—¿Vas a contármelo que le dijiste a Caleb? —interrogo a mi madre sentada en el pequeño balcón que tiene el departamento. Ambas estamos compartiendo un vaso de limonada mientras papá duerme un rato a causa de los analgésicos. —No sé de qué hablas —murmura sin mirarme y sorbiendo de su bebida. —Mamá —la miro seria. —Dije. No sé qué me hablas y no me miras así —me señala —recuerda que la hija aquí eres tú. —Vale—murmuro sabiendo que es un caso perdido. —Voy por más limonada— comenta poniéndose de pie. Miro la hora y sé que en unos minutos debo regresar, ya que es la hora de llegada de Maya. El recuerdo de despertar esta mañana bajo la mirada interrogante de Maya fue muy incómodo. Sin embargo, parece que a Caleb no le molesto y me lo dejo muy claro antes de levantarse de la cama. Estoy