AMELIA —¿Puedo cogerte un vestido, mamá? Los dos me miraron y dejaron la partida de futbolín a medias. —¿A dónde vas? —Al pub con Erick y Jess, hoy hay música en directo. Eso era verdad, pero no íbamos a eso. Me molestaba confesar que quería ir a la fiesta para vigilar a Elliot como si fuera un crío inmaduro, tal vez es lo que seguía siendo. —Vale, pero ya no estamos en verano, tienes que volver a las once —dijo mi padre. —Papá... —me quejé, y busqué ayuda en mi madre—. ¿A la una? Ella asintió y mi padre giró a mirarla casi rompiéndose el cuello. —Tú salías hasta más tarde a su edad, me lo contó tu madre, y estará bien —le aseguró, pero le terminó de convencer cuando le tocó la mano sobre la mesa de billar—. Es nuestra hija, no hará nada malo. La miró embobado y sentí u