Cuando aterrizamos en Roma es de madrugada, el clima es muy frío y es que estamos entrando al invierno. La rodeó con mi brazo por los hombros y caminamos hasta la camioneta en la que también va Vladimir y Arnold. Quienes se guían por las otras camionetas en las que van mis hombres. Observo a Melek quien va perdida en sus pensamientos mientras atravesamos la ciudad y me doy cuenta de que ella no ha dormido nada desde que salimos de casa de su padre. - Nena, deberías dormir – ella se vuelve a verme con una sonrisa - Hablaste con mi padre – asegura negando con la cabeza. - Me recomendó que te obligara a dormir – digo y ella ríe - Cuando lleguemos a tu casa – responde si