Poco tiempo después, Eva comenzó a frecuentar mi casa, mi realidad y a compartir tiempo con mi familia. Mi madre la trataba como la hija que nunca tuvo. Le cocinaba sus platos favoritos, le mostraba fotos de mi infancia… ¡y yo estaba maravillado de tener a las dos mujeres que más amaba en la vida, juntas y llevándose tan pero tan bien! Porque era un hecho. Amaba a Eva. Estaba completamente entregado a ella en cuerpo y alma y sentía que así también lo estaba ella conmigo. Yo había ido varias veces a su casa, pero estando sus padres nunca había pasado del jardín. Y era tanto el amor que sentía por ella que ni siquiera me había percatado de ese detalle como para hablarlo e intentar cambiarlo, hasta que Manuel me bajó a tierra… Manuel – Fran, hermano, dime la verdad… ¿No te parece extraño q