Mientras caminamos por los pasillos del palacio del norte, me maravilla el paisaje blanco qué sé puede observar desde este punto. Montañas alrededor, cubiertas de nieve qué brillan como si fueran diamantes. Bastian camina a mi lado con una sonrisa, una qué sé asemeja mucho a la nieve blanca y la sensación de ir de la mano con mi esposo es extraña, parece un sueño, pero de esos sueños blancos donde todo resplandece entre alegría y dicha. —Quiero que cierres los ojos—me indica mientras se detiene frente a un par de puertas blancas, las cuales en esta ocasión no tienen ningún guardia custodiándola, de hecho, no he visto a ninguno en este pasillo, lo cual me inquieta un poco, pero no me animo a cuestionárselo a mi esposo, en primer lugar porque no quiero que mal intérprete mi duda, me siento

