Leander no durmió bien. Aunque su cuerpo descansó, su mente no encontró paz. La imagen de Altea en la penumbra, la forma en que se entregaron el uno al otro… todo eso seguía dando vueltas en su cabeza. Pero había otro rostro que no dejaba de aparecer entre sus pensamientos: Karynna. El nombre le pesaba como una herida mal cerrada. A ella la había amado de verdad. O al menos eso había creído hasta que el deber lo separó de todo lo que conocía. Lo que tuvo con Karynna no fue un capricho ni una aventura. Fue real. Fue futuro, o lo parecía. Leander lo sentía en lo más profundo de su ser. Y sin embargo… ahora todo estaba cambiando. Altea, con su carácter firme y esa forma de no rendirse, había entrado en su vida como un vendaval. Y en aquella noche, entre el vapor y los susurros, algo dentro
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