Salgo nerviosa de mi apartamento, pero Lana viene conmigo dándome ánimos y no pierde la oportunidad de decirme lo bella que me veo así vestida. Cuando entramos al ascensor, casi me dan ganas de bajar por las escaleras porque sentía que las alas se podían arruinar, pero después de las caras de súplica de mi amiga y de que me prometiera ayudarme a que no les pasaría nada, tomé el valor de montarme nuevamente en esa caja de metal que tanto odio.
Apenas llegamos al primer piso, guardo la esperanza de ver a Nicolas, pero recuerdo que hoy no venía a trabajar por sus asuntos médicos y me preocupa no saber cómo está, además que espero no esté pensando mal de mí por haberlo dejado solo después de haber pasado la noche juntos.
—Deja de buscarlo— me reprende Lana.
—No estoy buscando a nad
