Capítulo 4

2641 Words
Marcela Desde pequeña siempre estaba sola, no tuve un padre que me corrija, ni una madre que me cuide porque siempre estaba trabajando, no le echo la culpa a ella de nada, de ninguno de mis traumas de la infancia, ni de la pubertad tan horrible, o de los problemas en los que me metí, aunque todo eso me ha traído como consecuencia la vida que tengo ahora, sin embargo, tuve a alguien que me acompañó, que me defendió en los momentos donde estuve a punto de ser linchada, que me convirtió en una amenaza, en lo que soy ahora, me enseñó que siempre tenía que defenderme… bueno, tal vez yo exageré un poquito con las cosas convirtiéndome en una maldita perra desalmada, pero no me arrepentía de nada de eso. El gato, él es como mi hermano mayor, siempre estuvo ahí y sé que siempre lo estará, aunque me proponga destruir el mundo, él no me va a juzgar, él me va a apoyar, él me va a acompañar. - Hey ¿Qué pasó? – Saludo, ya que no hay formalidades entre nosotros. El gato se acerca y me abraza dándome un beso en la coronilla. Allí estaban todos los chicos, unos fumaban, otros hablando y por último el chico misterioso de ojos azules recargado en la pared como si nada estuviera pasando, simplemente relajado, observando a todos. - Como te dije tenemos un nuevo negocio. – Responde el gato mientras que todos los demás me saludan con un gesto, nos mira a todos deteniéndose más tiempo en mí. - ¿De qué se trata? - Pregunté directamente y lo saqué de encima de mí, odio que se recarguen en mi hombro. - Se trata de un asalto. - Me dijo uno de los tipos que no conocía, el mismo ojiazul, muy antisocial para mí. - Vamos a asaltar a este hombre. - Me pasa una foto. - Mañana en la noche, no te pierdas. - Asentí con la cabeza mientras miraba la foto. - Rosa esto sin ti no podremos hacerlo. - Me dijo el Juncas a quien también podía considerar mi amigo, pero no tanto como el gato que era más que mi amigo, era mi hermano. - Sabes que tú eres especial para nosotros. Que conmovedor. - Si yo no estuviera hubiera sido otra la que hiciera este trabajo con ustedes. - Les devuelvo la foto y me encojo de hombros. Tengo que ser realista y la verdad es que reemplazo no faltarían, hay un montón de mujeres en este barrio que se prestarían para esto y para muchas cosas más, todo. - No todas son tan valientes, hermosas e inteligentes como tú. - Me dice el gato alagándome y guiñando un ojo, por lo que le dediqué una sonrisa. - Bueno, ya vámonos, no podemos llamar la atención estando aquí mucho tiempo. - Dijo un chico pelirrojo y que tampoco sé su nombre, pero no es para menos porque no es como si me interesara conocer los nombres de todos. Aun así, creo que debería empezar a concentrarme más cuando estamos todos juntos, toda precaución es poca. Nos fuimos por nuestros respectivos lugares, pero el gato me acompañó hasta mi casa, en el camino le pedí un poco de ese polvo blanco mágico que él vende, pero a mí me la regala ya que le consigo varios clientes. Por desgracia me dice que no tiene ahora, pero que lo busque en la noche y me dará una buena cantidad. Nos despedimos frente a mi casa y entro, al entrar no hay nadie, parece que Vanessa se fue a trabajar y mi madre no sé dónde ande. Voy a la cocina a ver si hay algo de comer, no he comido desde anoche y ya eran como las cuatro de la tarde, comí una pasta que al parecer hizo Vanessa después de que explotó la anterior. Me dirijo a mi cuarto y me tiro en la cama, en unos pocos minutos ya me habían rodeado los brazos de Morfeo. Ya era noche cuando desperté,  me bañé y me vestí con un vestido morado muy corto y ajustado a mis curvas, me solté el cabello en hondas que cayeron hasta más abajo de mi cintura, me puse unos tacones negros de 10 cm y me maquillé casi exageradamente porque el pintalabios era de un rojo intenso, tomé mi cartera  negra para combinar con los zapatos y puse lo necesario en ella: mi celular, condones, una caja de cigarros y unas pastillas, además del maquillaje y una pistola pequeña que me regalo "el gato" para mi protección. Ya estoy lista para ir de cacería. Al salir de mi casa me dirijo a la calle de prostitución, pero antes paso por la esquina del gato a buscar mi "medicina". Cuando llego donde él solo me acerco lo suficiente para que me la pase disimuladamente y sigo mi camino sin decirle una palabra. Llego a mi respectivo "trabajo" y me siento en una esquina, subo la pierna derecha encima de la izquierda y me subo el vestido un poco más de lo que ya estaba, enciendo un cigarro y lo fumo, miro a las demás chicas y están algunas de la misma forma que yo, otras están de pie, algunas me observan. Llega un carro y se para frente a mí en eso ya estoy terminando mi cigarro así que exhalo el humo que tengo contenido en la boca y tiro el cigarro al suelo para pisarlo, me acerqué al auto y me subí en el asiento del copiloto, ya sabía de quien se trataba. - ¿Cómo estas Marcos? - Le pregunté, Marcos Cepeda es un hombre con dinero igual que los Gandara su familia es igual de importante, tiene una hija que creo que es de mi edad y una esposa que según sé es muy celosa y tiene vigilado a Marcos, ya van como 5 hombres que ella manda a seguirlo y está de más decir que todos fracasaron. Marcos es apuesto no lo voy a negar tiene el cabello n***o y los ojos verdes, es musculoso, tiene la piel un poco más oscura que yo y sus labios finos. - Estoy bien, preciosa, y mejor porque ya pude venir a verte. - Puso esa sonrisa de lado que me gusta, pero él no lo sabe y nunca lo sabrá. - Tampoco pasó tanto tiempo, solo fue un fin de semana que estuviste fuera. - Se acerca a mí para besarme y yo me alejo un poco haciendo que sus labios aterricen en mí clavícula, esto provoca una risa ronca y sexy de su parte. - Para mí fue una eternidad. – Murmura volviendo a su posición anterior. - ¿Tú no me extrañaste? - Tengo muchos hombres que me divierten, no me hace falta uno que no esté. - Le dije mirando mis uñas como si fuera la cosa más interesante del mundo, él me tomó con brusquedad del mentón. - Lo dices porque sabes que me vuelves loco, que mataría por ti, tú eres mía ... - Lo interrumpí con una risa sarcástica. - Por favor no me hagas reír, tú estás casado y yo solo me acuesto contigo por el dinero que me pagas, para mí no vales nada. – Fui sincera como siempre y él lo sabe. - Pues no me importa lo que digas hoy serás solo mía. - Me besó intensamente y yo no puse resistencia. Luego nos dirigimos a un departamento que tiene Marcos para nuestros encuentros, solo él y yo tenemos las llaves. Al llegar allí nos besamos, nos abrazamos, brindamos, le di toda la fantasía que él quería de tener una novia, bailé un poco para él y mientras lo hacia me quitaba las prendas de ropa lentamente. Le acaricié el pecho mientras le sacaba la camisa y la chaqueta dejándolo solo en corbata, la cual usé para apretar un poco en su cuello, pero sin asfixiarlo, lo halé de la corbata haciendo que quedara de rodillas ante mí, me agache por atrás y besé su nuca, mordí su oreja y lamí un poco para tirar de su cabello y besarle el cuello haciendo que soltara algunos jadeos. Esto era parte de mi trabajo y lo hacía solo para durar menos tiempo en el sexo, mientras más jugaba más tiempo perdía. Cuando volví al frente lo obligué a ponerse de pie tirando de su corbata y lo lancé a la cama de un empujón. Continué desnudándome lentamente y acariciándolo a él, se había formado un gran bulto en su pantalón haciéndome recordar que al menos estaba bien dotado. Acaricié aquel bulto por encima de la tela y fui quitando el cinturón y luego el cierre deshaciéndome de sus pantalones, mis manos traviesas buscaron bajo la tela y lo escuché gemir, empecé a acariciar lentamente apretando en la base hasta que aceleré el ritmo y terminó en mi mano. Yo sabía que no había acabado aun así que terminé de quitar mi tanga y me subí encima suyo acariciando y rozando su m*****o en mi centro porque yo no estaba para nada excitada, sin embargo, quería hacerle creer que sí, era mi trabajo, a los hombres les encanta pensar que nos vuelven locas, pensar que los deseamos y lo mejor es cuando finjo mis orgasmos, ellos disfrutan creer que nos dejan seca y por eso siempre vuelven. Me puse de pie y lo atraje conmigo hasta la ducha, allí me entré en la tina que estaba llena de agua y espuma, le hice señas con mi dedo y él me siguió, una vez allí dentro le pasé de nuevo el vaso con whisky y me tomé el mío de un trago sintiendo que me ardía la garganta, lo besé con pasión, lo besé enredando mi lengua con la suya haciendo que entrara en desesperación, ya había tenido un orgasmo y el tiempo seguía corriendo, vamos por otro. Empecé a bajar mis besos por su cuello y su pecho bien formado, sin un solo gramo de grasa, todo puro músculo, pasé mis uñas por su espalda sin llegar a lastimarlo para no dejar marcas, pero sí llegué a provocarle cierto cosquilleo que lo hizo gemir de placer, aprovechando dicho gemido lo empujé hasta que se sentó en la orilla y le pasé mis uñas esta vez por sus glúteos haciéndolo que guiara sus manos hasta mi cabeza pidiendo u buscando una sola cosa así que se la di, pasé mi lengua por su pene, desde la raíz hasta el glande y luego lo entré en ni boca, primera suave, después con prisa una y otra vez, no me detuve siquiera a respirar porque ya era un experta haciendo esto, apretaba los labios en todo el recorrido y sentía como se hinchaba cada vez más hasta que simplemente no aguantó más y todo el semen salió disparado, ya sabía el momento exacto así que me hice a atrás al momento justo para que no lo hiciera dentro de mi boca. Lo escuché jadear al quedarse sin aliento, iba a decir algo, pero no lo dejé poniendo un dedo en sus labios y le pasé más whisky, no quería escucharlo, no quería que me dijera lo increíble que era en lo que hacía, no quería que me lo dijera, pues ya lo sabía y no estaba tan orgullosa de ello, aunque en este trabajo era necesario estarlo. No tardó tanto en reponerse, era un hombre fuerte, todo un semental, esta vez volvimos a la cama y busqué uno de los condones en mi bolso y me subí encima de él como la vez anterior, nos besamos y acariciamos, me froté en su m*****o una y otra vez luego me hice a un lado para ponerle el condón y aproveché la lubricación de este frotándola en mi centro ante sus ojos, me froté una y otra vez mientras gemía para él, todo un espectáculo bien armado.  De un solo movimiento hice que me penetrara y empecé a moverme, él me siguió el ritmo agarrando mis caderas y luego cambiamos de posición, haciendo varias en todo un rato. Fingí varias veces que llegaba al clímax haciéndolo feliz hasta que una vez más lo hizo él y los dos nos quedamos en la cama acostados al lado del otro. - Siempre es un placer hacerlo contigo, Marcela. – Susurró en mi oreja. Ya eran las 3 de la madrugada cuando decidí irme del departamento, Marcos se fue antes que yo para no levantar sospechas y para que su esposa no lo regañe, es hasta gracioso. Tomé mis cosas y me senté al borde de la cama, odiaba mi vida, me daba asco tener que hacer esto para vivir. Mientras había cientos de mujeres detrás de un escritorio sin haber pasado ni una noche de hambre o alguna vez haber sufrido de verdad, a mí me tocó vivir esta mierda de vida. Con ese pensamiento antes de salir no me aguanté y tomé el polvo que me había dado el gato, sin pensarlo dos veces lo eché sobre la mesa de  cristal e hice una línea con una de mis tarjetas para luego absorberlo por mi nariz de manera más cómoda, me acosté en el mueble durante unos minutos para que haga efecto, solo quería olvidar todo lo que paso aquella noche y si era posible lo que pasó en toda mi vida, olvidar quien era, solo olvidar. Después de unos minutos me paré del mueble y tomé el dinero que me había dejado Marcos, por lo menos paga bien, lo puse en mi cartera y salí del departamento. Al salir vi una camioneta que estaba frente al edificio, era negra y me pareció sospechoso porque no es la primera vez que la veo lo sé por la matricula. Me acerqué a ella y empecé a tocar la ventanilla, fingía que estaba ebria y no podía mantenerme de pie, de la misma salió un hombre y cuando abrió la puerta le pedí que me llevara a un hospital porque no me sentía bien, él no quiso que entrara a la camioneta, pero yo entré sin su permiso y me senté en el asiento del copiloto ahí pude ver que tenía varias fotos mías y de Marcos mientras entrábamos al edificio, hijo de puta, inmediatamente supe que era uno de los hombres de la esposa de Marcos. Maldita. Él intento sacarme de la camioneta, pero yo me resistí y cuando menos lo esperaba le saqué el arma que tenía en la cartera y lo apunté con el cañón. - ¿Qué haces aquí y por qué tienes esas fotos? - Le dije sin flaquear. Tenía la mente confundida y veía todo rojo. - Yo solo paseaba por aquí, soy fotógrafo. – Respondió tembloroso. - Les tomé unas fotos porque pensé que eran una linda pareja. - Si claro, y yo soy psicóloga. No te creo nada, fue la esposa de Marcos que te mandó. ¿Cierto? - Le grité furiosa, estaba enojada de repente y no podía contener la rabia que sentía con esa mujer, con este tipo y con la vida por ser tan hija de perra conmigo. - No, no, no yo no soy lo que tú piensas yo.... - Lo interrumpí. - Te dije que no te creo nada, dame el dinero que tienes, ¡¡¡TODO!!!! - Le grité mientras le apuntaba. - Por favor no me mates, te lo doy todo. - Me pasó lo que le pedí y las fotos que estaban allí, no me podía arriesgar. Salí de la camioneta y cuando iba caminando por el lado del conductor, le disparé en la cabeza y me fui de ese lugar sin que nadie me viera, tomé un taxi unas cuadras después y me fui a mi casa, estaba completamente drogada.
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