Me abrocho los últimos botones de mi nuevo uniforme militar, me siento extraño, quizás nervioso, de comandar por primera vez una legión de cien hombres, todo ellos compañeros míos, que me admiran o me temen, pero sé que no se atreverán a desobedecer una orden mia. —Estamos listos, capitán— dice Keith al entrar a mi nueva oficina, la cual es pequeña comparada con la de otros oficiales de rango más alto que yo, pero es el paso más cerca que estoy a mi anhelada justicia. Asiento con la cabeza con firmeza y mi mejor amigo me sonríe un momento para después volver con nuestro hombres que en este momento me esperan afuera. Una vez listo, tomo mi espada y la coloco dentro de su funda, para después salir al patio de entrenamiento donde todas las legiones que se graduaron este año se preparan para

