Prólogo.

1452 Words
                                                                                EL INICIO: Era un lunes por la tarde en las calles de Londres. Leila llevaba en las manos un café y en la otra un paraguas. La llovizna ligera caía en su impermeable rojo y esta lluvia se confundía con sus lágrimas en el frío pavimento. Se sentó en una banca a las afueras de una calle comercial. En frente de ella se encontraba el lugar donde había comprado su café, y detrás de ella una tienda de flores le enviaba olor a rosas. Se limpiaba la nariz con el dorso de la mano sabiendo perfectamente que su nariz ya debía de estar roja como un payaso.. Aún no podía creer lo que había sucedido hace media hora en el ascensor de su edificio. Su novio, aquel que pensó que sería el amor de su vida, ¡su alma gemela! La había dejado con aquella rapidez...   No supo cuál fue la verdadera razón por la cual el término así con ella, la manera seca y rara fue lo que más le había dolido. Él le había dicho que la amaba pero que tenía que la relación no le llenaba. Ella no le creyó en absoluto y esa mentira de que la "Amaba"  le carcomía su mente. – ¿Cómo pudo ser así, después de haber estado este tiempo juntos? Preguntó a la nada, casi en un murmullo para sí misma.― ¿Cómo pudo siquiera verme a la cara y decirme en un minuto que me amaba y luego terminar conmigo? ―No creo que te haya amado alguna vez si te hizo eso― respondió una voz al otro lado de la banca. Una voz masculina y firme, pero en un tono bajo y dulce. Sorprendida, al darse cuenta de que no estaba sola, se tensó. No se había dado cuenta de que alguien se había sentado al otro lado y menos escuchado la conversación que tenía hace dos segundos. Levantó la vista, un poco apenada, y quedó corta de palabras la mirada del chico y la inocencia que transmitia el joven que había oído hablar. Tenía la mirada más absorbente que había visto en su vida y en un segundo se olvidó por completo sus pensamientos anteriores y el motivo por el cual lloraba. La mirada del hombre en frente de ella la analizaba como si de una ecuación se tratase. Las pupilas del muchacho se dilataban en fracción de segundos y luego de un segundo volvieron a su estado original, mostrando así el color de su iris. Era parecido al verde aceituna.. ―Oh, disculpa. – le dijo a la muchacha.― Yo solo quería saber si estabas bien, te he visto algo triste al pasar frente la tienda.― dijo señalando a la tienda de flores detrás de ella. Rápidamente se percató que aquel muchacho, de pelo corto marrón. llevaba puesto un delantal lleno de algo parecido a tierra, un guante colgando de este mismo y el otro guante puesto en su mano izquierda. En la derecha llevaba una margarita. ¿”Será para mí”? Pensó Leila. El muchacho siguió la mirada de ella y se percató de que miraba la flor― Si, es para ti, te la doy pero si dejas de llorar.― le mostró una gran sonrisa y con solo eso ella sintió una también creciendo en su cara. ― Muchas gracias, que linda― la tomó y la olió― Son mis flores favoritas. ―La sonrisa de aquel muchacho se quedó allí por mucho tiempo, dejando a la vista de cualquiera, sus dientes un poco torcidos pero igual perfectos. Entonces ella lo detalló mejor y se percató de la posible edad que aquel joven tenía, 17 o 18 posiblemente. “Si no fuese porque es menor que yo le robaría un beso”, pensó Leila a la vez que colocaba la flor en su cola de caballo larga y espesa. El muchacho tendió su mano para estrecharla con la dama . ―Soy Matt, mucho gusto.― ella estrechó su mano con gusto y le sonrió de vuelta quedándose muda por varios segundos.― ¿y... cuál es tu nombre? ― ¡Oh, disculpa!― sintió como se sonrojaba― Mi nombre es Leila.― bajó la cabeza avergonzada de haberse quedado mirando tanto rato.― Bueno Matt, me tengo que ir, fue un gusto conocerte, gracias por la margarita. Matt se paró al igual que ella mostrando algún tipo de decepción en su cara. ―Como tú dices, fue un gusto conocerte, Leila. Cualquier cosa que necesites ya sabes donde encontrarme.― hizo una pequeña reverencia, un tanto exagerada, pero que hizo a Leila sentirse cómoda con él―. Hasta que el destino nos vuelva a conectar.― Dijo Matt.  Aquello le tomó por sorpresa pues esperaba el "junte" de esa Frase "Hasta que el destino nos junte de nuevo". ― ¿Conecte? – Repitió en una forma graciosa. Su ánimo había subido en aquellos minutos como un cohete en marcha. ―Todos estamos conectados, de una forma u otra, Tú y yo lo estamos en este momento. ―La miró emocionado y prosiguió ―. Solo hace falta que el destino o lo que sea nos conecte de nuevo. Algo en él había hecho que ella se preguntará qué tanto del mundo sabía aquel muchacho de cara feliz, que transpiraba inocencia. Su mirada decía que se sentía seguro de lo que decía. Sintió un pequeño pinchazo en el pecho lo cual le gritó que respondiera – Bueno, entonces hasta que el destino o lo que sea nos conecte. ―De nuevo.― Recalcó él. Leila se marchó calle arriba donde estaba su apartamento a un par de cuadras. Al llegar decidió recoger todo lo que había tirado al suelo luego de que se fuera su novio. Ex, se corrigió. "El ex más estúpido que he tenido.” Sonó el teléfono de su casa, fue y lo cogió― .Te oigo.― dijo en forma de saludo. A los 15  años se había enterado de que los rusos respondían así porque era la forma más segura de hacerlo y le pareció interesante, así que lo utilizaba al responder llamadas. ―Oh, cariño. te he llamado toda la mañana, he estado muy preocupada por ti. ¿¡Por qué nunca te consigo cuando te necesito!?  ¿Por qué no cargas tu celular? ― la atacó la voz del otro lado. ―Hola, mama. Estuve ocupada, algo surgió y sabes cómo son las cosas, se me quedó el celular en el cuarto, lo puse a cargar y después salí muy rápido.― Se sentía estúpida dándole explicaciones a su madre. Tenía 22 años y cuando su mamá se casó por segunda vez se mudó sola luego de un tiempo. No soportaba al hijo de su padrastro y no estaba segura en esa casa. ―Bueno dime ¿Qué necesitas  y cómo puedo ayudarte? – preguntó indiferente y cansada, su madre la llamaba unas 7 veces por día necesitándola o preguntándole algo. ―Verás cariño, necesito que vayas a una fiesta de inauguración por mí y Ed, con Rob, es pasado mañana y no puedo ir. Últimamente me he sentido bastante mal, es como una gripe larga que no se va nunca, mañana iré a ver a un doctor a ver qué me dice. ―Ay, mamá. Seguro es solo agotamiento, te la pasas de aquí para allá con la remodelación de tu casa y no creo que sea bueno para una mujer de tu edad estar por ahí regañando a los trabajadores obreros. ―Cariño, yo lo que estoy es fuerte, además esos flojonazos  no hacen nada bien sin una voz que les diga que quiere con carácter y Ed ¡no está pendiente de nada! ― Okay, entonces respecto a la inauguración con Rob, no creo que pueda. Él y yo hemos roto esta misma mañana.― Lo dijo pausadamente en un tono parecido a un suspiro.  La voz de su madre subió una octava más y de repente se sintió mareada. ― ¡Oh, cariño! ¿Por qué no me dijiste nada? Yo aquí hablando de estupideces mientras que mi pequeña bebe tiene el corazón recién roto. ―Tranquila mamá, todo está bien.― Y lo decía en serio para haber terminado hace unas 3 horas estaba perfecta, pensó que a estas alturas ya estaría llorando con un tarro de helado y una película de amor.― Estoy Asombrada de lo bien que estoy.― le aseguró. ― Bueno, cariño. Visitame mañana después de ir al médico, ¿si? ―Claro, mamá. Te aseguro que todo saldrá muy bien, Te amo. ―Yo te amo más, cariño
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