lilith, cerrar fue idea mía – insistió Lucios. Pero era tarde – ¿qué es lo que quieres de mí? – explotó Lilith – ¡que firme un contrato con sangre en donde juro que jamás volveré a poner un pie en la tienda!, o tal vez prefieran poner una barrera en la entrada para prohibirme la entrada. Brenda no respondió. Lilith insistió – yo le pedí que me dejara trabajar en la tienda, fui yo, castígame a mí, fui yo la que nació sin talento – suplicó llorando y no pudo soportarlo, se dirigió a la puerta para encontrar aire respirable. Su tío levantó esa tienda de las cenizas, trabajó duro por años y ahora, por culpa suya, por haber nacido siendo una mundana, iba a cerrarla, para que ella no pudiera volver a entrar. Su madre la siguió, Lilith deseaba estar sola, pero ella salió detrás suyo para explicarle – hija, hago lo que puedo, para protegerte. Lilith se talló los ojos – necesito salir de aquí. – Hija. Su refugio y su segundo hogar, eso era la tienda de antigüedades, después de que su madre tirara a la basura todos los artefactos mágicos para no hacerla sentir miserable por ser una mundana y después de que sus primas y sus tías dejaran de visitarla, esa tienda era su lazo con el mundo mágico. Pero también era valiosa para su tío y por culpa suya, la cerrarían. Se sentía tan miserable que quería tomar el celular, llamar a su tío y disculparse por haber nacido, porque de ser así, él seguiría siendo el dueño de una tienda de antigüedades con los pasillos llenos de libros y las paredes tan cubiertas de pinturas, que no se podía ver el color del tapiz que cubría la pared. Su padre le mandó un mensaje y lo respondió diciendo que estaba bien, que había llamado a una amiga, iría de paseo y volvería a casa para la cena, hasta entonces, necesitaba pensar, respirar y alejarse de todo. El ministerio de magia estaba abiertos los sábados, pero cerraba a las cuatro, aún era temprano, las oficinas estaban abiertas y la fila en la recepción tenía tres personas, Lilith esperó en la fila, llegó al recibidor y tocó la campanilla, no hubo sonido, la mujer a cargo la miró fijamente. – Es mi credencial, vine por una exploración. En su tarjeta se especificaba que era una mundana nacida en una familia mágica, gracias a eso se le permitió la entrada. El departamento de exploración estaba en el quinto piso y los elevadores funcionaban con un sello mágico, antes de pararse junto a un grupo de magos a esperar que al menos uno de ellos presionara el botón del piso al que iba, Lilith prefirió subir los escalones. Los dos primeros pisos fueron sencillos, su pecho dolió en el tercero, se apoyó en el barandal llegando al cuarto y terminó sentada sobre los escalones a mitad del quinto. La exploración de energía demoniaca era fácil, cuando eras un mago y tenías suficiente energía, para los mundanos era similar a correr un maratón de diez kilómetros y a Lilith, jamás se le dio correr. Después de una larga pausa se levantó y siguió subiendo. – Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? – preguntó la recepcionista. – Creo que fui maldecida. – Entiendo, este es el formulario, responda tanto como pueda y tráigalo de regreso para revisar, después le daremos su turno. – Gracias – tomó el formulario, escribió su nombre, edad y fue revisando las preguntas, desconocía el origen de la maldición, persona que la maldijo y en efectos secundarios escribió “pesadillas”, el resto de las preguntas eran difíciles, especialmente: “¿Ha experimentado hipo mágico?” Sonaba a chiste, pero era un síntoma real y consistía en soltar hechizos sin intención, su significado, según lo que su padre le enseñó, era un problema con el circuito de energía mágica, que era similar a los problemas de circulación, solo que, en lugar de sangre, lo que pasaba por el cuerpo era magia. Su mano dejó de moverse. Una navidad su padre le contó sobre un estudiante que tuvo hipo a mitad de la clase, los objetos salían volando, los calderos estallaron, un par de libros se incendiaron y los otros estudiantes no sabían qué hacer, su papá lo contaba de una forma tan divertida, que parecía un cuento de navidad. Hasta que llegó a la parte en la que le explicaba qué sentía el mago que experimentaba hipo, entonces su madre lo escuchó y le prohibió seguir contando para que Lilith no se sintiera mal, porque el fujo de energía era algo que ella jamás experimentaría. Al final en otras causas escribió: “un demonio trató de devorar mi alma”, entregó el formulario y esperó. Además de ella, había una niña de doce años que iba por su exploración mágica, pasó primero y cinco minutos después la llamaron. – Lilith Bonel. Exploración por sospecha de maldición – leyó el técnico – bien, pasa y siéntate. – Gracias. – Si estuvo cerca de un demonio, lo que experimenta podría ser psicológico, haremos una exploración básica, aparte de las pesadillas, ¿algún otro síntoma? Lo que dijo el demonólogo era muy cierto, contarle a otra persona lo que el demonio vio en su corazón era casi imposible y medio minuto después Lilith comprendió que sus labios estuvieron sellados todo ese tiempo. – ¡Ok! – dijo el técnico – necesito que se recueste, la cabeza va de este lado – explicó y tomó un poco de gel anti para desinfectarse antes de tomar la mano de Lilith. Para distraerla el técnico siguió hablando – las maldiciones por contacto con artefactos mágicos antiguos son muy comunes, sí es eso lo trataremos enseguida, sí es una maldición hecha como broma, tendré que llenar un reporte para encontrar al mago que la maldijo y ponerle una multa. – ¡Solo una multa! – Su único síntoma son las pesadillas, sí llegará aquí con la piel pudriéndose, yo tomaría otras medidas – señaló el formulario. Lilith no supo cómo escribir, “mi talento mágico fue sellado”, y tal vez, esa frase habría sido una buena forma de describirlo. La exploración partió de un sello tatuado en la muñeca del técnico y avanzó hacia el brazo de Lilith. Una mundana, incluso una que era hija de profesores magos en la academia y había pasado toda su vida rodeada de libros, encantamientos, artefactos y pociones, no encajaba en el mundo de la magia, por una simple y sencilla razón. No tenía talento mágico. La segunda exploración tomó la poca energía que le quedaba y antes de que el técnico pudiera decir una palabra, Lilith se desmayó. ***** De vuelta en la biblioteca, otra vez era de noche, las luces de los candelabros estaban encendidas, la luna llena brillaba y detrás suyo, la bibliotecaria de sesenta años le devolvió la mirada. – ¿Qué sucedió? – Se desmayó por cansancio, dos exploraciones en dos días consumen una gran cantidad de energía. Lilith se levantó – cada vez que me desmaye o me duerma, ¿volveré a este lugar? La bibliotecaria miró al fondo – es porque ella sigue llamándola. Al fondo se escuchó un chirrido muy agudo que hizo que la piel de Lilith se estremeciera, la jaula no había cambiado su tamaño, el águila dentro luchaba por moverse y sus alas doradas tenían destellos blancos en los lugares donde quedaban atrapadas, a juzgar por el sonido Lilith adivinó que estaba sufriendo. La incertidumbre la invadía, ¡de verdad tenía talento mágico!, o todo era un engaño del demonio – detente, ¡deja de jugar con mi cabeza!
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