Prologo
No podía parar de llorar, no sé que rayos había hecho para merecer esto, no tenía sentido tanto mal en mi vida, siempre fui buena, no entiendo en que fallé, pero él tenía razón, él estaba en todo su derecho de estar como estaba, de sentirse como se sentía, y hasta de odiarme si ya lo hacía, tal vez no lo merecía, pero eran las consecuencias de mi callar, debí hablar cuando pude, no cuando ya era demasiado tarde, debí prevenir esto, pero me confié a lo bonito, y el miedo a perderlo me ganó.
Ahora el hombre que amaba me odiaba, lo único bonito en mi vida se está yendo como muchas cosas que quise, la más importante: mi libertad.
—Supongo que yo soy el amante ¿no? ¿O piensas crear una mentira creíble?
—Sólo... Déjame hablar —supliqué mirándolo a los ojos, sin miedo a que percibiera mi dolor, sin miedo a que me viera vulnerable.
—¿Quieres darme detalles de cómo me viste la cara? ¡Eres casada! Dios amo con cada hueso de mí a una mujer casada —llevó ambas manos a su cabeza dándome la espalda. —. Te dí todo de mí, te abrí mi corazón y tú me diste donde más me duele, porque aunque te ame tanto, no eres mía y mucho menos podré tenerte.
Me quedé tiesa, sintiendo el salado de mis lágrimas, viendo roto al hombre que tanto amo, por mi culpa, y siendo apuñalada por él con cada palabra.
—Mentí, lo acepto, pero... juro que te amo.