Capítulo 3 – El hijo de la reina, el heredero de Bratva.

1620 Words
–¿De qué estás hablando? – preguntó atónita. –Como escuchaste, así que andando – el vuelo, aunque había sido largo ya se había terminado, y mientras el piloto se encargaba de cumplir con el protocolo, las personas comenzaban a desabrochar sus cinturones de seguridad para bajar de la aeronave. –No puedo irme contigo – dijo asustada. –Te dije que no era una pregunta – Benjamín se levantó de su asiento y Taylor obligó a que Catalina hiciera lo mismo, agarrándola sin nada de cuidado por el antebrazo. –Si vas a llevarme a las malas, será mejor que le digas a tu gorila que me trate mejor – replicó. –Creo que tu no estas en la posición de exigir nada – Ben le habló de forma ruda, no podía permitirse a sí mismo mostrarse vulnerable. Benjamín y Catalina salieron del avión siendo custodiados por todos los guardaespaldas, ellos ni siquiera tomaron la ruta por la que atravesaron el resto de los pasajeros, si no que caminaron por un pasillo alterno que estaba dispuesto para ellos por todo el equipo de seguridad del aeropuerto. –¿Quién eres tú? – preguntó la mujer, al darse cuenta de lo extraño que era toda esa situación, de alguna forma la manera en la que Benjamín daba órdenes y exigía cosas le hacía recordar a su marido, Antoni, que seguramente estaba buscándola como un loco justo en ese momento. Catalina sintió un escalofrió cuando pensó en Antoni y entonces tuvo que detenerse durante un segundo porque sentia que estaba a punto de vomitar, Benjamín frunció el ceño y la observó con atención, o ella estaba muy enferma o entonces era muy buena actriz, porque su semblante se veía muy mal. –¿Está todo bien? – cuestionó. –Por supuesto que no, me estás llevando en contra de mi voluntad a Dios sabe dónde, ¡Claro que no estoy bien! – exclamó, tratando de controlar su respiración. –No tengo tiempo para perder. Catalina se obligó a sí misma a caminar, de modo que todos continuaron con el recorrido hasta que llegaron al estacionamiento, donde había aparcados un par de autos negros y lujosos, lo que hizo que la mujer se preguntara si quizá Benjamín no era tambien m*****o de alguna mafia, como su marido. –Andando, metete – Taylor la hizo subirse en el auto después de que Ben hubiera entrado. –¿Quién eres tú? – insistió Catalina, pero Benjamín no respondió y por el contrario la contrataco con un bombardeo de preguntas que ella respondió con evasivas – ya respondí todas tus preguntas, ¿Me dejarás ir ahora? –No – sentenció. Catalina iba a seguir refutando, sin embargo, se quedó con la boca abierta cuando el auto se detuvo y vio la mansión que estaba frente a ella. Era grande, mucho más de lo que era su casa en Lombardía junto a Antoni. Esta mansión tenía ventanas gigantescas, era colonial y casi parecia el castillo de un cuento de hadas, solo que algo le decía a la mujer que esa historia no era ni sería nada parecida a un cuento romántico. El hecho de estar en un lugar como ese solo aumentaba su nerviosismo por lo que pasaría de ahora en adelante, ella estaba en manos de hombres a los que no conocía, unos que claramente no confiaban en ella. Lo único que esperaba era no haber escapado de un infierno a otro igual o peor. –¿De quién es este lugar? – preguntó, pero nadie respondió. Ellos simplemente la llevaron adentro, haciéndola atravesar por todos los pasillos de la casa hasta llegar a un sótano profundo y recóndito donde hacia frio. –¿Qué es este sitio? – cuestionó aterrada. –Este es el sitio en el que te quedarás hasta que averigüemos quien demonios eres – contestó Taylor, ya que Benjamín no era capaz de hacerlo. De todas formas, su pobre y perturbado corazón no podia dejar de pensar en su parecido con Elena, y aunque no quisiera reconocerlo, él aún no había olvidado a esa mujer que se había convertido en su alma gemela. –No puedes dejarme aquí – ella soltó una risa nerviosa. A pesar de eso, Taylor abrió una de las pequeñas celdas de la mansión y la obligó a meterse, aun cuando Catalina puso resistencia, Taylor era más fuerte y ágil que ella y consiguió encerrarla con llave. –¡Tienes que sacarme de aquí! ¡No te atrevas a dejarme aquí encerrada! – suplicó al tiempo en que golpeó los barrotes. Benjamín la vio a los ojos, se acercó a ella y entonces se presentó por primera vez – mucho gusto, Catalina, mi nombre es Benjamín Mascherano. Bienvenida a Bratva – dijo y salió del sótano porque no soportaba verla en esa celda como si fuera un animal. Catalina vio la forma en la que Benjamín y Taylor se alejaban y entonces no tuvo de otra más que resbalar su espalda por la pared y acurrucarse allí en ese lugar frio y sobre todo desalador. Tal parecía que su suerte no iba a cambiar, por lo menos no pronto. –Averigua todo lo que puedas de ella, quiero saber quién es, de donde viene, si tiene antecedentes penales, todo – le pidió Ben a su guardaespaldas. –¿No sería mejor simplemente deportarla y asegurarnos de que no pueda volver a pisar el suelo de Bratva? –No, se merece una oportunidad. Taylor rodó los ojos, a veces su jefe se comportaba como un hombre muy insensato. –No me quiero ni imaginar lo que diría su madre si se entera de que esa mujer está aquí. –Tú mismo lo dijiste, podría ser una espía y es mejor mantenerla cerca – Benjamín cambió la expresión en su rostro en cuanto vio a Vivian acercándose a él. Ella también sonrió y corrió hasta llegar a donde él para poder abrazarlo. –¡Benjamín, llegaste! No te imaginas cuanto te extrañé – ella lo abrazó de forma efusiva y él le correspondió enredando sus brazos en la pequeña cintura de la chica – me hiciste mucha falta – le dijo al oído. Vivian y Benjamin siempre habían estado muy unidos, sobre todo después de la muerte de Elena, que era la hermana de Vivian. –Estás bronceado – ella se alejó ligeramente de él, lo agarró de las mejillas y se las acarició mientras sentía que su corazón se disparaba a mil por hora. Era una sensación que le atravesaba el cuerpo siempre que estaba junto a él, después de todo, Benjamín era como el hombre perfecto, la hacía sentir amada, protegida, él era lo que cualquier mujer podría pedir. –Estuve mucho tiempo tumbado bajo el sol de Lombardía – él le sonrío y se fijó en lo arreglada que se veía aquella tarde – ¿vas a algún lado? –No, pero esperaba reservar una mesa para que vayamos a cenar junto a tu madre. Benjamín lo pensó, no podia alejarse de la casa teniendo a Catalina encerrada en el sótano, no quería que nadie pudiera darse cuenta de su presencia y tampoco se atrevía a dejarla sola y a su suerte. –Podrías ir a cenar con mi madre, yo las alcanzaré luego – le dijo. Ben amaba a Vivian como a una hermana, después de la muerte de Elena él se sentía responsable de ella. Vivian hizo pucheros y lo miró con cara de perro a medio morir, a pesar de eso terminó aceptado la propuesta con la condición de que él llegara al restaurante, no importaba que tan tarde lo hiciera. –Taylor, encárgate de la información sobre Catalina – le recordó cuando estuvieron a solas nuevamente. –¿Quiere que haga algo más? –No, yo me encargaré del resto. Un par de horas más tarde, el guardaespaldas se dirigió a la oficina de Ben con un expediente bajo su brazo. –Es muy raro lo que he encontrado sobre Catalina – Taylor llegó a la oficina de Benjamín con un montón de papales en la mano – no hay nada de ella – suspiró – no hay antecedentes, no hay registros de que haya asistido a ninguna escuela, no hay registros de sus padres, es como si no existiera. Ben se quedó en silencio y dejó que el hombre terminara de hablar. –Debemos buscar algo más, es imposible que no haya nada respecto a ella, encárgate de eso, confío en ti, Taylor, mientras tanto mantengamos la situación del mismo modo en el que está. Taylor salió del lugar y Benjamín hizo lo mismo dirigiéndose hacia la cocina, había estado tan distraído todo el día que se le había olvidado comer, estaba hambriento y seguramente Catalina también lo estaba. El hombre pidió a sus chefs' que prepararan un platillo para él y otro para Catalina, cuando lo tuvo en sus manos, fue hasta el sótano, en donde ella estaba llorando. –Toma, creo que lo necesitas – él le extendió el plato. –Esto es denigrante – ella sorbió por la nariz – yo no debería estar aquí, mucho menos contigo, todo esto es un error. –¿Y quieres arreglarlo? Ella lo miro detenidamente y asintió con la cabeza. –Entonces comienza a decirme la verdad sobre ti. –Antes necesito saber quién eres – le pidió, a sabiendas de que lo más probable era que él no soltara información alguna. –Ya te lo dije, soy Benjamín Mascherano. –Necesito mucho más que eso – murmuró. –Soy el hijo de la reina, el heredero de Bratva – confesó, haciendo que Catalina abriera los ojos por la sorpresa.
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