Valois. 15 años antes. —¡Bastian!—grita la gentil voz de mi hermana Angeline— mira lo que hice para ti. Camino por el sendero hasta llegar a donde ella se encuentra hincada observando una mata de flores silvestres de color blanco. Cuando llego hasta ella, me acomodo a su lado y me inclino levemente para observar que se trata y lo que veo me desconcierta. Una corona de flores —¿Y yo para qué quiero eso?—me quejo, pero ella, aun así, la coloca en mi cabeza de forma desprevenida y luego se echa a correr como si aún fuera una niña pequeña. —¡Qué lindo te ves!—se burla de mí cuando está lo suficientemente lejos, entonces yo me quito su tontería y la arrojo lejos. —¡Déjame en paz!—le advierto y corro hasta ella, pero en mi intento por defender mi honor, me tropiezo con mis propios pies y

