... - siempre podemos casarnos – digo mirándola a los ojos, noto que abre los suyos como platos perpleja, pero esta expresión cambia al tiempo que estalla en una sonora carcajada. – no le veo lo gracioso.
- ¿casarnos? – pregunta respirando un poco haciendo que la observe curioso. – para casarnos debe haber al menos atracción mutua – dice caminando al refrigerador tomando una botella de agua.
- ¿Quién dice que no la hay? – pregunto y ella comienza a reírse de nuevo.
- Tú me gustas – responde mientras me acerco a ella – pero sé que no sientes nada por mí.
- ¿Quién lo dice? – pregunto pegando mi cuerpo al suyo – porque esas palabras jamás han salido de mi boca.
- A veces los actos dicen más que las palabras – sus palabras me hacen sentir como un imbécil.
- Tú me gustas, me encantas – re
