Paul volvió a su departamento con un paquete de cervezas y una pizza, era tarde, puso la pizza en la mesa, las cervezas en el refrigerador, se sentó en el sillón y se quitó los zapatos para descansar los pies, lo último que hizo fue ir a la habitación y mirar el colgante que estaba sobre la mesa y que parpadeaba con una delgada luz roja. – ¡Maldita sea! – exclamó y corrió para tomarlo, lo que necesitaba ahora era una superficie que pudiera usar como medio de transporte y que se relacionará con la habitación, ya lo tenía preparado, días atrás compro un cristal con dimensiones similares a las vitrinas que guardaban las muñecas. Todo estaba listo, descubrió el cristal, colocó el colgante en la parte de arriba, sacó un núcleo de su mochila y lo colocó frente al cristal. – Vamos, vamos – rep

