—No sabía qué eras tan buen cocinero —me comenta mientras que sirve dos copas de vino y yo preparo ñoquis caseros. —Digamos que estoy improvisando con los ingredientes que encontré —señalo. —Perdóname, es que no tuve tiempo para nada y María se fue a la capital —me cuenta un poco avergonzada. —No pasa nada, sé qué no es muy común comer ñoquis en noche buena, pero es lo que hay —menciono y sonríe. —Me gustan los ñoquis, además esa salsa se ve buenísima —dice y agarra un trozo de pan para mojarlo en la salsa y probarla. —¡Oye! —me quejo haciéndola reír. —Mi abuela odiaba que hiciera eso —confiesa. —Yo también odio eso —admito divertido y hago una pausa—. ¿Tus abuelos viven? —averiguo y niega con la cabeza. —Me quede sola, no quiero ni siquiera pensar en eso porque me voy a deprimir m