Alva apareció sin previo aviso por las puertas del salón de música, camino con prisa en mi dirección y al estar a unos cuantos pasos se detuvo. Me inspecciono de arriba hacia abajo, quizás mi cara estaba pálida, así me sentía, sin color y sin energía y después de lo que me habían dicho era normal.
—¿Qué sucedió? ¿Estás bien?
Sus ojos trataban de encontrar el motivo de mi apariencia, pero yo no dejaba de pensar en la extraña chispa que se había creado entre nuestros dedos, la corriente que mi cuerpo sentía se había materializado por alguna razón desconocida.
—Estoy bien—logre decir, la mire tratando de serenar mi semblante— el príncipe dijo que se sentía mal así que continuaremos la clase mañana.
—La señora Agnes parecía molesta.
—Toque al príncipe por accidente y la señora Agnes pensó que lo había lastimado— explique omitiendo la chispa y mi extraño sentir al tocarlo.
—Debí advertirte sobre la señora Agnes, ella puede exagerar mucho cuando se trata de la integridad física del príncipe, pero ahora que lo sabes debes tener más cuidado la próxima vez, usualmente aquí no hay segundas oportunidades.
Trague saliva, pues lo que decía era cierto, en un segundo ya me tenían contra el suelo y si el príncipe no hubiera dicho nada mi destino sería incierto en estos momentos. Supongo que la señora Agnes se hubiera encargado de desaparecer cualquier rastro de mi existencia.
—Si
—La señora Agnes ha cuidado al príncipe desde su nacimiento así que es normal la sobreprotección que le da. Ha sido como su madre en cierta forma y desde que la reina enfermo su exageración empeoro, así que ten cuidado con ella.
—Lo tendré, muchas gracias. Eres muy amable en comparación con las personas que siguen al príncipe, solo me observaron sin decir nada.
Alva dejo escapar una risita ocultándola detrás de su mano, una acción que me pareció muy delicada.
—Las personas que siguen al príncipe usualmente le atienden sin decir una sola palabra porque no necesitan hacerlo, en cambio, mi trabajo es sonreír y ser amable tanto para el príncipe como para los nuevos, para que se sientan cómodos con su trabajo, trabajar para la realeza puede llegar a ser un trabajo muy estresante y agotador.
—¿Lo dices por experiencia?— bromeé, tal vez no era el mejor momento para hacerlo ni el lugar indicado, pero necesitaba distraerme de alguna forma, relajarme después del susto que aquella horrible señora me había dado.
—Exactamente—me contesto con cierto aire de misterio—por muy bellas que se vean las cosas, detrás de todo esto siempre hay dolor.
—¿El príncipe te maltrata?— me atreví a preguntar solo para prevenirme de ahora en adelante.
—No, de hecho el príncipe es muy bueno, incluso con los esclavos.
—¿Entonces cuál es el problema?
—El problema siempre viene cuando olvidas que eres esclavo—advirtió—mientras estés aquí, nunca lo olvides ¿De acuerdo?
Asentí sin comprender la razón por la cual mencionaba esa extraña frase. ¿Por qué habría de olvidar que era una esclava?
Seguimos caminando por el enorme pasillo, todo en ese lugar me resultaba extraordinario, los muros de mármol en los que prácticamente podía ver mi reflejo, los enormes ventanales en lo que la ciudad brillaba y las mariposas azules pasaban volando. Admire los tonos del color azul que predominaba en este lugar, pero quizás no era extraño, había escuchado que ese color estaba relacionado con la realeza y lo sagrado, la inmortalidad y el poder y las personas que gobernaban ese lugar era la más poderosa de este mundo.
Me preocupaba mucho no poder recordar el camino, ya que sería la primera y última vez que Alva me acompañaría, de ahora en adelante tendría que ir y venir entre la infinidad de pasillos, puertas y lugares qué, me pareció exagerada, pero debía aprender y ser independiente de los demás. Una vez bajamos a los pisos inferiores, pude reconocer algunos sitios hasta que finalmente, después de una media hora caminando, llegamos a la oficina de asuntos oficiales.
Alva se dirigió a una mujer que llevaba puesto un vestido verde muy elegante, llevaba el cabello recogido en una especie de peinado que imitaba las alas de una mariposa; ambas hablaron un par de minutos mientras yo permanecía detrás de ellas, agachando la cabeza como me habían enseñado hacerlo y entonces la mujer de verde camino hasta un estante detrás de la mesa en la que trabajaba con pergaminos y otros documentos que seguramente debían ser importantes y saco una caja de madera, era larga y de color azul intenso con una placa dorada que tenía el mismo emblema que Alva portaba en la banda cruzada en su pecho.
—¿Cómo te llamas?—se dirigió a mí aquella mujer y al levantar la mirada. Sorprendida por supuesto, no supe qué decir.
—Su nombre es Annelie Rose, ella es la joven de quien te hable—respondió Alva.
—¡Ah! ¿Así que esta es la nueva adquisición del príncipe?—la mire confundida sin saber a qué se refería—con lo que paso no pensé que él lograría salirse con la suya.
—El príncipe tiene métodos de convencimiento muy poderosos —respondió Alva con una sonrisa satisfecha.
—Ahora lo veo —respondió la joven aproximándose a mí para abrir la caja azul en sus manos— este es el emblema de su Alteza real, el príncipe heredero Kalef Frederick Jung y que hoy se te otorga como reconocimiento de tus servicio a la corona y durante el tiempo que sirvas en el palacio.
Era una banda del mismo color y con los mismos detalles que la de Alva. La mujer frente a mí la coloco por encima de mi hombro para cruzarla en mi pecho.
—Con esto puedes ir y venir sin la necesidad del acompañamiento de tu dueña y además no tendrás problemas al ingresar al palacio, pero debes recordar las reglas y prohibiciones que hay para los esclavos en el palacio.
—Si— respondí finalmente volviendo a agachar la mirada.
—Tus clases de protocolo comenzaran mañana, seguramente encontraras a Alva, así que puedes preguntarle lo que no entiendas, pero tampoco puedes molestarla cuando se te dé la gana. Trata de no ser una molestia para tus compañeras mientras estés aquí. Aunque no lo parezca, entre esclavos también hay mucha violencia, sobre todo aquí en el palacio— advirtió, mire a Alva quien mantenía una expresión seria, esto no parecía ser una broma, por lo general cuando se trataba de asuntos de esclavos nada era un juego.
—Entiendo perfectamente.
—Muy bien, toma esto— extendió una pequeña tarjeta que tenía una dirección escrita con su puño y letra- preséntate a las nueve de la mañana, ni un minuto más ni un minuto menos.
Tome la tarjeta y antes de poder observar bien la dirección Alva se despidió de ella, al parecer eran buenas compañeras de trabajo. Continuamos nuestro camino en silencio hacia la salida, donde había mayor afluencia de personas, muchas de ellas muy elegantes.