Uno

1180 Words
Demasiadas personas conversando al mismo tiempo, la larga hilera de mesas que formaron para que todo el personal que asistió pudiera entrar y grandes cantidades de comidas que nadie tocaba por estar sumergidos en la borrachera. Alice se removió en su asiento, pensando en que debió haberse negado de asistir debido a que no encajaba en ningún lugar, era la única que estaba bebiendo jugo de naranja gracias a que era incapaz de beber. — ¿Acaso no te estás divirtiendo, Ali? — Una de sus compañeras de trabajo se apiadó de la pobre chica, si mal no recordaba aquella agradable mujer se llamaba Rebecca y era considerada la favorita del departamento. — ¿Por qué no bebes un poco con nosotros? Alice miró con cierta desconfianza la copa de vino que Rebecca extendía hacia ella. — No me gusta mucho beber… — Trató de excusarse. — ¡Vamos, Ana! Solo es un trago, no es como si se acabara el mundo por eso. — Pero mi nombre es Alice… — Como sea, ¡Bebe! La vida es una sola. Por un momento pensó en que tal vez Rebecca tenía razón y estaba pensando demasiado las cosas, si quería socializar como era debido necesitaba acercarse correctamente a sus compañeros de trabajo Tal vez tenía razón, necesitaba convertirse en una nueva persona si quería ser capaz de socializar correctamente. Bebió todo sin pensarlo dos veces, sintiéndose complacida al escuchar cómo los demás la alentaban a llegar hasta el fondo. — ¡Increíble! ¿Quieres más? Alice negó con la cabeza, todavía estaba tratando de asimilar el calor que abrasó su garganta en cuanto pasó el primer trago. Gruñó por lo bajo como reacción al ardor que encendió esas emociones que creía ya no tenía. Sintió las miradas de sorpresa por parte de los demás, es normal, la chica que solamente se concentraba en su trabajo y permanecía quieta como estatua comúnmente no bebería de esa manera tan descuidada. Pero el primer trago se convirtió en dos y la primera copa terminó volviéndose dos botellas enteras — ¿Estás bien, Ana? Tú nunca bebes con nosotros — Escuchó que preguntó otra mujer, mayor que ella. — ¿Cómo te sientes? — Jod-er que me llamo Alice ¿Cuándo piensan aprenderse mi nombre? Se quejó de mala gana. — ¿Te sientes bien? Alice miró hacia otro lado. — ¿Cómo se siente? ‘’Pues… Se siente…’’ — ¡Como si me hubiera arrollado un camión! No, es como si un amigo condujera un camión solo para arrollarme. — Siguió lloriqueando en los hombros de Rebecca, a esas alturas ya muchos de sus compañeros se habían marchado. — ¡No puedo creer que Richard no me haya escrito en más de una semana! Seguramente está con otra mujer ¡Será imbécil ese...! Rebecca palmeó su cabeza, suspirando de por medio. — Alice, deberías calmarte porque ya estás muy borracha ¿Por qué no vas a descansar un rato? — ¿Qué? — Has bebido demasiado, necesitas ir a descansar. — Mencionó Rebecca al quitarle la copa y la botella de las manos. Por primera vez en su vida ella también estuvo de acuerdo. — Mi cabeza está dando vueltas, creo que será lo mejor para mí regresarme a casa… — ¿De qué hablas? ¿Piensas irte a casa en este estado? Apenas puedes poner un pie frente al otro, no seas inconsciente, niña. — Rebecca suspiró, entregándole una credencial— Yo tenía esta reservación del hotel, puedes quedarte usando mi nombre… La habitación es la número… No necesitas llave, solo necesitas cerrar con seguro al entrar. El corazón de Alice dio un vuelco de agradecimiento al escucharla. Asintió. — Sí, muchas gracias… Ya comenzaba a sentirme un poco mal de los nervios. Se dio cuenta de lo borracha que estaba cuando se puso de pie y por un instante casi va a parar contra el suelo, trató de ignorar el ardor en sus mejillas y mover sus pies hacia la habitación. — ¿Estás segura de que va a estar bien? ¿No sería mejor llevarla hasta la habitación? — Preguntó una mujer a los pocos minutos de que Alice se marchara del salón. — ¿Estás loca? El señor Patrick llegará en cualquier momento. — Ya me extrañaba que hubieras venido tú también. Rebecca simplemente sonrió. — No soy capaz de perderme de ver ese lindo rostro por nada del mundo. ¿Por qué a Alice se le hacía tan difícil caminar? Estaba recargada de la pared del ascensor, el mundo le daba vueltas y un terrible calor la llevó a desabotonarse parte de la camisa con el sudor corriendo por su frente. Cayó de rodillas al salir del ascensor, gateando con la poca fuerza que le quedaba en el cuerpo. Sentía como si iba a morir en cualquier minuto, su capacidad de raciocinio se nubló completamente y por un par de segundos quiso vomitar. — llegas tarde. — Por alguna razón escuchó la voz de Richard a sus espaldas. — ¿Qué haces aquí, Richard? ¿Acaso le habian tendido una trampa? Sin embargo su cerebro se apagó en ese preciso instante. Lo único que recordaba fue el calor que abrazó su cuerpo durante toda la noche. Cuando abrió los ojos estaba en un lugar que no conocía, dentro de una suite de lujo y encima de una enorme cama, al recordar la situación buscó a Richard a su lado, pero junto a ella no había nadie sobre la cama. Aquello causó que se levantara de sobresalto, teniendo cuidado con el dolor de cabeza por hacer semejante gracia. Miró la iluminada habitación con desdén, su propio cuerpo estaba cubierto de moretones y mordidas sobre destendidas sábanas. — ¿Dónde estás, Richard? Tenemos que hablar ¿Cómo fue que me…? Pero definitivamente la persona que apareció no era Richard. — Oh, vaya. Veo que ya despertaste. — Alice entró en pánico cuando aquel hombre salió de la ducha, apenas envuelto de la cadera por una toalla. — ¿Dormiste bien? — ¿quién es usted? ¿Qué hace en mi habitación? — ¿De qué hablas? Fuiste tú la que se coló a mi habitación anoche ¿Ya vas a explicarme quién eres? — No puede ser ¿Una equivocación? — Alice tembló en el lugar, si él estaba desnudo y ella también eso quería decir una sola cosa: — Tú y yo no… ¡No! ¿Verdad? — ¿Hablas de tener sexo? — Su rostro no mostró impresión. — Yo solo hice lo que me pediste, no trates de culparme ahora. — ¿Qué número de habitación es esta? — Me asignaron la 216 — ¡Te equivocaste, esta es la habitación 236! Él alzó una ceja. — ¿Estás segura de eso? Por alguna razón Alice sintió escalofríos al escuchar aquello. Y su mundo estaba a punto de desmoronarse cuando confirmó lo que más temía: 216 Quien se había equivocado de habitación era ella.
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