Mi pequeño CEO.

Hola, chicas. Les traigo una nueva historia, en la que van a reír, llorar, querer matar a los protagonistas, enamorarse y disfrutar las peleas de estos dos y lo mejor, la pasión y tensión sexual que se formará entre ellos. Esta novela tendrá momentos románticos tanto como eróticos muy fuertes, así que si eres sensible a estos temas, adiós. Aunque sé que todas ustedes que me apoyan tienen "alma pura" como la mía. Ni yo me creo lo que acabo de escribir, pero bueno, espero que les guste. Espero que le den una oportunidad, sé que les gustará mucho. Quise crear una protagonista fuerte y personajes diferentes de los que no estoy acostumbrada. Ustedes me dijeron que querían de mafias, pero les prometo que después de esta historia, haré una de mafias y erótica. Danielle. La alarma suena y veo la hora inmediatamente, después me río al recordar el antifaz que tenía cubriendo mis ojos. Lo arrojo a un lado y veo la hora. Son las ocho de la mañana, tengo una junta dentro de una hora. Veo a mi lado a Samuel, tengo que huir en este momento, ayer estaba a punto de pedirme matrimonio y solo folle con él y lo hice beber hasta perder la razón. Me levanto con cuidado y tomo mis cosas. Llego al estacionamiento del hotel y subo ami auto. Dejo salir el aire que tenía retenido en mis pulmones. Nunca me he enamorado y nunca lo voy a hacer, mi mejor amiga Natalie dice que nací en el cuerpo equivocado, porque soy peor que un hombre mujeriego, pero no me importa, la vida es para disfrutar. Y si tengo penes para escoger de donde yo quiera, entonces a gozar se ha dicho. Me había perdido en mis pensamientos y cuando estoy a punto de arrancar el auto veo que Samuel viene hacia mí y conduzco rápidamente para evitarlo. No tengo tiempo para sus cosas cursis. Recibo una llamada de Natalie. —¡Hola, Hola! Mi puta amiga. —Hola, Natalie, ¿qué pasa? —¿Cómo te fue, te vas a casar? Acuérdate que Samuel tenía el anillo en su bolsillo ayer por la noche y globos con tu nombre. —¡Estás loca! Crees que una diosa como yo se va a casar y atarse. —Tienes razón, perras hasta la muerte y solteras. Mientras hablo con Natalie un idiota se me atraviesa y freno inmediatamente. —Natalie, te veo en la oficina, un idiota se me atravesó. Cuando cuelgo me doy cuenta del semáforo, soy una tonta, hubiera ocasionado un accidente fatal. Varios conductores también me gritan cosas y no hago caso. Busco mi labial en la guantera, siempre tengo maquillaje por todas partes en mi auto. Mientras busco alguien toca mi ventana. Bajo la ventana y al principio pensé que era un ladrón, está vestido de pies a cabeza, solo puedo ver sus ojos. —¡Eres idiota! Casi estrellas mi auto —me grita. —¡Perdón! No me di cuenta, fue un error, no me faltes el respeto, que tu madre no te enseñó a tratar a las damas. Él ríe y se cruza de brazos. —¿Dama? Una mujer que trae el maquillaje horrible y la ropa en mal estado, arrugada y oliendo a alcohol no es una dama. Bajo del auto. Estoy a punto de darle una bofetada, pero él sostiene mi mano con fuerza. Sus ojos azules con una pista de caramelo en el iris, los detallo por un momento. —No voy a perder mi tiempo con alguien como tú, solo no hables por celular mientras conduces y no ocasionará ningún accidente —me dice. Suelta mi mano y se da la vuelta, después veo que se quita los guantes y rocía algo en sus manos, que supongo es alcohol o algún desinfectante. Maldito bastardo, tanto asco le causé. Subo a mi auto y conduzco hasta llegar al trabajo. Por culpa de ese idiota me siento muy molesta. Llego a la empresa y dejo mi auto en el estacionamiento. Natalie me recibe con un café. Ella además de ser mi mejor amiga desde la universidad, es mi mano derecha y mi presidenta, yo soy CEO que es un cargo más alto que el de presencia. —Tengo que ir a la junta, Natalie. —No te preocupes, los coreanos cancelaron, y la reunión es para mañana. Eso me hace respirar tranquila. Hace un año murió mi padre y me dejo la empresa de cosméticos a mí. Perfumería, maquillaje y otros productos que elaboramos en mi empresa, estando en el top tres de las mejores empresas de cosméticos en Canadá. —Natalie, hazte cargo de todo por un momento, voy a darme un baño. —Solo dime, ¿qué pasó con el accidente? ¿Estás bien? —Sí, lo estoy, no te preocupes, querida. —Revisaré que todo esté en orden y después te enviaré algo para el desayuno —me dice. Natalie se va y me dirijo a mi oficina. Cuando estoy en mi oficina busco ropa que siempre tengo en una pequeña cómoda que tengo en mi oficina y también un baño. Me quito la ropa y entro al baño, dejo caer el agua sobre mi cuerpo, pero ese bastardo viene a mi cabeza repentinamente mientras enjabono mi cuerpo. Sus ojos eran hermosos y su voz masculina y su mano fuerte con la que me agarro sin piedad. Agitó la cabeza y termino de bañarme. Seco mi cuerpo y alguien entra y me cubro inmediatamente con la toalla. La puerta de mi baño se abre y veo a Erick frente a mí. Arrojo la toalla a un lado dejando que vea mi cuerpo por completo, nunca me había visto completamente desnuda, solo había visto creo que mi sexo cuando me folla sobre mi escritorio. Él afloja su corbata y yo me acerco y ver el bulto en su pantalón hace que mi sexo palpite. Con él siempre es lo mismo, aunque no deja de ser divertido. Me arrodilló a desabrochar su pantalón, y después saco de su bóxer su erección de buen tamaño que siempre me hace gritar. Estoy a punto de introducirlo en mi boca, pero alguien entra a mi oficina y le coloco el seguro a la puerta de mi baño privado. —¡Danielle! ¿Dónde estás? ¡Mierda! Es Samuel. Erick me levanta y mi espalda queda contra la pared, lo siento entrar lentamente y me hace arquear la espalda. Esto es realmente erótico. Erick me dice en voz baja que guarde silencio y que pronto se irá, pero me gusta la adrenalina. —Estoy en mi baño, ¿qué es lo que quieres? Erick me mira molesto y me embiste con más fuerza y cubro mi boca para no gritar. —Quiero hablar contigo de algo importante. —Me acabo de dar un baño y me voy a tardar mucho, tengo que vestirme y maquillarme, sabes que me tardo mucho para eso. —No me importa, hablaré tras la puerta de ser necesario. —Está bien, te escucho —le digo. Sé que Samuel esta tras la puerta y espero a que hable, mientras que Erick me hará que me corra. —Desde el primer día que te vi, Danielle, sabía que eras la mujer para mí, sé lo que siento por ti y sé tú también sientes lo mismo. —Continúa —digo con la respiración agitada. Él se sienta sobre el baño y ahora estoy sobre Erick, me gusta estar arriba. Él agarra mis nalgas con sus grandes manos. —Danielle, quiero que formalicemos nuestra relación. Erick acaba al mismo tiempo que yo lo hago y no puedo evitar gemir con fuerza, él intenta callarme con sus labios, pero no puedo evitarlo. El idiota de Samuel sigue hablando, así que cortaré está estupidez de raíz. Abro la puerta y me ve desnuda con Erick limpiando su semen que fue derramado por todos lados junto con mis fluidos. Pensé que Samuel me haría un drama y tendría que llamar a seguridad, pero me lanza una mirada de decepción y sale de mi oficina. Después de limpiarnos y vestirnos Erick y yo salimos para hablar. —Eres muy cruel —me dice mientras se sienta en el sillón carmesí. —No lo soy, solo fui un golpe de realidad y Karma en su vida. Samuel engañó a su esposa con mi mejor amiga Natalie y después él se fijó en mí. —Dejando eso de lado, Danielle. ¿Qué harás si tu hermano reclama todo? —En primer lugar, que mi padre le haya dado su apellido a ese bastardo no lo hace mi hermano, y segundo mi padre falleció hace más de un año, creo que ese hombre debe estar en otro lugar disfrutando de la casa y todo lo que le dejó mi padre en Alemania. —¿O sea que no es tu hermano? —No. Escuche que mi padre lo sacó de la calle y le dio estudios y casa, además de su apellido que por desgracia también llevo yo. Erick recibe una llamada de su esposa y yo continuo maquillándome sobre mi escritorio. —Tengo que irme, hermosa. —Yo tengo que trabajar, así que nos vemos otro día. Él se despide con un beso y sale de mi oficina. Finjo que no pasa nada, pero la verdad es que si estoy preocupada, aunque no debo de estarlo, ningún vagabundo vendrá a quitarme lo que es mío.