Doce años pasaron y Lucas era feliz. A su manera, pero era feliz: se graduó con honores en arquitectura y fue contratado de inmediato por la empresa que en su momento llevó a José a la ciudad y le dio a él la oportunidad de seguir estudiando. Su trabajo brillante lo hizo ascender rápidamente y pasar a encargarse de los proyectos más importantes de Gran Bretaña en toda su extensión.
Tenía el apoyo de su madre y hermanos, pues ya no contaba con su padre, quien había fallecido de una cirrosis consecuencia del alto consumo de alcohol, en un momento muy importante para él, cuando intentaba rendir el último de los exámenes para entrar becado la Universidad. Sin embargo, Lucas nunca lloró por él, al menos no de forma visible, porque si lo hizo en silencio. Una vez se había prometido no volver a
