Alessandra y las bebés se quedan dormidas rápidamente, por lo que aprovecho para salir a contarle a Steve cómo están y llamar a la casa porque todos deben estar preocupados.
Apenas doy la noticia de que las tres están fuera de peligro, Lana pega un grito emocionada, suelta el teléfono y la escucho por allá al fondo como sube las escaleras, seguramente para informarle sobre sus nietas al abuelo. Alejandro toma el teléfono, mientras se ríe, me felicita y nos despedimos.
Steve se va a descansar a su casa, en cambio yo, me quedo toda la noche con mis tres hermosas mujeres, ayudando en todo lo que corresponda y cuidando su sueño, porque es como si tuviera miedo de que, al cerrar los ojos, esto que estoy viviendo, fuera a dejar de existir.
Ha pasado una semana en la que es poco lo que he p
