Cuando Paula y Leo llegaron a su casa, solo esperaron a cruzar la puerta para comenzar a devorarse a besos, los dos estaban igual de encendidos, querían darle rienda suelta a sus instintos, los cuales habían estado controlando durante toda la noche. Leo apretaba sus cintura mientras se fundían en un apasionado beso, Paula aferrada a su cuello hundía sus dedos en sus cabellos, ansiosa por lo que continuaría esa noche. Leo comenzó a quitarle el abrigo tirándolo al suelo, aunque estaba haciendo frío ambos estaban acalorados, Paula le quitó la chaqueta sin dejar de besarse en ningún momento, Leo la puso contra la pared, apretando su cuerpo contra el suyo mientras sus manos subían la falda de sus vestido y recorrían sus piernas suaves y firmes. Sus lenguas chocaban en un beso salvaje y bastan