Cuando me enteré de que mi padre estaba vivo y que era un vampiro quise verlo con mis propios ojos, en ese momento no me importó el detalle de él siendo un vampiro poderoso, Rey de todo un clan, no me importo; supongo que fue la impresión que la noticia causó, asumo que parte de mí creía que todo era teatro armado con alguna intensión alterna.
Sin embargo, comencé a creer todo lo que me habían dicho, la noche de mi graduación cuando esos seres nos persiguieron, cuando Erick se sacrificó por nosotros; supongo que fue en ese momento en el que comencé a creer en todo este nuevo mundo (para mí). A pesar de eso, a pesar del entrenamiento constante en el que me sometí con Becher, no supe la gravedad de la situación hasta este día.
Mi padre nunca había muerto, nunca había sido un humano en primer lugar; por lo contrario, era el vampiro más poderoso de este lugar. ¿Cómo debía reaccionar ante esto? Mi cerebro comenzó a explotar en recuerdos e información que, por alguna razón, había olvidado.
Imágenes como, mamá sonriendo mientras yo perseguía a papá con una manguera de agua, en el patio trasero de la casa. Esos recuerdos rutinarios se esparcieron por mi mente, haciendo que mi cabeza comenzará a dar vueltas. Cada pequeña imagen demostraba lo feliz que éramos. Los tres, juntos. Entonces, ¿qué ocurrió para que todo se arruinara? ¿en qué momento mi héroe de la infancia se convirtió en un opresor desalmado?
— ¿A-Annabelle? — Mis oídos captaron sus palabras. — Mi pequeña Ann, ¿eres tú? — No pasó más de un segundo antes de encontrarme enrollada entre sus brazos. — Realmente eres tú. — Murmuró mientras me acurrucaba con demasiada confianza.
Tenía muchas ganas de abrazarlo y lo hubiera hecho, si no fuera porque un recuerdo más golpeo mi mente.
— ¡Papi! ¡Papi! Espérame, yo también quiero ir. — Había corrido tras él al verlo caminar hacía la puerta.
— Mi pequeña, esta vez no podrás acompañar a papá. — Acarició mi mejilla, tenía el semblante caído.
— ¿A dónde irás? — Le pregunté. Él sonrió.
— A asegurarme de que nadie pueda hacerles daño. — No entendí a qué se refería, pero supuse que era algo bueno; así que, le regalé una de mis mejores sonrisas.
— ¿Cuándo volverás? — Volví a preguntar.
— Pronto. — A pesar de su respuesta vaga, sentí la necesidad de despedirlo con un abrazo, como siempre.
— Siempre serás mi héroe. — Murmuré.
— Te quiero de aquí hasta la luna, Ann. No lo olvides. — Besó mi frente.
Estaba a punto de decirle “También te quiero, papi”, mas no me dio chance de hacerlo, él ya no estaba. Ese fue el último día que vi a mi padre, ese año comenzaba la primaria, debía enfrentar a un mundo desconocido para mí yo de la infancia, pero ya no tenía a mi héroe conmigo, estaba sola.
Él no regreso a casa nunca. Ahora podía recordarlo; recordaba a mamá llorando por él, noche tras noche (cuando supuestamente dormía) y yo... Yo solo extrañaba a papá, añoraba el momento en el que lo volvería a ver (porque, como cualquier infante, aun albergaba una pequeña esperanza) y volvería a abrazarlo.
Poco después del año mi madre me dio la noticia de que mi padre había muerto en uno de sus casos de investigación (él solía desempeñarse como policía), asumí que esa era la razón de la angustia de mamá, ella sabía el peligro al que se había expuesto mi padre, eso fue lo que imagino mi yo de siete años, creyendo fielmente que mi padre había muerto, pero seguía siendo mi único héroe.
Odie el nombre con el que solía llamarme, porque hacía que lo extrañara a un más y que mi madre llorase al escuchar el solo diminutivo “Ann”. Él amaba aquel nombre, Annabelle. Al poco tiempo, había prohibido que alguien más me llame así, por mi segundo nombre. Entonces, solo quedo Rachel.
Mi corazón se sintió traicionado, él estuvo aquí todo el tiempo, él estuvo aquí mientras mi madre y yo luchábamos contra una sociedad machista. No lo abracé. Él aflojó su agarre, y sus brazos cayeron a los costados al ver mi rostro confuso.
— ¡Estás vivo! … Tú… Realmente estas vivo. — La voz se me desvaneció, volví a reaccionar segundos después, solo para empujarlo con todas mis fuerzas. — ¡Te lloré! ¡Lloramos tu muerte! — Le increpé.
Ya no era la misma niña que esperaba ver a su padre de nuevo. Los recuerdos de todos esos años sola, se posicionaron de mí. Mis emociones estaban en una disputa de quien tenía el control. Quería abrazarlo, porque realmente quería sentir que era real y porque lo extrañaba como a mamá; sin embargo, mi ira y orgullo querían patearle el trasero.
— Era necesario el sacrificio. — ¿Sacrificio? ¿De qué estaba hablando? — Tenía que dejarlas para poder protegerlas. — Hice una mueca de burla.
— ¿Por qué se me hará tan difícil tragarme ese cuento? — Miré alrededor.
— Esto no… Hablemos en privado, necesitas calmarte un poco. — Trató de tocar mi hombro, lo quité de un manotazo.
— No te atrevas a decirme que me calme. — Lancé aún enojada. — Ni siquiera apareciste cuando mamá murió. — Levanté el rostro a causa de las pequeñas gotas de lágrimas que comenzaban a salir de la nada.
El día en que mi madre falleció se fue con ella toda la esperanza de pertenecer a una familia, mamá era todo lo que me quedaba, o eso es lo que yo creía, nunca tuve idea de que él estuviera vivo y lo que más me llenaba de ira. Teniendo en cuenta la información de Erick, siempre estuvo pendiente de mí, de nosotras; él supo cuando ella murió y ni siquiera se acercó a despedirse.
— Ann…— Trató de acercarse, pero di pasos hacia atrás automáticamente.
— ¡Mamá murió! ¿Al menos tus espías te hablaron de eso? — De pronto una idea cruzó por mi mente. — Tú la mataste. — Mi afirmación sonaba insegura. — ¡Confiesa! ¿Qué le hiciste? — Parecía no creer lo que estaba escuchando.
Traté de atacarlo inútilmente, evadía con facilidad mis puños, sus guardias quisieron intervenir, pero se detuvieron cuando él los miró. Después de unos minutos en los que continuaba evitando mis pobres ataques, me tomó por ambas muñecas y no pude hacer nada contra su fuerza.
— ¡Es suficiente! — Su mirada tenía un destello de decepción. — Estuve en cada momento importante, Ann. El primer día de clases, tus cumpleaños, tus ceremonias de graduación, incluso el día en el que mi amada Rosa murió. — Parecía triste. — ¿Cómo puedes imaginar que yo haría daño a tu madre?
— Suéltame. — Mascullé tirando de mis muñecas. — Espero que al menos haya algo de verdad en lo que dices, sí descubro…
— No ofendas la memoria de tu madre, ella me amaba tanto como yo a ella por sí los recuerdos te están fallando. — Eso era cierto, mis pocos recuerdos eran los de mis padres y su amor incondicional.
— No sé qué tanto de mis recuerdos sean reales ahora que te estos viendo. — Volví a atacarlo con mis palabras, estaba demasiado dolida.
Mi cabeza dolía por tanta información, tantos recuerdos. No entendía lo que estaba ocurriendo exactamente, no podía asimilarlo aún. Lo único que sabía con certeza era que aquel hombre parado frente a mí, era mi padre, o al menos eso solía creer. Pero, ¿qué hombre que jura amar a su hija y esposa, las deja solas a su suerte?
— ¿Qué sucede, Ann? — Ese nombre otra vez. Parecía querer verificar que no me había dado un paro o algo al mantenerme callada por un tiempo. — ¿Annabelle? — Volvió a repetir. — Será mejor que…
— Prometiste que regresarías... — Mascullé con la voz entre cortada. — Me mentiste. — Hablé a la nada, no me había dado cuenta el momento en que lo había perdido de vista.
— Ann...— Me llamó dando pasos hacía mí.
— ¡No me llames así! Por favor, no me llames así. — Exploté, no en el sentido de perder el control de mi temperamento, sino por el hecho de que mi mente no podía soportar más todos esos dolorosos recuerdos que conllevaba recordar ese nombre. — Mi padre me llamaba así y tú definitivamente no lo eres. — Estaba en modo automático.
— Déjame explicarte, hablemos en privado. — Pidió cogiendo mi brazo.
— No me toques. — Espeté quitándome de su agarre, nuevamente. — Solo libera a mis amigos y me iré de este lugar.
— ¡Cómo se atreve! — Exclamó muy indignado el vampiro que me trajo, estaba a una distancia prudente junto a Chris, quien ni se movía.
Miré alrededor analizando la escena, aparte de Chris inmóvil, solo estaba este vampiro fortachón y mi… Él. Sabía que él tenía todas las de ganar, caía en cuenta de lo que significaba que aquel hombre frente a mí era un legendario vampiro, encargado de líder este clan. En otras palabras, era quien tenía en custodia a mis amigos, era a quien me tenía que enfrentar.
— Supongo que también tengo que soportar estar vigilada por todos ellos ¿Es que soy un peligro para su seguridad, mi Lord? — Hablé con un poco de sorna.
— ¡Insolente! — Volvió a chillar la misma voz. — Mi señor, permítame darle un castigo. — Esa sugerencia me bajo de mis nubes, era una humana en el mundo de los vampiros.
— Eso no será necesario, Walter. — Habló él con una autoridad impresionante.
— Pero, mi Señor ella podría ser un peligro para su prestigio... — Intervino el mismo hombre.
Presiento que no le caigo bien.
— Estaré bien, querido Walter. Mantente al margen de este asunto. — El hombre solo asintió aún inseguro. — Llévate al prisionero, te volveré a llamar dentro de unas horas.
— Como usted lo ordené, mi Rey. — Hizo una reverencia y miro a mi amigo con decepción, como si se tratara de un traidor.
— ¿Qué? No. — Corrí hacía él, no había forma de que se lo llevaran en ese estado. — No, no, no. ¿Chris, me escuchas? — Mi amigo me dio un intento de sonrisa antes de que el guardia lo pusiera en su hombro como si fuera un costal de basura. — Iré por ustedes, resiste, por favor. — Grité cuando supe iba a desaparecer, literal. Me giré hacía el autor de toda esta tragedia. — ¿Qué rayos has hecho? — Se hizo el desentendido por un momento.
— Demostrarte que ellos no pertenecen a otro lugar que no sea la prisión. — Aclaró.
— ¡Devuélveme a mis amigos! — Mi respiración subía y bajaba tan rápido que creí en la posibilidad de que se detuviera en algún momento. — ¡No puedes, no tienes derecho a encerrarlos! — De hecho, técnicamente sí los tenía, él era su Rey.
— Ann...— Mis ojos se achicaron.
— Rachel. Mi nombre es, Rachel. — Le miré sin titubear.
— Para mí siempre serás mi pequeña Ann. — Hice una mueca parecida a una sonrisa con los labios.
— No olvides que desapareciste de mi vida, Klauss. — Levantó una ceja algo sorprendido. — ¿O, es que también debo llamarte 'Señor'?
— Aún sigue la niña resentida de algunos años. — Murmuró entre daba pasos a mi alrededor.
— Dejemos tu intento por acordarte de tu pequeña hija, — le acusé. — ya no queda nada de ella. — Su rostro me miraba preguntándome: ''¿Qué es lo que quieres, entonces?''. Al menos eso me pareció.
» Libera a mis amigos. Ninguno de ellos ha cometido un error. Fui...— Ni siquiera había terminado de hablar cuando sentí la presión de su índice sobre mi boca. Mi padre negaba con la cabeza, mientras sus ojos pedían que no dijera más.
Después de unos minutos en esa situación, apartó su mano de mi cara.
— Dejemos eso para después. — Demandó volviendo a su voz neutra.
— No. — Respondí firme, no sabía exactamente porque esa actitud de querer ocultar detalles evidentes para ambos, pero no iba a doblegarme. — Vamos a aclarar el único motivo por el que vine aquí y ahora.
— No es una pregunta. Es una orden. — Sus ojos eran firmes al mirarme, ni un pestañeo.
— ¡Tú no me das órdenes! Perdiste esa autoridad cuando te fuiste. — Ahí iba yo con mi resentimiento intacto.
Su mirada de pronto cambió. Era severa, fuerte, él era un vampiro, aún no me acostumbraba a la idea y actuaba como sí él aún fuera el padre que recordaba. Lo cierto es que podría hacer lo que él quisiera conmigo, de mis pocas fuentes (libros infantiles) sabía que eran capaces los seres sobrenaturales.
— No lo hago como padre. Estas en mi territorio, estas bajo mis reglas. — Mis ojos se abrieron a la par por la impresión. Él no me estaba haciendo esto.
¡Soy su hija, por un demonio!
— Y yo te he dicho que no me pienso ir sin mis amigos. No sé cómo funcionan las leyes aquí, pero no me pienso callar hasta que se haga justicia. ¡Sabes muy bien que ellos no hay hecho nada para ser castigados! — Estaba de espaldas a él. — Por favor, — comencé a bajar mi temperamento, no me quedaban muchas cartas para jugar — haré lo que sea, me quedaré a escuchar lo que tengas que decir, pero déjalos libre. — Fue la primera vez que escuché su risa sarcástica en la noche.
— ¿Por qué sigues diciendo que te vas a ir? — Su manera de hablar me asustó un poco. — No vas a salir de aquí, hija.
— ¿Qué rayos estas diciendo? Yo vine aquí por mis propios medios, puedo salir de aquí de la misma manera. — Eso no era del todo cierto.
— Dejé que llegarás hasta aquí porque sé de tu vínculo con ese traidor, supe que vendrían desde el momento en que lo pensaron. — La sangre que nos unía, papá sabe acerca de lo sucedido. — Parece que ya te disté cuenta, ¿ahora entiendes por qué merecen un castigo? — Eso no era excusa. — Esos dos traicionaron mi confianza, traicionaron su juramento, eso merece un castigo severo. ¿No lo crees?
— Tú no vas… No puedes hacerles daño, ¿qué clase de ser eres? — Lo desconozco. — Entre todas tus decisiones de mantenerme vigilada, mandar a Erick para que me cuidara es lo único que puedo agradecerte…
— ¡Exacto! Lo mandé a cuidar de ti, no ha… — Tragó saliva. — Tú crees que tiene sentimientos por ti, ¿no es así? — Desvié la mirada. — Yo conozco a cada vampiro con el que trabajo, él sobre todo los vampiros nunca ha tomado en serio a nadie, agrega a eso el detalle de que odia a los humanos. ¿Ahora crees que estoy siendo injusto?
— Lo que pasó entre los dos no es asunto tuyo. — Ni siquiera yo misma me había hecho tantas cuestiones como me las estaba haciendo mi padre ahora mismo. — No estoy en plan de novia, estoy aquí porque son mis amigos y lo que estás haciendo con ellos es demasiado injusto. — ¿Acaso ya nada quedaba de mi héroe? — ¿No te das cuenta que gracias a ellos sigo con vida? — Sus ojos parecían entender mis palabras. — Nunca me hubieras vuelvo a ver sí a Erick no se le hubiera dado por ser tan leal. — Volví a encender ese fuego en su mirada al nombrar a Erick.
Sí que lo odiaba.
— ¿No lo entiendes aún? Siempre has estado bajo mi control, aun si planeaban no desobedecerme y desaparecer, te hubiera encontrado y traído conmigo, ¿no lo entiendes? Estas aquí porque yo quise que así fuera. — Comienzo a odiar su arrogancia.
— ¿Y, más o menos, por qué querrías que descubriera toda tu farsa? — Necesitaba información.
— Le prometí a tu madre que te protegería. — Eso bajo completamente mis defensas. — Estas en peligro, hija.
Algo de eso había entendido el día que me enteré de su existencia, pero nunca supe cuando grande era el peligro del que se hablaba; cuando pasó el ataque de esos seres feroces, creí que era ese el peligro, pero luego al ver como se comportaban los chicos, al ver la actitud persistente de Erick creyendo que mi aquel hombre era el único que podría ponerme a salvo, comprendí que las cosas recién estaban comenzando.
— Dime qué es, necesito saber a qué me voy a enfrentar. — No quise sonar demandante, pero no pude contenerme. — Necesito saber todo lo que está pasando.
— No es tiempo… — Arrugué la frente al verlo acercarse a mí. — Necesitas descansar ahora. — Lo escuché decir y con eso mis ojos comenzaron a cerrarse.
No pude evitarlo era más fuerte que yo, sabía que estaba exhausta por todo el recorrido y el pleito, pero no había forma de que me desvaneciera de la nada. Lo último que pude ver fue a él sosteniéndome.